♞; cuatro

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Me dejo caer de frente sobre la cama, ocultando mi húmedo rostro entre las sábanas ahora arrugadas. Puedo oír los descontrolados latidos de mi corazón, y me duele saber que a pesar de sus palabras sigo igual de enamorada que en un principio.

Cuando el llanto es más calmado me levanto para poder quitarme la ropa y me acuesto, sin embargo no me duermo de inmediato, sino que me quedo pensando en que a partir de ahora mis días están contados.

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La suavidad de unas caricias son las que me despiertan, me revuelvo entre las sábanas hasta que por fin abro los ojos.

—Buenos días, Sweet Girl. —frunzo el ceño, confundida ante su apodo. Cinna alza la comisura de sus labios y se dispone a explicar. —Ese ha sido la abreviatura del apodo que te ha asignado todo el Capitolio luego del desfile en carruajes, preciosa. El verdadero es "Sweet and Cold Girl" pero al igual que todos, opino que Sweet Girl te queda mucho mejor. —me guiña un ojo antes de dar un toque en mi mejilla.

Cinna se levanta yendo hacia una esquina del cuarto y volviendo con un traje entre sus manos. —Arriba, Sweet Girl, debo alistarte para ir al entrenamiento.

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Salgo del cuarto junto a Cinna, ya lista para bajar e intentar aprender todo lo posible para una vez entre a la arena. Que realidad más tenebrosa.

—Oh, pero si ahí viene nuestra Sweet Girl. —habla Effie, llamando la atención de los demás, la veo juntar sus palmas a la altura de su pecho, con una sonrisa de oreja a oreja que nunca antes se la había visto. Camina hacia mí y sin darme tiempo a reaccionar me abraza y besa ambas de mis mejillas.

Luego del incómodo momento voy a tomar asiento e intentar llenar mi estómago con algo de comida, la necesitaré.

—Hoy será el primer día de entrenamiento. Peeta, evita dar todo de ti, mantenlo oculto para que luego les des una sorpresa a todos. Un arma bajo la manga. —habla Haymitch señalandolo con el cuchillo de untar. —Y tú, niña, es mejor que aprendas de todo ya que no sabes hacer nada. —refunfuña notablemente molesto por ello. —Entrenen juntos, ¿entendido? —no respondo, me limito a juguetear con el pedazo de pan sobre mi plato, llevo este a mi boca, sin ganas.

Al terminar Haymitch nos escolta hacia el elevador, recordándonos en todo momento lo que debíamos hacer. Cuando el ascensor llega a nuestro piso nos despedimos y bajamos hacia el nivel correspondiente. La situación más incómoda de todas, sin embargo no le miro en ningún momento.

Al llegar al piso especial para nuestro entrenamiento puedo admirar lo grande que es, y las miles de armas que hay en cada sector. Mi cuerpo entra en tensión al ver a los tributos dispersos en la sala; son tan grandes, tan mortíferos, que por un momento tema que vayan a acabar conmigo en este momento. Él o ella podría ser la causa de mi muerte en la arena, eso es lo peor. Arriba, en una lujosa sala, nos observan los que supongo deben ser patrocinadores, capitolinos que extravagantes con su exagerada forma de vestir. Lucen como pequeños dioses.

A los minutos una morena entra en la sala pidiendo que nos reunamos en torno a ella.

—Bienvenidos sean al centro de entrenamiento. Soy Atalah, seré quien les explique como funciona esto. Muchos de ustedes están deseosos de empuñar un arma, razón por la cual no piensan en lo demás que sin lugar a dudas es igual o incluso más fundamental.

»El cincuenta por ciento de los tributos mueren deshidratados, de hambre o infecciones, entre otras. Les recomiendo que no descuiden esas áreas. Suerte, y comiencen.

Todos nos distribuimos, yendo hacia las zonas que más nos llamaran la atención, en mi caso fue el area sobre cómo hacer fuego.
Peeta me detiene sosteniendo mi brazo con sus largos dedos, logrando hacerme retroceder y chocarme contra su pecho.

UNA HISTORIA DIFERENTE.➹Peeta Mellark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora