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Dos días luego...

Arabella

Cuando regresé de Londres y me encontré aburrida comencé a crear una máquina para curar las heridas que provocan mis armas. Debí pensarlo antes y de esa forma Denzel se hubiera curado más rápido.

Paso la máquina por la herida de Christopher, lo he hecho ya cuatro veces en estos días, está mucho mejor así que esta sería la última vez que se lo pasaba. La herida cerró y no le quedará una cicatriz tan marcada.

—Ya está. —digo sin mirarlo— Vístete, mi padre te está esperando.

Apago la maquila y camino hacia el lugar en donde la tenía guardada pues, para guardarla. Le paso por el lado cuando se está colocando la camisa, tengo que ir a hacerme cargo da varias cosas de la coronación, creo que hoy me traían las telas para que decidiera con cuál se hará el vestido.

Christopher toma mi mano antes de que pueda continuar caminando. Me jala hasta que quedo entre sus piernas mientras abraza mi cintura.

—Suéltame.

—Arabella. —lo miro seria y con una ceja elevada— Ya no sé qué más hacer para que me perdones. —se frustra— Maldita sea, hasta me puse de rodillas.

—Quedaste a mi altura, de rodillas no te vi.

Tomo sus manos con fuerza para que me suelte, doy unos pasos hacia atrás cruzándome de brazos. Una parte de mi, una pequeña, quiere olvidar todo y darle una oportunidad, porque en serio que se ve muy arrepentido y decidido a arreglar las cosas.

Mientras que la otra parte quiere que me deje en paz y se vaya a Londres.

—Yo no sé si confiar en ti otra vez, Christopher... Aún tengo muchas dudas. —niego— Déjame sola un rato, ¿sí? Tengo cosas que hacer.

Salgo del laboratorio dirigiéndome al palacio.

Koa había sido encerrado en uno de los calabozos más profundos, mi madre casi lo mata a golpes y al final le disparó en un costado para que sufriera en todo el tiempo de vida que le quedaba. Le tomará un par de semanas, pero serán una semanas dolorosas.

Se lo merece. Por lo de Denzel, por lo que me hizo, y por el secuestro.

Y bueno, por hacer que Christopher pareciera un niño pequeño estos dos días que tuve que soportar.

Me dirijo a mi habitación en donde mi madre y Rachel me esperan junto con varias mujeres que vienen a tomarme las medidas para el vestido, más apuntar que telas, joyas y zapatos quiero.

La ceremonia es en unos días, todo debe salir extremadamente perfecto. Estaba emocionada y nerviosa.

Me toma bastante tiempo escoger las telas que quiero para el vestido. Ninguna me llamaba la atención. Hasta que me enseñó unas telas rojas brillantes que me fascinaron, y unos adornos dorados que pegaban de una manera hermosa. Me decidí por esas.

En lo próximo que nos tardamos fue en el diseño. Los que la modista me mostró eran los que se usaron en ceremonias pasadas, pero ni fumo me gustó. Algunos eran muy simples, otros repetitivos, así que la modista terminó creando un diseño nuevo para mi, uno que sí era mi estilo y nada como los demás. No es algo extravagante ni único, pero sí para la ceremonia de coronación.

Lo más sencillo de hacer fue la corona, debía tener detalles rojos y dorados. Cada reina tenía su propia corona, personalizada para ella, unas que usan por los años que reinen hasta su último día de reinado. Cuando mi madre deje de ser la reina llevará su corona al museo real, en donde se encuentran las pinturas de cada reina de Edevain, sus coronas están debajo de estas con su información, y son como reliquias que se deben mantener a salvo y en buen estado para siempre.

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