Capitulo 8

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Maratón 1/3

Nunca os ha pasado que os ponéis a pensar que la vida en realidad no existe, que es todo un juego de alguien que solo quiere haceros sufrir. O en que estáis en una pesadilla de la que cuesta mucho levantarte y que ojalá en algún momento despertaras y todo se solucionase, que todos los problemas acabasen.

Muchas veces me replanteaba el motivo de la existencia. ¿Como fue que de repente aparecieron los humanos y fuesen multiplicándose? No tenía sentido.

Justo hoy, me lo estaba replanteando mucho, más de lo normal.

Estaba destrozada. Solo quería llorar e irme de la discoteca, pero no quería preocupar a ninguna de las chicas y decirles que me encontraba mal mentalmente.

Eran las 5 de la mañana y todas iban un poco borrachas, pero no lo suficientes como para no saber lo que hacen.

Sobre las 3:30 de la mañana, me había llamado un número oculto.

Flashback

—¿Si?—pregunté extrañada. ¿Quien cojones llamaba a las 3 de la mañana?

—Llamamos del hospital general de Tenerife—dijeron—. Su madre, Eugenia Rodríguez Santana, ha fallecido de cáncer hace apenas unas horas...

Siguió hablando pero yo me quedé parada al escuchar la frase "ha fallecido de cáncer". ¿Porque no me había dicho que había recaído? ¿Me acababan de decir que había muerto? Rezaba por que fuera una broma de mis primos o algo así.

—¿Desculpe, como?

—Su madre, Eugenia Rodrigues Santana, ha fallecido de cáncer y su padre, Francisco Díaz Baute, se encuentra en coma debido a un infarto que le ha dado al encontrar a su esposa sin vida—repitió—. Siento mucho darte esta noticia, que pases buena noche.

Me fui al baño corriendo y vomité todo lo posible. Las lágrimas no tardaron en salir a chorros de mis ojos.

No podía ser. Esto tenía que ser una broma de mal gusto. No me lo podía creer.

Solo quería dejar de existir. Una de las dos personas que más quiero en este mundo, muerta, y la otra, en coma. Me estaba a punto de entrar un ataque.

Una hora estuve encerrada dentro de un cubículo. Solo lloraba y temblaba. También me costaba mucho respirar y el calor que hacía en esa discoteca no ayudaba en nada.

Una chica cualquiera me preguntó que qué me pasaba, ya que se me escuchaba llorar. Yo solo fingí y me inventé que me acababan de poner los cuernos. La chavala me hizo salir del cubículo e ir a la pista a bailar.

La chica fue muy maja, intentó hacer que riera. Cosa que no funcionó, pero al menos lo había intentado.

A las 5:30, por ahí, vino Alexia y me dijo que ya nos íbamos.

Fuimos en el coche con Alexia, Olga y Aitana. Ona conducía y yo iba de copiloto.

Yo estaba apagada, no decía nada. Esa chica que siempre hacía bromas ahora solo daba pequeñas señales de vida diciendo que si a todo lo que le preguntaban. Las chicas seguramente lo notaron. No dijeron nada, saben lo difícil que me es abrirme con la gente.

—¿Estás bien?—preguntó Ona al darse cuenta de mi estado de ánimo.

Yo asentí sin mirarla.

Obviamente no me creyó.

—Solo que estoy cansada—murmuré.

Ella asintió sin creerme, pero no insistió más, cosa que agradecí.

Al llegar a la habitación me puse el pijama y me metí debajo de las sábanas. Las lágrimas volvieron a apoderarse de mí y empecé a llorar silenciosamente.

No podía dormirme, por lo que a las 7 cogí las llaves de la habitación, una sudadera y salí silenciosamente.

Me dirigí andando hacia un local que estaba cerca de la Masia. Era una galería de tiro a la cual siempre iba cuando necesitaba calmar mis emociones.

Soy una persona que siempre solía estar activa y feliz, pero mis emociones no sabía controlarlas y mis actos, menos.

Siempre que sentía rabia o enfado me daban ganas del pegar cualquier cosa. Por eso mismo, también me gustaba pasarme el día en el gimnasio de la Masia pegando al saco.

Al entrar saludé al chico que tenía turno de noche y me dio la pistola que siempre usaba. Me dirigí hacia donde tenía que ponerme y empecé a disparar mientras salían lágrimas de mis ojos.

Me concentré en el sonido de las balas al impactar contra el cartel. Durante un buen rato, conseguí olvidarme de todo el caos de vida que estaba teniendo en esas últimas horas.

Cuando me desahogué del todo ya eran las 10 de la mañana. El entreno empezaba a las 10:30, pero iba a saltármelo. Tenía cosas más importantes que hacer.

Le dejé un mensaje a Jona avisándole que no iría y el me regañó por avisarlo tan tarde, aunque me daba igual en ese momento.

Fui a casa de Alexia. Necesitaba un abrazo de la única familia que me quedaba.

Solo estaba Olga. Alexia, como buena capitana, ya se había ido hacia las instalaciones del club.

Cuando Olga me abrió lo primero que hice fue derrumbarme en sus brazos y no soltarla en una hora. Cuando me tranquilicé un poco, le conté todo lo que había pasado.

—Lo siento mucho, Isa—murmuró dándome un beso en la frente. También tenía los ojos cristalizados—. Pero quiero que sepas que no estás sola, cariño. Nos tienes a Alexia y a mi, que somos como tus segundas madres. Tienes a Ona, que es tu mejor amiga, siempre estará allí para ti. Tienes a todo el equipo y a las de la Masia que siempre que lo necesites te ayudarán. No quiero que pienses que no te queda nadie, ¿vale?

Yo asentí mientras limpiaba mis lágrimas.

—¿Quieres que te ayude a buscar viajes a las islas?—me preguntó después de unos minutos de silencio.

Yo asentí y la abracé.

—Muchísimas gracias Olga.

—No hay de que, renacuaja.

A la hora por ahí llegó Alexia, preguntándole a su novia si sabía algo de mi. Ella le señaló el sofá, donde me encontraba yo intentando descansar un poco.

Alexia se sentó al lado de mi cabeza y empezó a darme mimos en el pelo, cosa que hizo que mis ojos volvieran a humedecerse.

—Isa, cariño...—murmuró—. Lo siento tanto...

Sollocé y me abrazó.

—¿Porque me tiene que pasar a mi, Ale? ¿Porque siempre quien acaba sufriendo soy yo? ¿Que he hecho para merecer esto?—hablé en un hilo de voz.

—Eso nadie lo sabe, Isa, pero lo que yo sí que sé es que eres muy fuerte y vas a superarla con el paso del tiempo—murmuró—. Tu piensa en los momentos bonitos, no debes estar llorando por ella, debes estar feliz por todo lo que ha dado por ti. Por luchar por mantener a vuestra familia en pie hace años, por estar siempre con una sonrisa aunque ella lo estuviera pasando mal. En el fondo, ella ahora ya no está sufriendo. Tu madre está allí arriba, esperando ver como evoluciona tu vida día a día. Como sonríes, como te enfadas, como lloras. A partir de ahora va a estar contigo, solo que desde el cielo.

La abracé y seguí llorando. Era verdad, no debía estar llorando, mamá no estaría orgullosa de mi.

Llegó Olga y se sentó al lado de Alexia.

—Ya tienes el vuelo a Tenerife, es mañana por la mañana—anunció.

—Dime cuánto cuesta-

—No hace falta que lo pagues, cariño, solo me faltaría cobrarte—me interrumpió.

—Os quiero mucho—murmuré abrazándolas.




Perdón por así de repente hacer que la historia sea triste, pero tenia que darle drama porque o sino no soy yo.

Luego, antes de irme a entrenar os subo el siguiente capítulo y cuando acabe de entrenar os subo el último del maratón.

M.A.I-Ona batlleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora