Capítulo 7

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Emanuel Aguirre

A mí parecer, la idea planteada es increíble y conquistó a los de Nike, ya que es futurista y encantadora para los que tienen guita. ¿Quién no quiere tener una remera que pueda asegurarte tu estado físico mientras entrenás? Es lo que todos los jugadores necesitan.

Pero Lola no se ve nada convencida con la idea.

—Está mal formulada —dice en cuanto salimos de ahí.

Ni siquiera se fijó en el hecho de que no mostré sus diseños. ¿Tanto le importó mi idea? Seguro solo quiere salir con algo en mi contra.

—No lo creo, ya lo estuve analizando con otros diseñadores profesionales.

—Entonces todos tienen el cerebro reducido para solo darte la razón.

—Soy "usted" para vos, Lola. Mantené la postura.

—Bueno —murmura como toda maleducada, pero por lo menos tiene una buena postura delante de los otros.

No volvemos a tocar el tema hasta llegar a la empresa. Pero yo soy el que lo saca y ella se excusa con que debe ir a almorzar "tarde" como siempre. Quizás sí notó que no demostré ninguno de sus proyectos.

Esto es más difícil de lo que Jessie me dijo. No puedo simplemente cagarla con cada paso que doy con ella. Quizás... sea buena idea preguntarle qué ve de malo en mi perfecta idea. Todos tenemos errores, aunque los míos sean mínimos.

Salgo del despacho y voy directo hacia la cafetería, que está desocupada a este horario, pero no tardo en encontrarme una escena peculiar.

Lola está hablando muy íntimamente con el empleado y parece la medida perfecta del tipo ideal para ella. Demasiado ideal. Sonrisita ganadora, nariz llamativa y cabello lleno de rulos. Sumémosle que la piel bronceada le da diez puntos. Además, ella tiene todos los gestos de interés típico como asentir lentamente con la cabeza o dar breves sonrisitas. Si la he tenido que ver enamorada...

El problema es que no creo que sea el tipo ideal de ¿Humberto? Bueno, sí, ese pibe de nombre raro. Además, debe tener como seis años menos que ella. ¿Ahora le gustan los pibes menores? Definitivamente está yendo por muy mal camino.

Me acerco hacia donde están ellos dos, tonteando como si nada, y me siento al lado de Lola. Ella me observa de una forma que se podría decir "amenazante" si no me diera vibes de cachorra enojada, pero yo solo toqueteo la mesa para llamar la atención del chico.

—Un café, por favor.

—Apenas son las tres de la tarde —dice ella entre dientes.

—¿Nunca oíste sobre lo adicto que somos al café los jefes?

—Le hará mal a la larga.

—Entonces, un batido, por favor.

—¿Batido de...?

—Frutilla —responde Lola por mí. Bien, me está conociendo.

—Tienen el mismo gusto.

—Sí, solo en eso coincidimos.

Pero admito que no tenía idea de que a ella le gustaran los batidos de frutilla.

—¿Desde hace cuánto te gusta?

—¿Es tan notorio?

—Acabás de darlo a entender.

La veo impactarse y abrir los ojos como si estuviera viendo a una vaca flotando. ¿Me malentendió?

—Hablo del batido, por cierto.

Solo ahí veo que se relaja.

Le gusta el que tiene pinta de gato, como siempre.

Las ocurrencias del diseño | ONC2024Where stories live. Discover now