Capítulo 10

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Emanuel Aguirre

Me agarró una nostalgia rara esa noche que llevé a Lola a su casa. Casi sentía que éramos los mismos de antes, emocionados por andar en un auto que considerábamos propio y no le habíamos dado mucho uso. Pero se siente como si todo se distorsionara.

Incluso, al día siguiente, todo parece normal, pero yo agarré intriga por muchas cosas nuevas que Jessie se ocupa muy lentamente de investigar. No puedo confiarle a nadie más que a ella el pedido de obtener el contacto de la madre de Lola.

Me sentí estúpidamente recibido a la hora de dejarla a ella allá, en su verdadera casa, donde vivía su mamá. No le pregunté por qué, pero al verla salir, a la señora que no veía hacía diez años, sentí algo que me picaba en la garganta y en los ojos. Sé que eran lágrimas, pero es muy pelotudo llorar solo por ver a alguien que no me reconocería.

Pero tuve la necesidad de que me reconociera y quizás por eso sigo manteniendo cerca a Lola, procurando que no se me escape de las manos de nuevo.

Siento que tengo algo pendiente con ella, incluso si dudo que le pase lo mismo al verme.

—¿Acaso ahora estás planteándote ser un jefe acosador?

—¿Tan poca atención masculina recibís que te extraña que te mire?

—Se podría decir que sí.

—Qué triste.

—¡Es un chiste!

Solo se desconcentra de su trabajo cuando tiene que reformularme algo. Es, ciertamente, graciosa con esas cosas.

Tengo mucho de lo que ocuparme esta semana: de sus diseños y cómo se implementan con los míos, de encontrar a su madre, porque soy muy olvidadizo como para recordar su casa, y de organizar una fiesta.

—¿Qué pusiste para el sábado, Emanuel? —me pregunta con ese entrecejo fruncido.

—Jodéme que lo puse ahí también. —Justo cuando está organizando mis cosas.

—Eh... Pusiste "J con DJ Alan". ¿Es una nueva colaboración?

—Es una joda, obviamente.

—¿Una joda en sentido "broma"?

Cierto que tenemos varios significados para la misma palabra.

—Una joda en sentido fiesta, Lola. Sé rápida, corazón.

—Ah. ¿Y eso qué tiene que ver con lo laboral?

—No sé.

Ella suspira y vuelve a centrarse en eso, esta vez con una expresión un poco más rara. ¿Querrá venir? No, a ella no le gustan las fiestas. La conozco muy bien y puedo decir con toda la certeza del mundo que la abruma el ruido fuerte y las personas pegadas entre sí.

Aunque esto sería diferente. Es una joda en la playa, hay parlantes lejos y si ves mucha gente, te tirás al mar. Hay soluciones sencillas. Solo que ella no es nada fácil de tratar.

—Si me terminás de explicar lo que está mal en mi diseño, te permito venir a mi joda.

—Me chupa tres huevos.

—Qué irrespetuosa.

—Lo siento, señor Aguirre.

Tiene su mismo tono monótono, así que acepto que no quiere venir ni loca a mi fiesta. Seguro sigue siendo la misma piba introvertida que prefiere quedarse mirando series en casa —solo porque le asustan los ambientes que no conoce—. Siempre fue tan... aburrida. Y no, no juzgo lo que hace, juzgo lo poco que se arriesga.

Las ocurrencias del diseño | ONC2024Where stories live. Discover now