12. Pequeño monstruo

636 63 39
                                    

12. Pequeño monstruo

Francess Blake

Me separo de Destiny lentamente, todavía un tanto sorprendida de nuestro beso. 

Acabo de tener mi primer beso. Con una mujer. Y con Calix y Aaron Greco mirando. Y, joder, me ha encantado. 

Tiny me dedica una sonrisa suave, dulce, y me sorprende un poco ver esa expresión en ella. Quiero decir, Destiny es buena amiga, sí, pero no es dulce. Luego, me guiña un ojo y se aleja de mí, probablemente yendo a esconderse como suele hacer siempre. 

Mis ojos se clavan en Calix y Aaron, que enfocan sus miradas oscurecidas en mí. No sé si es rabia o excitación lo que veo, pero no me quedo a descubrirlo. Siguiendo el ejemplo de Destiny, me alejo de allí y voy a pedir otra cerveza.

No estoy huyendo, solo estoy... alejándome de la intensidad de esos dos.

Cuando tengo una bebida en la mano, me aparto un poco de la multitud y doy un largo trago. Observo con cautela como Calix se desliza entre la gente, todo el mundo apartándose para darle espacio, y se encamina directo a mí. 

—Tu primer beso —comenta cuando llega, colocándose muy cerca mío y casi arrinconándome contra el árbol en el que estoy apoyada. 

—Ajá —suelto en un murmullo.

—Voy a dejarte pensar que has ganado, Frankie.

—He ganado —enfatizo. 

—Oh, ¿te refieres a tener tu primer beso con una diabla? —suelta con ironía— ¿Una de nuestras chicas? ¿Alguien que llevará nuestra marca?

—Llevará —puntuó, sintiendo una sonrisa tirar de mis labios—. Así que, técnicamente, todavía no es una diabla. Por lo tanto, mi primer beso no ha sido con una diabla —susurro, mi mueca orgullosa aumenta y levanto el mentón, acercando nuestros labios con peligro—. He ganado, Calix.

Es entonces cuando él me besa. Mi boca tiene el sabor a cerezas de Destiny y Calix me besa completamente diferente a ella. Me besa con fuerza, rabia y pasión. No puedo decir que lo disfrute menos. 

Me pierdo en su boca y no puedo decir en qué momento pasé de odiarlo a disfrutar este sádico juego que hay entre nosotros. Dios, me estoy convirtiendo en Virginia. 

Mis manos se apoyan en su pecho cuando me recuesta contra el árbol y me besa con más fuerza. Sus manos me rodean con rabia y su enfado provoca el mío, no sé por qué. Así que pronto me veo devolviéndole el beso con la misma ira. 

Nos perdemos en nuestras emociones, hasta el punto en qué no sé cuáles son mías y cuáles son de él. Lo único que puedo asimilar es que están llenas de fuego, de cólera y de chispas.

Calix y yo somos como un incendio, demasiado furioso como para apagarse, pero siempre acaba autodestruyéndose y, con ello, todo a su alrededor. 

—Nunca tuve que alejarte —gruñe contra mi boca.

—Lo hiciste —le reclamo mientras mis manos se cuelan por dentro de su camiseta.

—Lo sé, y lo odio. 

Vuelve a juntar nuestras bocas, con la misma intensidad y rabia que antes. No sé si está enfadado consigo mismo, con la situación o conmigo, pero disfruto de esta ira. Es emocionante. Es... adrenalina pura. 

Y yo amo la adrenalina. 

Cuando nuestros pulmones arden, nos alejamos jadeantes. Ni siquiera puedo respirar bien de la intensidad y el fuego que recorre mis venas. 

CALIX (SDR 3)Where stories live. Discover now