Capítulo 51.

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Volteo pensando que será quién yo creo, pero me equivoco.

Es Ernesto.

-¿Ernesto?- pregunto extrañada.

Aquel hombre que había conocido con gafas y muy degradado físicamente, ha cambiado para bien. Por lo que puedo intuir, se pone lentillas o se operó de los ojos, y su cuerpo delata su machaque en el deporte.

-Anda, ven y dame un abrazo.

Río y me acerco a él para abrazarle. Rodeo su cuello con mis brazos y apoyo mi barbilla en su hombro, a lo que él hace lo mismo.

-¿Cómo estás? Por lo que veo físicamente increíble.

-Muy bien - sonríe. - Este cambio me pasa por tener una mujer en mi vida, me ha cambiado.

Abro los ojos asombrada.

-¿Hace cuánto?

-Dos años. Es muy buena chica.

-Me alegro muchísimo por ti - le sonrío tiernamente.- ¿Sabes dónde está Diego? Me han dicho que se encontraba en este piso, pero no le veo.

Ernesto frunce el ceño y piensa durante varios segundos.

-¡Ah, sí! Está en la sala de profesores, yo ahora iba a ir hacia allí.

-Entonces, te acompaño.

Sonríe, asiente para después indicarme con la cabeza que le siga. Mientras bajamos por las escaleras, nos dedicamos a hablar sobre estos seis años, pero aparte de eso, mis nervios incrementan a medida que llegamos al lugar.

¿Y si está allí?

¿Cómo reaccionará?

¿Cómo reaccionaré?

Pero no me da tiempo a responder, porque en cuanto me percato de que ya ha abierto la puerta y nos estamos adentrando en la sala, él está allí.

-Chicos, mirad a quién me he encontrado - anuncia Ernesto mientras se adentra en el lugar.

Yo, nerviosa, provoco que una de las esquinas de mis labios se tuerce hacia arriba y se quede en un simple intento de sonreír.

Los profesores que se encuentran en aquella sala, incluyendo a Federicco y Diego, me miran expectantes y me analizan de arriba a abajo.

-Hola, siento molestar.

-Tranquila, Lucía. No molestas - dice Pilar, una de mis antiguas profesoras.

-Ten Diego, lo que me dejaste en casa - murmuro mientras se lo tiendo.

Diego se incorpora, y ante la atenta mirada de algunos profesores, agarra el tubo alargado de mi mano y me sonríe.

-¿Vamos a comer?

Niego con la cabeza.

-No, que va. He quedado ya con Samuel para comer. Lo siento.

-¿O Eric? -llego a escuchar.

Mi cabeza, automáticamente, se dirige hacia donde se encuentra sentado Federicco. Por un momento creo que le he oído mencionar a Eric, cosa que me hace reír internamente.

-Oh, bueno tranquila. ¿Otro día quedamos todos?

Asiento.

-Sí, claro. Dime cosas.

-Nos vemos, Lucía.

Diego besa mi mejilla y yo le correspondo. Abrazo a Ernesto y le lanzo una última mirada a Federicco, el cual me sigue con la mirada.

Salgo de la sala de profesores, me apoyo en la pared y suspiro. No sé cómo he podido controlar la situación.

Antes no he dicho nada, pero me percaté de que Ernesto se dio cuenta de las miradas que me lanzaba Federicco junto su murmullo. Por unos instantes, creo que alguno de los dos saldrá para aclararme algo, pero no es asi.

Mentí en cuanto a lo de Samuel, tan solo lo hice para ver qué provocaba en él, o incluso si respondía a aquello, y lo hizo. Mi interior se alegró cuando creí oír que mencionaba a Eric.

¿Acaso estaba celoso?

Sé de antemano que yo le atraigo a Federicco, pero no dejaré de aflojar solo por aquello. Esto tan solo ha empezado.

Llego a la recepción de mi antiguo instituto, me despido de Ana para después emprender camino hacia mi coche. Durante el trayecto del instituto hacia mi coche, me mensajeo varias veces con Samuel.

Al final quedo con él.

Sé que nuestra relación está pasando algunos baches, pero nada ni nadie,- específicamente Federicco-, provocará que se rompa. Yo tengo sentimientos por él, y viceversa.

Subo al coche, lo pongo en marcha y me dirijo hacia el apartamento de mi novio.




***





Toco el timbre hasta que me abre, sonrío al igual que yo, y se lanzo sobre mis labios.

-Buenos días, amor - me dice.- Te tengo que decir algo.

Fruncí el ceño.

-¿El qué?

-Sentémonos en el sofá mejor.

Asiento y dejo mi bolso junto mi chaqueta en la recepción de su casa para después dirigirme hacia el salón y sentarme junto a él en el sofá.

-Dime, ¿qué pasa?- pregunto.

-Lo siento.

-¿Por qué?

-Por todo lo de esta semana... Mis enfados, mis cambios de humor...- murmura para mirarme a los ojos directamente.- Lo siento por todo.

Sonrío tiernamente y asiento.

-Yo también lo siento, de verdad.

-Me alegro de arreglarlo - dice.- Si no lo decía, sentía como una espinita en mi pecho.

Río y nos abrazamos.

-Tranquilo, ya está.

Nos pasamos un rato abrazados, aspirando el aroma de cada uno mientras nuestras mentes, o al menos la mía, vaga libremente sobre qué hará ahora Federicco.

Ya sé que no tengo que pensar en él, pero por lo que parece, el destino lo quiere poner en mi camino.

-¿Te quedas a comer, no?

Asiento.

-Sí, claro. ¿Te ayudo a hacer la comida?

Asiente y ambos nos adentramos a la cocina. Y esto es lo que me gusta.

Me gusta estar como estoy con Samuel ahora mismo. Dos personas que se conocen mutuamente, se quieren, y a pesar de todo, no lo lanzan a la basura como un simple clínex, si no que intentan solucionarlo.

Mientras corto una zanahoria, mi mente divaga a cuando entré a la sala y cómo su atenta mirada estaba puesta en mí, pero sobre todo me asombró aquel susurro que creí escuchar. No puesi confirmar que lo había dicho, porque tal vez solo es un mero producto de mi imaginación, pero quién sabe...




Tras haber hecho la comida y comido, ahora mismo nos encontramos en el sofá de su casa viendo una película. Mi cabeza está apoyada en su hombro mientras uno de sus brazos rodea mi cintura.

Le quiero, no puedo negarlo. Ese sentimiento que llegué a sentir con Eric no lo noto, pero es algo semblante. Aun así, la pregunta que más me importa realmente es:

¿Podré enamorarme?

Quiéreme, profesor.Where stories live. Discover now