♞; cinco

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Alrededor de esta semana he aprendido de todo un poco, lo necesario para mi supervivencia. Hoy es el día de mi sesión privada.

Bajo junto a Peeta en el ascensor para poder ir al centro de entrenamiento. Al llegar saludo a Ainoha, alguien que se ha vuelto alguien importante para mí, seguido voy a tomar asiento en mi puesto correspondiente.

Van llamando a cada uno por orden de distrito, por lo que al ser del 12 somos los últimos en ser llamados.

—Suerte. —susurro al oír como llaman a Peeta. Él me observa por unos segundos y luego se va.

Pasan los minutos y la tensión crece a mi alrededor, ¿por qué se ha demorado tanto? Cuando estoy por perder los nervios lo veo salir agotado, me brinda una mirada antes de irse. Me llaman y es cuando me levanto y entro.

—¡Buenos días! —exclamo en un intento por hacerme notar, no parecen haber notado mi presencia. —¡Louise Aime Fayolle, distrito 12! —grito irritada, todos giran al oírme y lo agradezco en silencio.

Camino hacia los cuchillos, tomando tres en una mano para luego ir a posicionarme frente a la diana. Doy una gran bocanada de aire y tiro el primero, cierro los ojos maldiciendo en voz baja al ver que no ha caído en su lugar.

Las risas no se hacen esperar en el lugar y puedo sentir mis mejillas colorarse por ello. Juego con el segundo cuchillo en mi mano y cuando me siento preparada lo tiro, uno tras otro. Me siento satisfecha al ver que han acertado en todos los puntos primordiales, me giro dispuesta a ver sus reacciones, pero la escena que me encuentro es de todo menos satisfactoria.

Los patrocinadores están tomandole atención a un cerdo asado que había entrado en el lugar. La furia se apodera de mí y no soy consciente del momento en el que me he apoderado de una lanza y la he tirado en contra de la manzana que el cerdo mordía. Algunos caen al piso sorprendidos y otros gritan aterrorizados.

—¡Gracias por su consideración! —exclamo antes de irme a paso rápido del lugar.

Corro hacia el ascensor y cuando ya estoy dentro exploto. Ardientes lágrimas caen desde el borde de mis ojos al ser consciente de que tal vez he arruinado la única posibilidad de vivir en los Juegos, de que ahora soy más consciente que nunca de que soy una pieza más en este sistema, que quizás jamás vuelva a admirar la belleza de un amanecer cargado de nuevas esperanzas. De que tal vez jamás vuelva a ver a mis padres.

Cuando el elevador se detiene en el piso 12 salgo abrazandome a mi misma, sorbiendo por la nariz con la mirada clavada en el piso, borrosa por la cantidad de lágrimas.
Oigo unos pasos acercarse a la sala de estar y a los segundos oigo la pacífica voz de Cinna, preocupada.

—Lime, ¿qué ocurre, cariño? —pregunta acercándose a mí. Alzo la cabeza y niego mordisqueando mi labio inferior, sus brazos me rodean dándome un poco de su calor. —Ven, vamos a un lugar más privado. —asiento ocultando mi rostro en su costado.

Me guía hacia el ascensor, aprieta el último botón que hasta ahora no había caído en la cuenta de que existía y en segundos estamos en lo más alto del centro de entrenamiento. Observo embobada a mi alrededor, es lo más hermoso que veré hoy.

—Cuéntame qué es lo que ocurrió, dulzura. —pide una vez nos hemos sentado en el borde de la azotea. Decido contarle todo con detalle.

—No quiero morir, Cinna. —niego ocultando mi rostro entre la palma de mis manos. —y sé que para ello tendré que matarlos. Matar a Peeta. —sollozo negando horrorizada por la sola idea.

—Ven aquí, pequeña. —Cinna me hace un lugar para que pueda apoyar  mi cabeza sobre su pierna derecha mientras su mano acaricia mi maraña de rubio cabello.

UNA HISTORIA DIFERENTE.➹Peeta Mellark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora