Prólogo

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Prólogo

Francess Blake

Hace cuatro años

Miro por la ventana hacia la habitación de Calix, uno de mis tres mejores amigos, y sonrío ampliamente cuando lo veo entrar. Estoy muy feliz, a pesar de que este sea el último día de verano, porque mañana comenzamos el instituto y seré un poco más mayor. 

Eso me emociona. Crecer. Es tan excitante y tan vertiginoso a la vez que la contradicción me resulta agradable. 

Siempre me ha pasado. El miedo me gusta, disfruto de las contradicciones y las emociones fuertes. Del terror. Creo que, en un principio, eso fue lo que atrajo a los trillizos Greco hacia mí. 

Recuerdo perfectamente el día en el que nos conocimos, (¿cómo olvidarlo? Si fue el peor y el mejor día de mi vida). Yo tenía seis años y mis padres se acababan de mudar a Blue City, a una casa enorme, después de que papá consiguiera un nuevo empleo que más tarde nos hizo millonarios. 

Miro como mamá y papá sacan las cajas del coche con un gesto cansado. Estoy muy aburrida de estar sentada en mi monopatín, sin nada más que hacer que ver cómo mis padres han empaquetado toda nuestra vida en una decena de cajas de cartón. 

Con una pequeña mueca de labios miro a mi alrededor, notando a tres niños completamente idénticos sentados en el patio de la casa vecina, mirando hacia el camión de mudanza con curiosidad. 

Aprovechando que mamá y papá están ocupados, utilizo el monopatín para deslizarme hasta ellos. 

¡Hola! chillo, saludándolos con la mano. Ellos me miran al instante. Hay dos que tienen los ojos de un verde muy extraño, mientras que el otro los tiene grisesSoy Francess Blake, vuestra nueva vecina, pero todo el mundo me llama Frankie porque Francess suena a nombre de princesa mimada me presento—. No tengo nada en contra de las princesas mimadas, es solo que ellas no montan en monopatín y yo no podría vivir sin esta tabla. ¿Habéis montado alguna vez en monopatín?

Mi respiración es un tanto movida cuando termino con mi veloz discurso, mirando a los tres chicos. Espero caerles bien, sería genial poder hacer amigos en el barrio. Aunque yo nunca he tenido problemas para hacer amigos, siempre he sido muy sociable, me encanta la gente y las multitudes y ser el centro de atención y... En fin, brillar. 

Mamá suele decir que yo brillo todo el tiempo. 

No me contesta uno de ellos, con el rostro serio. Yo frunzo el ceño, horrorizada. 

¿Nunca? cuando asiente, suelto un jadeo ¡Pero eso es horrible! Montar en monopatín es genial. Mira, ven. 

Estiro mi mano en su dirección y, cuando uno de sus hermanos lo empuja, él se levanta y llega hasta mí. 

Ven, sube. ¿Cómo te llamas?

Soy Aaron, Aaron Greco contesta. El que me ha empujado es Calix y el otro es Killian. Somos trillizos.

¡Guao! suelto, nunca había conocido a trillizos—. Sube al monopatín, tienes que agarrarte a mí para que no nos caigamos. ¿Entendido? 

El pelinegro asiente y se monta a mis espaldas. Coloca sus manos en mi cintura y yo nos empujo, lanzándonos por la rampa. Una sonrisa pinta mi cara cuando la velocidad me mueve el pelo castaño oscuro y mi corazón martillea con fuerza contra mi pecho ante la idea de poder tener un accidente. 

Me encanta esa idea. No porque quiera morir, sino porque es divertido saber que puedes hacerlo. 

Las manos del chico se agarran con más fuerza a mí y en algún momento suelta un grito que me hace reír. Cuando llegamos al final de la cuesta, él salta de la tabla con prisa. 

CALIX (SDR 3)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt