13. Dolores en el alma

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13. Dolores en el alma

Francess Blake

Calix me dejó en mi casa ayer por la noche sin decirme nada al respecto de lo que sucedió y todavía, siendo ya las diez de la mañana del día siguiente, no me ha dicho nada. Ni siquiera un mensaje. 

Una expresión sombría cruza mi cara cuando las inseguridades me arrasan como un tsunami, sabiendo que probablemente solo lo hizo para burlarlse de mí. No, no ganaste, Frankie. Ha ganado él. Siempre gana él. 

Entro la última a los vestuarios tras la clase de gimnasia, como siempre, para que nadie me vea ducharme y puedan observar mi cuerpo gordo y amorfo. Sin embargo, hoy no está vacío, sino que Virginia está terminando de cambiarse. 

Mis ojos vuelan instintivamente a sus pechos, solo cubiertos por un sujetador azul, y no sé si sentir envidia por su cuerpo perfecto o si este pellizco es excitación. Siendo sincera, no he podido quitarme el beso con Destiny de mi cabeza casi tanto como el sexo con Calix. Pero, al contrario que el último, Tiny sí que ha hablado conmigo. 

—Oh, hola, Frankie. Perdón por dejarte sola ayer. 

—No te preocupes —le sonrío, como si nada. 

Ella alza los brazos para ponerse la camiseta y es cuando veo la marca en vertical que cruza sus venas. Me congelo, incrédula porque alguien como Virginia Lennox tenga ese tipo de cicatriz. La curiosidad me invade, recuerdo las veces que quise suicidarme pero no tuve el valor para hacerlo y noto que Virginia es mucho más valiente que yo incluso en ese tema. 

Ella es una verdadera diabla. Jodidamente perfecta para ellos. 

—Tengo que irme, quiero ver a Killian antes de entrar a la siguiente clase —me sonríe—. Nos vemos en el almuerzo. 

—Seguro —le dedico una mueca agradable y ella me da un beso en la mejilla antes de alejarse. 

Suelto un suspiro, quitándome la ropa y dejándola en uno de los bancos del vestuario. Me meto en las duchas y dejo que el agua, ya fría, relaje mis músculos. O lo intento, por lo menos, creo que hace mucho tiempo que no estoy completamente relajada. 

No tardo mucho, a pesar de que los vestuarios están vacíos no me siento cómoda sin ropa. No obstante, cuando salgo envuelta en una toalla entro en pánico. 

Tres chicas, animadoras, a las que no conozco personalmente más allá de sus burlas anteriores hacia mí tienen sus teléfonos grabando apuntando hacia mí y sé que esto me va a hacer llorar. 

—Vaya, pero si está aquí Frankenstein —se burla una de ellas—. Hemos estado mirando tu ropa, pero la talla elefante no nos vale a ninguna. 

Mi corazón salta sobre mi pecho con pánico cuando dirijo la mirada al banco y lo veo vacío, sin señas de mis prendas. Ay, no. 

—Venga, Frankenstein, ve a buscarlas. Las hemos dejado en el baño de chicos —dice otra, antes de que entre las tres me empujen fuera del vestuario. 

Todas las miradas se dirigen a nosotras y no tardo en escuchar risas y burlas. Mis ojos se llenan tanto de lágrimas que mi visión se emborrona. Corro, sin pensar mucho a dónde, mientras que me aferro fuertemente a la toalla que me cubre. 

Me meto en el cuarto del conserje, mientras que el ataque de pánico me invade. Saco mi teléfono y llamo a Calix, esperando que esto no sea obra suya. Realmente necesito que esto no sea obra suya. Pero él no me responde al teléfono y me parece explicación suficiente a mi súplica mental. 

Lloro más. Me había desacostumbrado a las burlas y nunca habían intentado dejarme desnuda. Nunca así. Me tiemblan las manos y una melena rizada rubia llega a mis pensamientos. 

CALIX (SDR 3)Where stories live. Discover now