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Arabella

Cepilló mi cabello mirándome al espejo, desenredando los nudos que se formaron mientras dormía. Tenía que bajar en unos minutos antes de que se les ocurra ir a los laboratorios sin mi, tendremos problemas si padre los lleva sin que yo esté con ellos.

Esa gente lleva aquí dos días, y hoy será el día en que se les mostrarán las armas. No estoy segura de eso, esas armas son lo más valioso que tengo... luego de mi cabello y luego de Denzel.

Termino de arreglarme y bajo junto al lobo negro hacia el comedor, en donde ya todos están sentados. Se le quedan viendo a Denzel, ya lo habían visto pero no tan cerca, a él no le gustan los extraños. Ni si quiera le gusta estar cerca de mi padre o de mi madre, tira a morder si se le acercan. Por eso evito que esté rodeado de personas.

Él no les da la mínima atención, sigue su camino hacia su plato de comida. Yo en siento en mi silla, en el lado derecho de mi padre.

—¿Cómo es que tienes un lobo, Arabella? —pregunta el amigo de mi padre cuando una de las sirvientas pone el plato frente a mi.

—Lo encontré cuando era un cachorro, tenía una para herida. —me encojo de hombros— Me lo quedé.

Denzel es un lobo muy agresivo, pero jamás me ha lastimando. De hecho se comporta como un pequeño cachorro cuando está conmigo.

Desayunamos tranquilos, mi padre intercambia un par de palabras con Alex Morgan.

Las muchachas quitan los platos cuando cuando lo ordena mi madre al ver que todos acabamos, padre es quien se levanta primero.

—Vamos, los laboratorios están fuera.

Suspiro de mala gana poniéndome de pie, llamo a Denzel al caminar detrás de mi padre y se pone a mi lado. Salimos fuera del palacio, la nieve cubría todo el jardín, por suerte no nevaba y no hacía más frío de lo normal.

Los soldados ya se habían acostumbrado al frío, y las vestimentas que les habíamos dado los cubrían de este por si acaso.

Al alejarnos vemos el edificio blanco, camuflado por la nieve. Ya habían venido pero no entrado, sólo los llevé hasta el final de los jardines, y no creo que ninguno se haya atrevido a desobedecer mis órdenes de no pasar hacia acá, espero.

Mi padre pone una clave que abre la puerta, me deja entrar primero para adelantarme e ir por las armas, les ordeno a los hombres que están dentro que salga. Coloco mi dedo pulgar en una de las mesas, al instante la reconoce y enciende todo los dispositivos al rededor. Unas pequeñas puertas se abren frente a mi, sacó la caja qué hay dentro y la coloco en la mesa frente a ellos.

Saco una de las armas color blanco.

—Esta arma tiene diferentes niveles, todo es eléctrico. —se la paso al amigo de mi padre— Se puede configurar al gusto dependiendo si quieren matar a alguien o sólo provocarle un leve susto.

Se la muestra al que creo que es su hijo porque son casi idénticos, este la toma y le da una mirada que me hace apretar los puños. ¿Acaso está viendo mis armas con disgusto?

—No nos sirven. —dice. Lo miro indignada.

Si lo dice porque las hice yo, juro que la utilizaré en él.

—¿Disculpa? —frunzo el ceño.

—Blancas no nos funcionarán porque estarán a la vista de todos.

Sonrío.

—Mil perdones, si gusta le enseño el catálogo para que decida en qué color la prefiere.

DRONNINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora