18. Reunión

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18. Reunión

Calix Greco

—Hermano, lo tuyo no es sano. 

Ruedo los ojos mientras Aaron conduce y Killian, a su lado, se queja. 

—Cállate, Killer, tú torturaste emocionalmente a Gin y nadie dice nada —le gruñe de vuelta A, centrado en la carretera. 

—Tú estabas de acuerdo, no te hagas el santo. 

—Tal vez deberías, no sé, hablarle —propongo yo, mirándolo. 

Aaron resopla, mirándonos a los dos con ojos asesinos, antes de dar un volantazo que me hace ir hacia delante por la falta de cinturón. 

—Una palabra más respecto a Destiny y choco el coche contra el primer árbol. 

—No tienes huevos —le reta Killian.

Aaron vuelve a girar el volante bruscamente, recibiendo un pitido de un conductor que nos adelanta y nos insulta. Yo, sabiendo que nuestro hermano pequeño es completamente capaz de estamparnos contra un árbol si lo molestamos demasiado (Aaron Greco es de esos a los que no les importa quemarse contigo si consigue verte arder), me meto entre ellos. 

—Vamos a calmarnos. Ni una palabra más de Destiny, Aaron sabe lo que hace. 

—Gracias —ironiza el menor—. Ahora, callad. 

Extiende la mano y sube el volumen de la música, obligándonos a mantenernos en silencio. ¿En qué momento me he vuelto yo el mediador de nuestra relación? Eso sí que es raro. 

Nos quedamos callados durante un rato, pero no demasiado porque Killian, siendo un culo inquieto, extiende su mano para bajar la música y volver a hablar. 

—¿Qué creéis que querrán nuestros padres? —pregunta, recordándome por qué estoy en un coche a las cinco de la tarde y no fulminando con la mirada las cortinas de Frankie que todavía mantiene tapando su ventana la mayor parte del tiempo. 

Suspiro, dejando caer mi cabeza sobre el respaldo del asiento. 

—¿No es obvio? Haremos los dieciocho en mayo, querrán explicarnos el funcionamiento de La Manada para cuando nos unamos. 

—No vamos a unirnos a La Manada —la voz de Killian suena preocupada—. ¿Verdad?

—No lo haremos —afirma Aaron, con firmeza. No lo digo en voz alta, pero también me calma un poco—. Cuando hagamos los dieciocho, convenceremos a nuestra familia de que queremos ir a la universidad antes de entrar en su grupito. Para entonces ya habremos secuestrado a nuestras diablas y estaremos lejos de aquí. 

El plan tenía un par de cabos sueltos, pero lo hicimos con catorce años, no se nos podía exigir demasiado. La cosa era que iríamos a la universidad más lejana posible, eso hará que nuestros padres nos mantengan económicamente durante cuatro años y nos dará tiempo para ahorrar el suficiente dinero como para poder, como mínimo, alquilar un apartamento. 

—Lo de secuestrar a las diablas es nuevo, ¿creéis que mi princesa se deje secuestrar? —una sonrisa maniática cruza el rostro de Killer— Olvidadlo, si no se deja será más divertido. 

Aaron le rueda los ojos. 

—Es una forma de hablar, Killer —resopla—. Además, estoy bastante seguro de que Gin quiere irse de Blue City cuanto antes.

—Frankie también —mi chica lleva queriendo largarse de este lugar desde hace cuatro (casi cinco) años—. ¿Qué hay de Destiny?

Killian suelta una risita burlona. 

—A ella sí tendrá que secuestrarla. 

—¡Voy a estampar el coche!

—¡Agh! Ya nos callamos —exhalo—. No se te puede hacer ni una broma, A. 

—Me gustan las bromas —me frunce el ceño—. Pero bromas divertidas. 

—Se refiere a bromas de verdad, no hechos escondidos en humor. Él realmente tendrá que secuestrar a su diabla si quiere llevársela. 

—Killian, voy a sacarte las tripas —lo dice con tanta tranquilidad que parece una afirmación en vez de una amenaza. 

—No seas asqueroso, A. 

Continuamos el camino entre bromas, con Aaron amenazando nuestras vidas de varias formas diferentes cada vez que el nombre de Destiny Sallow salía de nuestros labios. Finalmente, nos detenemos frente al antiguo psiquiátrico abandonado que ahora es la sede de La Manada.

Dos hombres de seguridad nos hacen identificarnos al no reconocernos y, aunque nos presentemos a nombre de Greco, nos hacen esperar. Aquí, nuestra palabra no tiene peso, sino la de nuestros padres. Es una sensación a la que no estamos realmente acostumbrados. 

—Está bien, Chad, pueden pasar —la voz femenina me hace darme la vuelta con sorpresa. 

Mi prima, Eclispe, entró a La Manada hace casi cinco años. Ella nos sonríe ampliamente, con su estética surfera característica. Su novio, (y primastro, o algo parecido), la abraza por la cintura desde atrás. 

—Hola, chicos —nos saluda Axel. 

—Creí que estabais en la universidad —comenta Aaron.

Eclipse y Axel tienen cuatro años más que nosotros, por lo que están terminando el último año de universidad. Ambos en Boston, Lipse estudia Biología Marina y Axel Ciencias del Mar. Ambos están tan enamorados del océano como del uno del otro. 

—Hemos venido por la reunión —señala con la cabeza la sede. Los de seguridad nos dejan pasar cuando Eclipse lo exige y parpadeo mirando a mi alrededor. 

Nunca habíamos estado aquí. Técnicamente, no puedes entrar hasta que vas a iniciarte, por cuestiones de protección y privacidad o alguna mierda así.

La pareja avanza primero, agarrados de la mano y murmurando cosas entre ellos. Eclipse y Axel están orgullosos de ser revolucionarios y, aunque en un pasado (antes de descubrir la verdad sobre la sangre de mi familia) a mí me habría gustado ser como ellos, ahora no podía imaginarme de otra forma que siendo un monstruo.

No quiero salvar al mundo, solo quiero salvar a mi familia. Y eso me deja en mis hermanos trillizos y mis diablas. Nadie más.

Comparto una mirada casi incrédula con los chicos mientras observo la enorme figura de una santa que se cierne sobre nosotros.

Solo el Diablo sabe la de cosas que debe haber visto esa estatua.

—Vamos, deben estar todos en la sala de reunión.

Eclipse nos conduce hacia arriba, donde hay varias personas alrededor haciendo varias cosas que no me molestó en intentar averiguar. Cuando entramos a una sala, observo a toda mi familia extenderse alrededor de una enorme mesa.

—Hola —saluda Eclipse—. Hemos llegado y traemos a los trillizos con nosotros.

Todos nos miran al instante y yo contengo un suspiro, sabiendo que esto dará para largo.

Recemos para que me duerma o me desmaye o alguna cosa así y me libre de esta reunión.

CALIX (SDR 3)Where stories live. Discover now