Capítulo 44.

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Abro la puerta de mi apartamento y me encuentro a Cristina junto Nuria viendo la televisión. Dejo mi bolso en el sillón y me siento junto a ellas en el sofá.

Mi interior se debate entre si contarles o no que he vuelto a ver a Federicco. Se supone que ya no tengo que sentir nada por él, pero ha sido tan inesperado el encuentro que ha hecho que todo se remueva.

También tengo que admitir que su físico ha causado que pase todo aquello. Es cierto que han pasado muchos años, pero en vez de hacerle más viejo le hacen más joven. Tiene el pelo más largo y sus brazos dan a entender que hace ejercicio. Si no hubiese sucedido todo aquello, hubiese dejado a Samuel por él. Sí, lo sé. Es muy cruel por mi parte, pero haberle visto hace que me pierda de nuevo.

No admitiré que es mi debilidad, porque no lo es. Pero sí que admitiré que ha sido el hombre que más daño me ha hecho en todo lo que llevo de vida. Tal vez para vosotros es una exageración, pero que te dejen por otra mujer y sin saber si te han sido infiel te provoca un dolor en el pecho inmenso.

-Lucía, ¿nos escuchas?

Salgo de mi trance y miro a Nuria y Cristina.

-Perdón. Pensaba en...

-Samuel - me interrumpe Nuria.

-No -musito.- En Federicco. Hoy le he visto.

Cristina y Nuria abren los ojos como platos y apagan la televisión para luego ambas posicionarse a cada lado mío. Cristina me toma la mano y me lanza una mirada que me da a entender que nos puede contar todo. Y, lentamente, empiezo a contar los acontecimientos sin dejarme nada.

-No te fíes, Lucía - me dice Cristina.

La miro y asiento.

-Lo sé - suspiro. - Pero parecía tan... Tenía ganas de saber sobre mí. No le reconocía.

-Tal vez haya cambiado -murmura Nuria.- Pero eso no significa que siga siendo el mismo capullo de hace años.

-No sé que pensar, la verdad.

-No pienses. Lo que tenga que pasar, pasará. Y si caes, nosotras estaremos aquí para ayudarte - me dice Cristina.

Observo a mis dos amigas y las abrazo efusivamente. No sé que haría sin ellas.

***

Salgo del baño y me aliso la ropa para después peinarme bien. Samuel se sube el pantalón y peina su pelo para después mirarme y sonreír.

-Cada vez se hace más excitante hacerlo aquí - comenta.

Río y niego con la cabeza.

-Entre esto y el trabajo me dejas agotada.

Besa mi cuello.

-Me gusta saber que soy yo quien te provoca eso.

Gimo.

-Samuel... Más tarde.

Le aparto y termino de hacerme la coleta para después salir a atender a los clientes, pero Marina viene corriendo hacia mí.

-Ese hombre de allí me ha pedido que quiere que le atiendas.

Frunzo el ceño y desvío la mirada hacia la persona a la que se refiere Marina.

-La madre que le...

Es Federicco. Está aquí, parado detrás de la barra y mirándome con cierta alegría en sus ojos. Sonrío forzosamente y me acerco hacia donde se encuentra.

-¿Qué desea?

-Sabes que nunca me gustaron las formalidades, Lucía. - Oh, y bien que lo sé, profesor...

Pongo los ojos en blanco.

-Dime, ¿qué quieres?

-Un café con leche, una muffin de chocolate y una botella de agua.

Lo apunto en mi libreta.

-De acuerdo. Ahora mismo te lo llevo.

Mi intención es voltearme, pero me llama.

-Lucía...

-¿Si?

-Estás muy guapa hoy.

Alzo las cejas sorprendida y niego con la cabeza para después dirigirme hacia la máquina de café.¿Por qué se comporta así después de todo lo que pasó? No tengo idea alguna, pero flashbacks vienen a mí cuando tuvimos aquella relación clandestina.

Recuerdo cuando le besé por primera vez y él tan solo me ignoró. Lloré toda la tarde en el patio de mi instituto creyendo que no me quería, y nunca me quiso. También viene a mi mente aquella noche en la colina a la luz de la luna donde hicimos el amor. Ahí supe realmente que le amaba más que a mi vida, pero nunca sabré si él alguna vez me correspondió.











Acabo de llenar el vaso con café, le pongo nata por encima, lo coloco en la bandeja junto una muffin y una botella de agua. Tomo la bandeja entre mis manos y la llevo hacia su mesa, que es la del otro día. La dejo allí y observo cómo saca el dinero de su monedero y me lo entrega.

Entonces, en ese simple movimiento, noto aquella calidez que desprende. Es él realmente. Está delante de mí. Recuerdo cómo aquella calidez me hizo enamorarme de él hacía años.

-Quédate con el cambio - susurra sin quitarme la vista.

-De acuerdo - musito.

Estamos unos segundos, o tal vez casi un minuto sin movernos y con nuestras miradas conectadas. Puedo ver en su mirada cómo a él le pasa lo mismo que a mí. Lo está reviviendo todo, y ahora solo quiero gritarle por todo el dolor que me hizo.

-Bueno, me voy- digo con un hilo de voz.

-De acuerdo.

Tengo que asimilar que ya nada es como antes. ¡Por el amor de Dios! Yo estoy saliendo con Samuel, ¿por qué Federicco habita mis pensamientos? No lo sé, pero todo aquello me recuerda a antes. Cuando no dejo de pensar en él y todos aquellos recuerdos. Parece que fue ayer.

Guardo el dinero y me dispongo a atender a los demás clientes. Tomo nota a todos sus pedidos mientras muestro una de mis mejores sonrisas. Pero lo que me hace temblar es la mirada que no me quita Federicco de encima.

Me mira desde que me voy, y no me la quita hasta que cerramos el local y él se marcha.

¿Qué pretende realmente?

Tal vez quiere volver conmigo.

¿Pero qué digo? Estoy con Samuel, joder.

No sé que me pasa, ni siquiera puedo averiguarlo. Pero sé a ciencia cierta que Federicco empieza a reinar ya en mi mente, como lo hacía antes.

Quiéreme, profesor.Where stories live. Discover now