Capitulo 9

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Maratón 2/3

En mi vida se me había hecho tan largo un vuelo.

Básicamente estaba yo ahi, en un asiento a las 6 de la mañana, haciéndome la dormida durante tres horas seguidas.

Al llegar a las islas, lo primero que hice fue ir a ver a mi tío y a mis primas. Era, literalmente, la única familia que me quedaba.

Piqué al timbre y me abrió Juan, mi tío.

—¡Isa, cuanto tiempo!—dijo en un tono triste.

Yo me lancé a abrazarlo. Luego se nos unieron mis dos primas: Lucia, de 14 años y Valentina, de 12.

A los minutos ya me dejaron entrar, dejé mis cosas den la entrada y nos fuimos a sentarnos en el sofá.

Se notaba en el ambiente la tristeza de la pérdida de la hermana de mi tío, o sea, mi madre.

—¿Porque no me dijo nada?—murmuré con un hilo de voz.

Vi como a mi tío le costaba tragar saliva.

—Quería esperar a que acabase el mundial, no quería que te desconcentraras—dijo.

No supe que responder. Solamente me tapé la cara con las manos y volví a llorar.

Después de unas horas de estar en casa de mi tío hablando un poco con mis primas, me fui dirección a mi casa, la cual estaba vacía.

El entierro iba a ser el día siguiente, así que esa misma tarde iría al hospital a ver a mi padre.

La casa se sentía más vacía de lo que ya estaba. No escuchar a mi madre cocinar con la radio en la cocina y tampoco escuchar a mi padre haciendo trabajos en el jardín se me hacía raro.

Fui a mi habitación y me encerré en ella con un álbum de fotografías de la familia.

Me puse a llorar mientras pasaba las páginas con mis fotos favoritas.

De golpe, el sonido del timbre resonó por toda la casa. Me levanté y dejé el álbum sobre mi cama sin ganas. Bajé a abajo y abrí la puerta.

Una chica de metro sesenta con una melena morena se me lanzó q abrazarme. Yo me aferré a ella como si no hubiese nada más en este mundo.

—¿Que haces aquí, Ona?—pregunté en un hilo de voz.

—Estas loca si pensabas que te iba a dejar sola—murmuró mirándome triste.

—No tendrías que haber venido—dije, aunque agradecía mucho que estuviera allí conmigo.

—Por ti iría al fin del mundo, Bela.

Volví a abrazar y mis ojos volvieron a humedecerse, pero esta vez no de tristeza sino de amor. Desde la noticia de mis padres estaba con los sentimientos a flor de piel y lloraba por todo.

—Te quiero Ona.

—Yo también te quiero Bela.

Pero ella no lo decía en el mismo sentido que yo...

Fuimos a mi cuarto, donde ahora, veíamos las dos juntas los álbumes de fotos que tenia mientras yo le contaba con una sonrisa triste la historia de cada una de todas y cada una de las fotos.

No me di cuenta y me dormí en el hombro de la catalana. Estaba muy cansada, esa noche no había dormido nada y llorar me sacaba todas las energías.

Sobre las 7 de la tarde me desperté y me encontré a la morena mirando el móvil mientras me abrazaba por la cintura.

—Buenos días bella durmiente.

Hice un gruñido con la garganta.

—¿Que hora es?

—Son... las siete y media.

—Mierda, quería ir al hospital—murmuré.

—Las visitas cierran a las nueve, aún podemos ir a ver a tu padre—contestó con una cálida sonrisa en su cara.

Sonreí muy levemente y la abracé.

—Entonces vamos a verlo.

Al llegar al hospital y preguntar por mi padre, me dieron la habitación en la que se encontraba.

Entré a la habitación cogida de la mano de Ona, me daba seguridad.

—Hola papá...—murmuré en un hilo de voz, mientras, inevitablemente, se me caía una lagrima por mi mejilla.

Empecé a contarle todo mi caos de dia, ya que no se habían podido enterar de que me habían cogido en la selección. Sabía que en el fondo, aunque no estuviera consciente, que él me estaba escuchando.

Un enfermero entró en la habitación y nos avisó de que nos teníamos que ir ya.

—¿No me puedo quedar por la noche?—pregunté.

—Solo puede quedarse una de las dos, la otra se tendría que quedar en la sala de espera—explicó.

De repente, se escucho a alguien murmurar algo. Yo miré a Ona confundida ya que supuse que había sido ella. Me encontré con que ella me miraba también igual de confundida que yo.

—¿Has sido tu?—preguntó la catalana.

Yo negué con la cabeza y miré al enfermero.

—Ha sido el.

Las dos nos giramos rápidamente hacia mi padre, el cual estaba abriendo los ojos.

Puse mi mano en mi boca y ahogué un grito. La mejor noticia que me acababan de dar ese día.

El enfermero le dio al botón de urgente y nos echó de la habitación con la excusa de «tenemos que hacerle unas revisiones muy importantes». Básicamente, que por una cosa buena que pasaba me echaban fuera.

Me fui hacia fuera del hospital cabreada, sin esperar a Ona que me seguía medio corriendo.

—Bela, no te enfades con el mundo, tu padre está bien, joder, te tendrías que poner feliz—habló llegando a mi lado.

—Ya se que me tendría que poner feliz, pero me da rabia porque por una cosa buena que pasa hoy, van y me la quitan—expliqué llorando de frustración.

Ella me abrazó am ver como lloraba. Odiaba llorar delante de la gente, pero con ella se me hacía tan fácil que lo hacía sin darme cuenta.

—Vamos a tu casa, necesitas descansar.





Entreno de 6 a 8, asi que a las 8 por ahí tendréis el capitulo que me falta(las cosas se pondrán más felices en el siguiente capitulo)

M.A.I-Ona batlleWhere stories live. Discover now