09. Eso creo

663 56 9
                                    

09. Eso creo

Francess Blake

Los días pasan de forma entre monótona y tortuosa. Las humillaciones entre los pasillos parecen haber terminado ahora que los trillizos me obligan a sentarme en su mesa, pero tengo que soportarlos a ellos (cosa que es incluso peor). 

Además, los reyes parecen estar muy concentrados en mi plato de comida. Como ahora, por ejemplo, con Aaron pellizcándome en la pierna y haciéndome saltar de la sorpresa. 

—Come —ordena, yo me obligo a llevarme el trozo de tomate a la boca con la bilis subiéndome por la garganta. 

Gorda, gorda, gorda. 

Dios, quiero vomitar. Y llorar. Llorar y vomitar a la vez. 

Ellos hablan sobre una fiesta en casa de Miranda Sallow, pero ni siquiera presto atención, estando demasiado concentrada en no expulsar la comida. 

Cuando la campana que da el final al almuerzo suena, quiero llorar del alivio. Me levanto, con la intención de correr hasta el baño y vomitar la ensalada que acabo de comer, pero Calix me agarra del brazo antes de que pueda hacerlo. 

—¿Qué clase te toca? —pregunta, mientras todos empiezan a irse. 

—Matemáticas —murmuro, intentando evitar una discusión. Realmente necesito vomitar. 

—Te acompaño.

—Llegarás tarde a tu clase —intento convencerlo de que no venga conmigo. Por favor, vete, solo... vete. 

Las lágrimas ya pican tras mis ojos, gorda, gorda, gorda, y quiero irme de aquí lo antes posible. 

—No importa. 

Maldigo mentalmente y dejo que me arrastre por los pasillos. A mitad de camino, veo a Destiny deslizarse entre la gente como si ella fuese un fantasma y no existiese. Nuestras miradas se encuentran y ella me guiña un ojo disimuladamente. 

Destiny ha estado enseñándome a conducir. Hemos descubierto que soy bastante buena porque la velocidad no me asusta (nunca lo hizo, desde que agarré el primer monopatín amo la velocidad). 

Calix nos detiene frente al aula de matemáticas y estoy a punto de entrar, tragándome mis ganas de llorar, cuando me sujeta del brazo para detenerme.

—¿Qué pasa? —murmuro la pregunta. Él se mantiene en silencio, solo mirándome. Al ver que no dice nada, insisto: —¿Calix?

—Eres preciosa —susurra, sus ojos verdes no se apartan de los míos.

El sonrojo cubre mis mejillas y mi respiración se vuelve torpe. No sé qué clase de manipulación está usando, pero de nuevo quiero llorar.

No, no soy preciosa. Soy una gorda.

—Llegaré tarde a clase, Calix.

Él asiente, soltándome del brazo lentamente y señalando el aula con el mentón. Tragando saliva, doy un paso tembloroso.

—Por cierto —me detengo cuando me llama—, esta noche hay una fiesta en casa de Miranda, vendrás conmigo.

—Esta noche no puedo, estoy ocupada.

Hoy correría por primera vez con Destiny de copiloto y yo conduciendo. Además, aunque no estuviese ocupada, no iría. Pero no le diré eso.

Su ceño se frunce al instante.

—¿Ocupada con qué?

Para mí suerte, el profesor entra a clase, llamándonos la atención, y tengo la oportunidad perfecta para escapar.

Cuando me siento, suelto un suspiro de alivio. Aunque sé que esto no se quedará así.

***

Me miro al espejo con duda, incómoda e insegura. Llevo unos vaqueros que se aprietan a mi trasero y la camiseta roja que Destiny insistió en que comprara es demasiado apretada al cuerpo. Mis pechos, de hecho, casi se salen de la tela por el escote triangular de esta.

Suspiro, despeinándome un poco y pintándome los labios en un tono rojo. Qué le jodan a todos, ¡voy a correr hoy!

Cuando salgo de mi casa no veo a los trillizos y rápidamente me deslizo por las calles en dirección a un callejón cercano al instituto en el que Dest y yo solemos quedar. Ella insiste en que los secretos lo son todo para mantenerse viva y escurridiza en este mundo. 

A veces, me pregunto cuántos secretos guardará. Estoy segura de que son muchos. 

—Qué guapa —me halaga la rubia al verme. Su look salvaje característico se mantiene. 

—Gracias —sonrío un poco, aunque no acabo de creerlo—. Tú estás preciosa. 

—Lo sé —me guiña un ojo de forma distraída. Destiny es como... preciosa, y tiene ese semblante misterioso que la hace muy atractiva. Destiny es, entre otras muchas cosas, sexy—. ¿Preparada para esta noche?

Me pasa un brazo por encima de los hombros y me guía hasta su coche verde que, gracias a sus clases magistrales de motores, he descubierto que es un Nissan GT-R5. 

—Eso creo —murmuro, sentándome de copiloto. 

Ella me frunce el ceño de inmediato, arrancando el motor. 

—¿"Eso creo"? ¿Cómo que "eso creo", Blake? —suelta en tono de reprimenda, yo resoplo un poco divertida. 

—Estoy lista. 

—No acabas de convencerme —entrecierra los ojos, empezando a conducir por encima del límite por las calles de la ciudad. 

—Voy a ganar esta maldita carrera, Tiny. 

—¡Eso me gusta más! —chilla animada, antes de llevar la mano a la radio y poner alguna canción latina. 

También he descubierto que la música latina es muy buena para entrar en ambiente. De hecho, estoy aprendiendo algo de español, incluso. En las carreras hay mucha gente hispana. 

Cuando llegamos, Destiny aparca el vehículo en cualquier lugar. 

—¡Blake, Tiny! —nos saluda un hombre que he visto un par de veces— ¿Cómo estáis, preciosas? 

—Mejor ahora que te hemos visto, guapo —le sonríe de lado Destiny—. Pero vete, que nos distraes de la carrera. 

Él se va, quizá demasiado orgulloso de si mismo, y yo suelto una risita mientras choco los cinco con mi amiga. Otra cosa que he aprendido con Dest, es que para ahuyentar a un hombre hay que hacerle creer que te afecta su presencia. 

Debería probarlo con los trillizos. El problema es que a mí su presencia me afecta.

Nos quedamos cerca del coche. Destiny se sube al alerón, sentándose allí, y yo me apoyo a la derecha para poder hablar con ella. Seguimos sin adentrarnos demasiado en la multitud porque a la rubia no le gusta. 

Conversamos un rato sobre cosas sin importancia, aunque nunca nombramos nada que pueda delatar nuestras verdaderas identidades (otra enseñanza de Tiny), hasta que finalmente se anuncia el inicio de la carrera. 

La rubia y yo pagamos la entrada a medias, mil dólares cada una, y pronto estoy tras el volante con ella de copiloto. Mis manos se aferran fuertemente a la redonda, un tanto nerviosa. Dest deja caer su mano en mi pierna y da un suave apretón. 

—¿Se te ha ido la valentía, Blake? —se burla un poco, con una sonrisa suave— Puedes con esto, vas a ganar. Repítelo. 

—Voy a machacar a todos estos hijos de puta. 

—Eso es —celebra y justo entonces uno de los organizadores da la salida disparando al aire. 

Piso el acelerador, sin siquiera tener la oportunidad para recomponerme, pero piso el maldito acelerador y no lo suelto. Porque voy a machacar a todos estos hijos de puta.

CALIX (SDR 3)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن