Capítulo 8

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Lola Gutiérrez

Llego a casa agotada y con mi muestrario en manos. Obviamente no se lo iba a dejar a Emanuel corriendo el riesgo de que me lo termine corrompiendo. Sus ideas podrían dañar las mías, pero las mías podrían complementar las suyas. Curioso, ¿no?

Justo cuando llego, mi mamá empieza a llamarme y yo apenas puedo prender la luz. Mi casa es tan... vacía de recuerdos. Tengo decorativos como todos, pero son regalos. Incluso los que compré, no se sienten míos.

—Mamá, hola —respondo como cada semana y ella, siempre con su voz suave, me pregunta cómo va mi día—. Bien... Fue una buena jornada y estuve cerca de mostrarle mis diseños a Nike.

—¡Esa es mi hija! Pero un paso a la vez.

—Sí, igual mi jefe se olvidó de llevar mi trabajo, así que no importa.

—Ese jefe tuyo suena como un descarado.

No puedo decirle que mi jefe es su amado Martías Savino, el chiquito al que siempre consentía como su madre. Seguro se enojaría por el trato que le estoy ofreciendo, incluso si él es un boludo conmigo.

—Recordá que podés estar en miles de lugares, pero... por ahora quedáte ahí, corazón.

—Sí, ma, obvio, tiene re buena paga.

—Tiene muchas cosas que tus anteriores laburos no y no es por desprestigiarlos.

—Sí, sí. —Siempre digo lo mismo.

—¿Y cómo va tu corazoncito con lo de Joel?

Hay una parte que olvidé sobre ese día cuando me puse a recordarlo todo: era el aniversario de la muerte de mi papá. Murió hace ocho años por cáncer de pulmón. Es raro, todo este lugar se sigue sintiendo vacío.

Joel me bancó cuando nadie más estaba y ocho años después eligió dejarme, justo ese día. Ni siquiera se inmutó cuando le grité sobre la muerte de él. "No podemos seguir solo por recuerdos pasados ni mucho menos me podés atar por la tristeza ante la muerte de tu papá" dijo muy seriamente, aunque probablemente se disculpó por todo, pero preferí no pensar en ello.

—Va todo bien, solo que me pegó en el ego.

—Perdonáme, hija, me pensé que era un buen chico.

Mamá insistió para que saliera con él, yo no le veía la gracia, pero quería probar qué tan acertada estaba.

En ese entonces, me gustaba Emanuel, no Joel.

—No es tu culpa, mamá.

—Si te hubiera animado a salir con Matías...

—Hubiera seguido todo igual.

—Al menos él sí te quería.

No te lo querés imaginar ahora, mamá.

Cambio de tema y hablo de otras cosas con ella, diciéndole que no me quiero poner sentimental.

Escucho su chisme social de miles de amigas y de cómo le va como dermatóloga hasta que estoy a punto de quedarme dormida, pero cuando corta, me llega un mensaje de Humberto.

"Hola, linda, ¿por qué tardé tanto en tener tu número?"

"Jajaja, perdoná, pero hace doce años no chamuyo"

"Bueno, entonces yo tomo la iniciativa, ¿cuándo venís a casa?"

Ay, ¿esto no es muy rápido? ¿Tan atrasada me quedé?

Ni siquiera estoy segura de si es una cita o una invitación a garchar. Garchar suena raro en mi boca y vocabulario. Antes decía "hacer el amor" como si realmente eso me hubiera unido con Joel, pero era tan bajo el placer que sentía que ni siquiera pensaba en darle un buen nombre.

Las ocurrencias del diseño | ONC2024Where stories live. Discover now