Capítulo 7.

23.4K 1.2K 60
                                    

El timbre suena avisando el final de la clase de inglés, así que recojo mis cosas de la mesa y saco los apuntes de castellano. Ahora es el examen, pero no quiero repasarme de nuevo la teoría y crear más nerviosismo del que ya tengo, así que no lo hago.

Alzo la cabeza y contemplo a mi clase, provocándome una risa: la mayoría están estresados por todo lo que tenemos que sabernos, algunos simplemente lo ignoran y otros recurren a ayudarse un poco a sí mismos en el examen haciendo chuletas.

De repente, una voz hace acto de presencia en la clase. Federico ha llegado y tiene su mirada escaneando todo el aula a la vez que yo lo contemplo sin poder olvidar lo que me dijo la última vez que me habló. Pero eso no quita el echo de que se me acelere el corazón.

Jodida mierda de estar enamorada.

Sube a la tarima y se dirige a la mesa, saca los exámenes y los va entregando uno a uno mientras nos dice:

-No quiero oír a nadie. Y, si escucho a alguien, quito el examen —advierte—. No quiero oír ni "mu".

Un amigo que se encuentra detrás de mí, se acerca a mi oído y susurra:

-Te quiero muuuuuuuucho, Lucía.

Yo tan solo me río, bueno, más bien me descojono, pero Federico no se da cuenta.

Mi amigo sigue haciéndome bromas hasta que llega Federico y me entrega el examen, evitando su mirada a toda costa.

Después de entregármelo, como a los demás, se sienta en el escritorio y observa a toda la clase, mientras, mi querido amigo sigue haciéndome bromas.

-Me aburro muuuuuuuuucho —me susurra.

Yo intento disimular, pero me descojono hasta el límite de que las lágrimas me salen por los ojos.

-Cállate —le susurro.

Empiezo a contestar las preguntas y a desprenderme de los nervios. Cuando acabo de responder las que sé, tan solo me limito a repasarlas e intentar responder a las demás.

-Federico —le llama un alumno.

-¿Si?

-La pregunta ocho está a medias.

-Ah, sí.

Se levanta y baja la pantalla electrónica que tenemos al lado de la pizarra, y a través de su ordenador, proyecta la otra parte de la pregunta.

Empiezo a escribirla en la parte del folio que tengo en blanco. Una de las veces que levanto la cabeza para copiar lo de la pantalla, noto su mirada en mí, lo miro y veo sus ojos marrones mirarme sin inmutación alguna.

Noto un calor abrasador que me atraviesa por dentro, quedándome unos segundos estancada en su mirada para después apartarla e intentar concentrarme en el ejercicio, pero él se pone de pie y empieza a caminar por la clase hasta situarse detrás de mí.

Justamente detrás de mí, ¡y mira que hay clase!

Noto su mirada en mi nuca, provocándome incomodidad y desconcentración, lo cual no es bueno para este momento.

A los cuarenta y cinco minutos, el timbre toca dando por finalizada la clase y él se dirige al escritorio. La mayoría empiezan a ponerse en pie para entregarlo mientras los demás, una de ellas soy yo, repasamos el examen rápidamente y respondemos a lo que nos queda.

–¡Venga, chicos, que tengo clase!

Resoplo y me pongo en pie, tendiéndole el examen nada más estar enfrente suya.

-¿Has puesto el nombre?

Sin mirarle, asiento y me doy media vuelta para irme a casa. Y, durante el camino hacia mi pupitre, me giro y lo veo contemplándome.

***

El viernes había transcurrido con normalidad, así dándole paso al sábado.

Y, las cuatro de la madrugada del sábado, como no tengo nada mejor que hacer, hablo con Nuria y Cristina vía WhatsApp.

Nuria: ¿Nos vamos hoy por la noche de fiesta?

Yo: No creo que pueda... Si me voy a estas horas a dormir, no me despertaré. Jajajajajajaja.

Nuria: Cuando quieres eres más sosa que una ensalada sin sal.

Cristina: Para eso te tenemos a ti, my lof. Jajajaja.

Nuria: ¿Vamos o no vamos? Necesitamos una noche después de todo.

Cristina: Por mí sí ¿Tú, Lucía?

Pienso unos segundos.

Últimamente no me encuentro bien debido a que no puedo llegar a olvidar a mi profesor por más que lo intente. Pero, aún así, eso no me tiene que impedir a que disfrute de otras cosas.

Yo: Vaaaaaaaale, pero porque sois vosotras. ;)

Nuria: Tkm*, guapa. ¿Vamos a tu casa a arreglarnos?

Yo: Por la mañana se lo pediré a mis padres, pero supongo que sí.

Y seguimos hablando hasta la seis de la mañana. Me quedé dormida hablando por teléfono e, inconscientemente, soñé con esta noche albergando la esperanza de encontrarme a mi profesor.

[...]

Me despierto con más sueño del que tengo. Doy mil vueltas en la cama, intentando volver a dormir pero veo que son las doce del mediodía y Nuria y Cristina vienen a las cinco.

Vagamente, y a la vez maldiciendo a mis mejores amigas por obligarme a quedarme hasta las tantas, me levanto, me ducho y me vuelvo a quedar en pijama.

Bajo a la cocina mientras medito las palabras que tengo que pedirles a mis padres, pero no hace falta, ya están hablando con la madre de Cristina.

-Antes de que preguntes lo de la fiesta, te decimos que sí —cuelga el teléfono mi padre y me mira—, pero vuelves antes de las cuatro.

-¡Te quiero! — le abrazo mientras le rodeo su cintura con mis piernas.

-Solo nos quieres para lo que te conviene —dice mi madre detrás de mí.

Bajo de los brazos de mi padre y una sensación se apodera de mí.

Esta noche no la voy a olvidar.

*tkm: Te quiero mucho.

Quiéreme, profesor.Where stories live. Discover now