♞; dos

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El tiempo para las visitas termina y de inmediato somos escoltados fuera del edificio de justicia por los agentes de la paz, quienes nos guían hacia la estación del tren que nos levará directo hasta el Capitolio.

Una vez hemos llegado a la estación los agentes de la paz nos detienen para que las cámaras  capturen el momento, y en lo único que puedo pensar cuando veo el flash de estas estallar contra mi rostro es ¿cuánto más quieren humillarnos? ¿qué tipo de maníacos son para hacernos posar frente a las cámaras y luego mandarnos sin remordimiento a aquél baño de sangre? El agarre de los trajeados se afloja dándonos a entender que ya podemos entrar al tren.

Todas mis retorcidas expectativas sobre como era el tren por dentro murieron en el instante en que puse un pie en su interior, el tren de mis pesadillas se fue dando paso a un tren que jamás imaginé.

—Adelante, mis niños. Coman todo lo que gusten. —habla Effie, caminando sobre sus enormes plataformas. ¿Cómo puede mantenerse en pie con eso?

Me encamino hacia una de las mesas repletas de comida, curiosa por los manjares que yacían puestos en diversas bandejas sobre esta. Una bandeja con gomitas colocadas con esmero de forma que hagan una pirámide, llaman mi atención y sin pena alguna tomo un puñado de ellas destruyendo aquella pirámide. Me dirijo hacia los sillones para poder tomar asiento y así intentar comer algo para que el estómago deje de doler por hambre.

—Iré a buscar a Haymitch. —informa Effie examinandome como si fuera un bicho peligroso, masculla cosas para si misma mientras sale del vagón.

Un tenso silencio recae sobre nosotros dos, Peeta está sentado con sus orbes perdidos entre pensamientos que seguramente sean similares a los míos, o quizás no tan pesimistas.

—¿Cómo has estado? —preguntó luego de tragar una de las exóticas gomitas. Un molesto cosquilleo se posa en la boca de mi estómago cuando él alza la vista y la posa sobre mí y me cuesta diferenciar si aquella sensación es debido a las grandes ganas de vomitar que tengo desde que salí electa o si es porque desde siempre su mirada me ha provocado algo inentendible.

—Prefiero no contestar. —responde tajante, desviando su mirada hacia el gran ventanal del vagón com vista a los verdes bosques del 12.

—Disculpa. —susurro apenada. —solo...

—Solo guarda silencio, Lime. —pide haciendo una mueca de cansancio, quizás hasta de molestia.

Decido enfocar mi vista lejos suyo, algo apenada  con su reacción. Llevo una de las gomitas hacia mi boca, masticando despacio mientras poco a poco comienzo a perderme entre mis pensamientos y recuerdos.

Luego de lo que parece una eternidad oigo el suave ruido mecánico de la puerta al abrirse, poso mi mirada sobre el único vencedor con vida del distrito 12. Haymitch Abernathy. Presentarme es lo mejor que puedo hacer en este momento.

—Hola, soy Lime F... —un gruñido escapa por sus labios a la vez que hace un brusco gesto en mi dirección.

—Sé como te llamas, niña. —responde a mi vano intento de presentarme. Boqueo como pez fuera del agua al no saber que hacer o decir a eso.

—Lamento que debas estar semanas sin poder consumir esa porquería  —señalo con un gesto de cabeza la petaca que sostiene entre sus callosas manos. —por intentar ayudarnos a salir con vida de ese lugar.

UNA HISTORIA DIFERENTE.➹Peeta Mellark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora