22. Antes de que acabe la noche

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Quedaban tan solo tres noches para la gran velada. Todos los nobles del reino vivían esos días únicamente para la fiesta de cumpleaños del príncipe, y es que, desde la boda del rey Harold con la duquesa Sofía de Witbalt, no había habido un acontecimiento igual.

No pensaban ni hablaban de otro tema. Desde un punto de vista político, los hombres coincidían en que era importante para el devenir del reino, pues, con la mayoría de edad del príncipe, estaba asegurado tanto internamente contra el vago proletariado que no quería trabajar, como externamente por las relaciones con otros países. Si bien no habían tenido ocasión de conocer al heredero en persona, se mantenían positivos con su futuro rey. Socialmente, las mujeres cuchicheaban acerca del príncipe y todo lo que representaba: una oportunidad de situarse mejor en la escala social. Las madres presionaban a sus hijas para que perfeccionaran sus mejores características, mientras estas elegían el vestido que las haría destacar la noche más esperada.

La señora Thurday había pasado los días previos intentando mejorar la apariencia de su hija. Ya había rechazado la idea de casar a su hija con un joven noble y se había empezado a plantear otros caminos para conservar su estatus. Ahora, desde que el príncipe había alabado el vestido de Winnifred, creía posible que ella tuviera esa oportunidad como cualquiera otra joven. No había permitido que comiera mucho esos días y había supervisado cada actividad que la joven hacía, haciendo hincapié en cada error, por pequeño e insignificante que fuera. Quería mostrar en la fiesta a la perfecta hija que nunca había tenido. Por eso, también había insistido tanto a su marido para que le permitiera gastarse una cuantiosa cantidad de dinero en un precioso vestido. El señor Thursday, si bien no quería desperdiciar de esa manera el dinero que tanto le costaba ganar, coincidía con su mujer en la ilusión de casar a su querida hija con el príncipe. Y sabía que Winnifred agradecería un nuevo vestido más lujoso para lucir esa noche, por lo que no podía decepcionarla.

Sin embargo, Winnifred no compartía la fantasía de sus padres y veía gracioso los intentos de su madre para que se exhibiera más bella de lo que era. Del mismo modo que su hermano también se reía, y es que Edmund se mostraba escéptico con todo eso. A ella no le importaba la opinión que diera, seguía entristecida por la discusión que mantuvo con Sally, a quien había considerado una amiga. Asimismo, porque había conocido al príncipe en persona, sabía que jamás sería posible un acercamiento de ese estilo entre ellos.

La noche transcurrió con lentitud hasta la llegada del príncipe, momento en que los asistentes se volvieron locos por su aparición. Todos querían un momento con él, para hablar, para coquetear... para lo que él estuviera dispuesto. Todas las damas tenían reservado un baile con él, por lo que prácticamente no salía de la pista de baile, aunque solo había una chica con quien realmente le apetecía bailar. Sin embargo, por mucho que buscara con la mirada, no podía encontrarla, pues, en todo momento, estaba rodeado de gente que no le permitía moverse libremente.

Al fin, como un rayo de sol atravesando la tupida cortina, pudo ver un llamativo vestido naranja y supo enseguida que era a quien buscaba. Se acercó lentamente hacia ella, disimulando como si pretendiera coger una copa de la bandeja del camarero. Pudieron intercambiar tres palabras antes de que la música comenzara y tuviera que volver a la pista de baile.

Fue poco lo que hablaron, pero no pasó desapercibido para el rey, quien tenía en todo momento un ojo puesto sobre su hijo, vigilando cada movimiento que hiciera. Era la primera chica a quien se acercaba interesado.

Con un suave gesto, le pidió a un mayordomo que se acercara.

—¿Quién es esa joven? —Si bien la pregunta era sencilla, el sirviente no supo responder—. Averigua quién es esa joven antes de que acabe la noche.

Cuando se hubo apartado, siguió manteniendo la mirada sobre su hijo, quien empezaba a notar un cosquilleo en la nuca. Debía tener cuidado si quería volver a acercarse a esa chica y poder mantener una conversación.

La conjura del eclipseWhere stories live. Discover now