Capítulo 3

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Emanuel Aguirre

Me sigue sorprendiendo hasta el día de hoy que Lola siga tan igual como siempre. Su cabello sigue siendo largo, no hay una sola tintura, tiene casi el mismo flequillo, usa las mismas redes que hace diez años —quizás ahora recién se unió a Tik tok—, su ropa sigue llevando su marca... Todo de ella sigue igual. Y es perjudicial no cambiar en diez años, realmente lo es.

No puedo creer que no haya creado una personalidad propia, que su único cambio físico sea incorregible y que todo lo demás permanezca igual. ¿No ha aspirado a nada? Sus diseños dicen mucho de ella, más de lo que cualquiera puede ver.

Menos mal que soy diseñador, porque sino no sabría quién es. Oh, bueno, de todas formas me enteraría, ya que la conozco bastante bien. Si no ha cambiado, sigue teniendo sus mismas manías y facetas emocionales, esas de las que siempre me reía.

Seguro sigue volcando el café en la mesa al llenarlo al tope y mancha siempre su pijama nuevo de cada año. También come arroz con queso los domingos mientras habla por teléfono con su mamá de chismes. Y, obviamente, va al gimnasio a la mañana solo para sentirse disciplinada.

Hasta cierto punto siento que su vida es muy aburrida, así que me alegro de que haya llegado acá. Sí, insisto, no la busqué yo, recién ahora me acuerdo de ella. Tuve muchas cosas con las que ocuparme como para ser el galán de una comedia romántica. Manejar este lugar e irme de fiestas a su vez, no es nada fácil.

—Jefe, ¿compró un nuevo celular? —escucho la voz de Jesica en cuanto salgo de la oficina, ya que es hora de que todos nos retiremos de nuestro horario laboral.

—¿Eh? Ah, no Jessie, este es de mi asistente, se le olvidó.

—¿Quiere que vaya a dárselo?

—Nop, puedo ir yo.

La veo apretar los labios y es muy notorio que se siente incómoda ante la presencia de Lola. Jessie es mi mejor amiga y mano derecha. La he traído de Italia hasta acá solo porque es la única que sabe escoger al mejor personal y toma buenas decisiones para la empresa, pero es imposible no encariñarse con ella y su buen trabajo. Aunque no lo parezca, no es alguien que toma resentimiento fácilmente, así que algo debió de afectarle.

—Ey, tontona, no hagas esas caras —insisto mientras le despeino el pelo de tal manera que realmente queda arruinado el peinado.

Uy, a veces me paso un poco, pero bueno, lo tenía muy planchado para mi gusto.

—Siempre lo mismo con usted.

—Soy "vos".

—Me cuesta usar esa palabra cuando usted se ve tan profesional.

—Me das bronca, Jessie.

—Bronca...

Mi dai fastidio —murmuro y veo que ella sonríe. Claro, cómo no, siempre jodiéndome—. Gringa boluda.

—Lo denunciaré si vuelve a decirme gringa.

—No si antes escapo del país.

Yo salgo corriendo, pero ella solo se mantiene profesional, riéndose con una mano que le cubre la boca. No puedo creer que siempre quedo en vergüenza. Aparte todos me miran raro, pero no me dicen nada por respeto al hecho de que soy su jefe.

Gracias, compañeros, por solo reírse como si estuviera bien de la cabeza.

Salgo de la empresa saludando a todos y encargándole a Jessie que cierre a través de un grito muy fuerte. Todos se han acostumbrado a mi actitud. Saben que soy un poco descontrolado y que la de "tener vergüenza" no me la sé desde hace rato. Hemos crecido tanto porque he hecho de todo, incluidos los videos más humillantes de Tik Tok —nunca busquen "Emanuel mueve la cola por Aurora", juro que ese no soy yo—.

Las ocurrencias del diseño | ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora