Capítulo 49.

10.8K 627 8
                                    

El tiempo pasa y sigo sin saber qué decir.

¿Será verdad todo aquello?

¿Realmente habrá hecho eso por qué quería verme?

No tengo respuesta alguna a todas las preguntas que abordan mi mente. Sinceramente, no sé ni qué decir.

-No me crees, ¿verdad? -me dice, rompiendo el silencio de la noche.

Alzo la mirada hacia él y le miro.

-No sé qué decir.

-¿Por qué no me crees, Lucía? -pregunta.

-¡Me hiciste daño!- exclamo.- ¿Cómo quieres que reaccione? ¿Qué me lance a tus brazos sin más?

-¡Pues sí! ¿Es que no ves que no he dejado de quererte?

Cuando Federicco dice lo último, se acerca tanto a mí que nuestros rostros quedan a escasos centímetros. Puedo notar el calor que desprende su cuerpo.

Flashbacks sobre nosotros inundan mi mente. Cuando le besé, cuando me enamoré de él... Pero entonces me separo, me alejo de él.

-Federicco, no puede pasar nada, ¿lo sabes, no?

-Lucía, por Dios...

-¿Es que no lo entiendes?- pregunto al borde de las lágrimas. - Esto no puede volver a pasar, acabaré yo mal, como siempre.

-¿Y te crees que yo ahora no acabo mal, Lucía? ¡Nunca he dejado de quererte!

Niego con la cabeza y noto como lágrimas se deslizan por mis mejillas.

-No... No me mientas ¡Tú no me quieres!- le digo alejándome de él. - ¿No puedes dejarme de hacerme daño? ¡No te quiero!

-¿Qué? - me pregunta incrédulo con lágrimas en los ojos.- ¿Cómo puedes decir eso? ¡Me di cuenta desde el primer día que me querías! ¿Por qué lo niegas?

Niego con la cabeza y me alejo de él.

-No, estás mintiendo. Yo no te quiero.

-Lucía, por favor...

-No me hagas daño -sollozo.- Ya no puedo más.

Federicco me toma del brazo y me acerca a él, entonces me abraza.

El calor que antes notaba a corta distancia ha aumentado cuando nos hemos juntado. Ahora me siento extrañamente completa. ¿Por qué me pasa esto ahora? Él no puede ser lo que me complete después de todo, no lo puede ser.

Su respiración me tranquiliza mientras yo sollozo abrazada por él. Siento cómo sus brazos me protegen de todos y todo, pero yo estoy con Samuel, no puedo hacerle esto a pesar de todo.



Eric, Samuel y Federicco, los hombres que han provocado cambios radicales en mi vida, pero el que más es con el que estoy abrazada ahora.

¿Realmente le amo?

Mi corazón late rápidamente cuando le veo desde que me lo volví a encontrar, pero no puede ser cierto. No puedo amarle.

No nos soltamos durante varios minutos, en los cuales su respiración recae sobre la coronilla de mi cabeza y yo aspiro su aroma que embriaga mis fosas nasales. El calor que desprende su cuerpo me causa una estabilidad, la cual hacía tiempo que no sentía.

-¿Estás mejor?- pregunta rompiendo el silencio.

Deshago el abrazo, con la manga de mi chaqueta, me limpio las lágrimas y el resto de maquillaje que se ha corrido por todo mi rostro.

-Estás preciosa -murmura sin quitarme la mirada.

-¿Por qué ahora, Federicco?- le pregunto con voz quebrada. - ¿Por qué?

Me mira, suspira y toma asiento. Le contemplo y me siento junto a él, me mira de nuevo y veo como intenta buscar las palabras adecuadas para hablar.

-Pensé que te habías ido de aquí. Pensé que ya no querrías nada incluso conmigo. Pensé...

-Estabas con Rebeca, ¿por qué tenías que pensar en mí? Se supone que la querías.

-Se supone -dice con media sonrisa.- Pero cuando estuve con ella me di realmente cuenta de a quién quería.

Mi mente se colapsa, mi cuerpo no responde y mi corazón aumenta de pulsaciones.

¿Realmente está pasando esto?

¿Realmente se está confesando?

No puede, simplemente no puede pasar esto, entonces reacciono. Recuerdo el por qué he llorado, por sus mentiras.

Todo lo que me dice son mentiras, simplemente eso.

¿Cómo puedo haber dado a torcer mi brazo en tan solo un abrazo?

No puedo creérmelo, entonces recuerdo. Yo soy su presa y él el cazador. Quiere cazarme, pero yo ya no quiero.

Compruebo la hora en mi teléfono. Son las diez de la noche, ¿tanto tiempo ha pasado? Suspiro y pienso en cómo buscar una excusa para irme.

-Es tarde -le digo.- Me tengo que ir.

Me levanto, coloco mi ropa y le miro.

-¿No dices nada? -pregunta.

-¿Qué tendría que decir?- pregunto intentado hacerme la ingenua.

-¿No podemos intentarlo, por favor?

Río y niego con la cabeza.

-¿Por qué no te das cuenta ya, Federicco? No quiero entrar en tu juego.

-No es un juego, ¿por qué no te das cuenta tú ya?

-Porque no me lo demuestras.

No dice nada, tampoco hace falta y me voy hacia mi coche sin su impedimento.

Subo al vehículo y lo enciendo, le contemplo desde mi coche como está en la calle mirando en mi dirección hasta que se marcha.

-¿Qué me estás haciendo, Federicco?- me pregunto a mí misma.- Me confundes más de lo que ya estaba.

Y sin decir nada más, emprendo camino hacia mi casa con la cabeza dando vueltas al tema.

¿Por qué ahora?

Tengo realmente claro que Federicco ha sido alguien muy importante en mi vida. Él fue el que me marcó un antes y un después, pero aun así no debo debilitarme ante él.





Aparco en el garaje de mi casa y me dirijo hacia mi piso. Al subir, abro la puerta y me encuentro a mis amigas tiradas en el sofá. Dejo mi chaqueta en el perchero para luego dirigirme hacia la cocina, coger un refresco e irme al salón.

Al sentarme en el sofá, miles de imágenes y momentos junto a mi antiguo profesor vuelven a mi mente. Son tantas que tan solo consigo llegar a recordar los peores momentos, lo besos.

-Ey, ¿qué te pasa?- pregunta Cristina mientras me tiende un bol de palomitas.

Lo cojo, atrapo una palomita entre mis dedos y me la llevo a la boca mientras escojo las palabras adecuadas para contarles todo sin ocultar nada. La verdad es que es difícil, pero al final acabo encontrando las adecuadas para hablar.

-Federicco ha vuelto.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora