07. ¡La pasma!

815 67 10
                                    

07. ¡La pasma!

Francess Blake

—Preparados... —los motores rugen, todos mirando fijamente a la preciosa chica que da la salida. Está casi desnuda y parece importarle poco, de hecho, parece disfrutarlo. Me pregunto si yo algún día lograré esa seguridad— Listos... —otro rugido, mi cuerpo se tensa con anticipación y estoy deseando que dé la salida— ¡Ya!

Destiny no duda, acelera como una maniática poniéndose a la máxima velocidad en un momento. Un grito escapa de mi garganta, aferrándome con fuerza al asiento mientras el coche adelanta a uno de nuestros dos contrincantes. 

La emoción y la adrenalina reemplazan la sangre de mis venas y, por primera vez en mucho tiempo, me vuelvo a sentir como aquella niña que montaba en monopatín. Casi me siento... feliz. 

Miro a Destiny, que está completamente concentrada en la carretera, pero una sonrisa tira de sus labios. Y entiendo su mueca alegre, entiendo lo bien que le hace sentir la adrenalina, por eso me veo a mí misma sonriendo también. 

Uno de los coches nos golpea y escucho a Destiny maldecirle en un grito. Me aferro con más fuerza al asiento, mi corazón bombea tan rápido que temo un infarto, pero mi sonrisa no se elimina. 

—¿Pueden hacer eso? —le pregunto. Noto mi voz un par de octavas más alta y no sé a ciencia cierta si es por la emoción o por el ruido del exterior. 

—Es una carrera clandestina, Frankie, pueden hacer lo que quieran. 

Entonces es ella la que se lanza contra el coche, lo golpea desde atrás con fuerza y termina sacándolo de la carretera. Lanzo un grito sorprendido, viendo como varias personas tienen que apartarse para no ser arrolladas por el vehículo. 

Con un contrincante fuera de la carretera, solo nos queda uno más, que corre detrás nuestro a toda velocidad. Destiny se mueve casi en zig zag, impidiéndole adelantarnos, y finalmente atravesamos la línea de meta. Sallow frena usando el freno de mano y derrapando en un giro casi de ciento ochenta grados.

Cuando nos bajamos del coche, mis piernas están temblando y varias personas se acercan a felicitarnos. Sí, felicitarnos, en plural, cosa que no entiendo ya que yo no he hecho absolutamente nada. 

—Sabía que ganarías —comenta el chico de antes, Chad, entregándole tres fajos de billetes a la chica a la que considero mi casi-amiga. 

—Yo también lo sabía —le guiña un ojo y se aleja de la multitud, pasando su brazo por encima de mi hombro y alejándonos de toda la gente—. Me encanta correr, pero tantas personas juntas y alrededor de mí suelen abrumarme.

Asiento lentamente. Yo antes solía amar eso, ser el centro de atención de cualquiera, pero ahora eso significa recibir insultos humillantes o incluso golpes. 

—Te entiendo. 

Cuando la gente se dispersa, volvemos hasta su coche y ella lo mueve para sacarlo del medio. Luego, se apoya en el capó y empieza a contar el dinero con una rapidez y una agilidad impresionante. 

No es la primera vez que Destiny hace esto, ni la segunda o la tercera, y me acuesta asimilar que Destiny la fantasma, la chica a la que casi nadie nota en el instituto, es una puta corredora de carreras clandestinas. 

—Toma —me dice, extendiéndome un montón de billetes—. Tres mil para ti y tres mil para mí. 

—¿Estás de broma? —jadeo— Yo no he hecho nada, no puedo cogerte el dinero. 

Ella me rueda los ojos. 

—Has ido de copiloto, se necesita valor suficiente para eso —obvia—. Antes no te conocía, Frankie, pero ahora te tengo calada y sé la clase de persona que eres. Esa que se lanza de un avión sin paracaídas y disfruta la caída. 

Casi me siento atacada, a la defensiva, porque sé que es cierto.

—¿Y qué con eso? —suelto. 

Destiny sonríe de lado, mirándome. 

—Qué tú y yo somos lo mismo, Blake —susurra, usando el apodo. La frase suena con intimidad—. Así que, por favor, toma el dinero y vuelve a la próxima carrera. 

Miro a mi alrededor, notando que todos parecen estar de fiesta. El ambiente es agradable, divertido, y los coches siguen haciendo ruido porque hay dos que parecen estar en una competición de derrapes o alguna cosa así. 

Abro la boca para responderle a Destiny, pero un chillido agudo que resuena por encima de la música me detiene. 

—¡La pasma! 

—Mierda —gruñe Destiny— ¡Sube al coche, rápido!

Todo empieza a descontrolarse, la gente corre de un lado a otro, subiéndose a sus vehículos y huyendo de ahí. Me subo con prisa al de Dest y ella acelera en un solo segundo, yéndose de ahí. 

—¿Qué es la pasma?

Me dedica una mirada rápida, incrédula, como si no pudiese creer que no conozca el término, antes de seguir conduciendo a una velocidad poco prudente. 

Pero no tiene que responderme, porque las sirenas y las luces de policía empiezan a sonar a nuestras espaldas. 

—Eso es la pasma. 

Destiny da un volantazo, metiéndose por un callejón, y continúa con la carrera mientras nos perdemos entre las calles. Termina aparcando el coche en uno de los callejones en los que nos metemos y me hace bajarme. Ella se quita la chaqueta de cuero, lanzándola a la parte trasera del vehículo, y lo cierra con llave antes de empezar a caminar conmigo. 

—Camina normal, como si acabáramos de salir del cine. 

—¿Cine a las tres de la mañana? —le alzo una ceja. 

—Bueno, pues de un club de striptis, yo que sé. 

Suelto una risita entre dientes, dándome cuenta de que estamos en Blue Alley, el barrio más peligroso de la ciudad. Observo como un par de chicas en mini falda hablan con dos hombres mayores y me aferro a la mano de Destiny. 

—Creo que no deberíamos estar aquí —murmuro.

—Relájate —me susurra de vuelta, mientras caminábamos por su lado. Ellos no nos dicen nada, no nos dedican ni una sola mirada y puedo respirar cuando nos alejamos lo suficiente. 

—¿Volveremos a casa caminando? ¿Vas a dejar el coche aquí?

—Varias personas de las carreras viven por aquí, todo el mundo sabe que ese es el coche de Tiny y que no conviene joderlo, no te preocupes —me dedica una sonrisita. 

Lo dice con tanta seguridad, sin dudarlo ni por un segundo, que una envidia se arremolina en mi interior. Una parte de mí desearía poder tener esa seguridad, saber que si alguien me jode yo le jodo el doble. 

Y quizá por eso digo mis siguientes palabras.

—Oye, Tiny —la llamo por su apodo—. Aceptaré el dinero y volveré a la siguiente carrera con una condición. 

Ella me mira, con una pequeña sonrisa ladina. 

—Te escucho, Blake. 

—Quiero que me enseñes a conducir. 

CALIX (SDR 3)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt