Capítulo 38.

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Nerviosa, espero en la sala junto más gente desconocida para mí. Veo entrar y salir de aquella habitación a personas con diferentes expresiones en su rostro, cosa que me asusta.

-Lucía Rodríguez - me llama una chica.

La miro y el nerviosismo incrementa. Me incorporo para después dirigirme hacia la habitación donde me esperan mis futuros jefes. Espero que lo sean.

Entro en la estancia y veo a una mujer junto a un hombre escanearme de los pies a la cabeza. Saco mi mejor sonrisa y me siento en el asiento que hay libre, tomo mi currículum para entregárselo y muestro mi faceta profesional.

-Buenos días - saludo.- Soy Lucía Rodríguez.









***







El sonido de un teléfono provoca que gruña y me despierte. Lo busco mientras espeto insultos hacia la persona que me llama a altas horas de la noche, aunque en realidad sean las once de la mañana.

-¿Si?

-¿Lucía Rodríguez?

Abro mis ojos como platos. Carraspeo y suspiro.

-Sí, soy yo.¿Sucede algo?

-Está entre las elegidas para el trabajo en la cafetería Starbucks - escucho música angelical. ¡Lo conseguí! - En principio, si no le parece mal, nos gustaría que empezase hoy.

-¿Qué? ¿Hoy? -pienso - Sí. Sí. Perfecto.

Sigo hablando con la chica por teléfono durante varios minutos donde me explica los horarios y el lugar donde tengo que ir a trabajar.

-Perfecto. Entonces nos vemos a las doce en el sitio acordado- me confirma, colgando posteriormente.

Suspiro y un manojo de nervios viene a mí. ¡Al fin tengo trabajo! No quiero decir que haber trabajado en aquella tienda de ropa fuese malo, tan solo digo que me encuentro más a gusto trabajando en un sitio que conozco.

Me desperezo y me dirijo hacia el baño: me aseo, me maquillo, me visto y me peino. A las doce menos cuarto ya me encuentro en mi coche conduciendo hacia la calle acordada. Cuando llego allí, aparco y después me bajo para dirigirme a la cafetería.

-Hola. ¿Eres Lucía? - me pregunta una chica.

Asiento.

-Acompáñame.

Me indica con su pequeña mano que la siga y me lleva hasta la parte trasera donde están los trabajadores. Me entrega un uniforme y me señala el baño de las mujeres.

-Puedes cambiarte ahí.

-Gracias - musito.

-Ah, por cierto. Soy Marina - dice sonriendo y me tiende la mano.

-Encantada - le devuelvo la sonrisa.

Me dirijo al baño y me cambio poniéndome el uniforme, me observo en el espejo y detesto lo que observo en él.

Nunca me ha gustado llevar uniforme.

Salgo del cubículo y me dirijo hacia donde me espera Marina, ella me sonríe y me toma de la muñeca para dirigirme hacia un lugar.

-Ahora conocerás a nuestro superior - me informa - Se llama Samuel. Es muy... atractivo - comenta dedicándome una sonrisa pícara.

-¿No será de esos pervertidos, no?- pregunto asustada.

Ella ríe.

-No. Es muy majo. Nunca se ha sobrepasado con ninguna mujer.

Suspiro aliviada.

Marina se para en frente de una puerta, posa sus nudillos sobre la fría madera y da varios toques.

-Adelante.

Miro a mi compañera y ella me guiña el ojo, intentando darme seguridad, pero eso es lo que menos tengo. Cuando entramos miro a mi jefe, o tal vez superior, y siento como mi cuerpo, inconscientemente, se siente atraído hacia él.

-Samuel - le llama Marina.-Ella es Lucía, la nueva.

Como odio esa palabra.

Samuel levanta la vista de sus papeles y mira a Marina para después desviar su atención hacia mí. Y es ahí cuando puedo sentir que la sensación que he notado es mutua.

Se incorpora y se alisa su informe, rodea el escritorio hasta ponerse en frente de nosotras y tenderme la mano.

-Soy Samuel. Encantado.

-Lucía - digo con una sonrisa. - Igualmente.

-Marina, ya puedes irte - le comunica Samuel.- Ya puedo yo explicarle los horarios a Lucía.

Marina asiente y me mira, sonríe y se marcha.

Samuel gira su torso hacia atrás para coger un papel, lo revisa y me lo entrega. Observo el papel atentamente y me percato de que son los horarios.

-Ahí están los horarios y los días. Supongo que ya te habrán dicho por teléfono el tema de dinero, etcétera. ¿No?

-Sí.

Me mira fijamente para después desviarla.

Suspira.

-Bien - se incorpora.- Ahora te enseñaré cómo funciona este mundo.

Me sonríe y yo le devuelvo el mismo acto con un poco de vergüenza. Es más apuesto de lo que pensaba.

Nos dirigimos hacia la barra donde atienden a los clientes y él me va explicando cómo se usa cada máquina, el coste de cada bebida y comida. Yo me dedico a apuntarlo y asentir con la cabeza a lo que él dice, pero a veces llego a notar que no aparta la mirada de mí.

Dos horas después de haberme enseñado todo y retenerme en su despacho para explicarme cosas que según él eran importantes, al fin puedo trabajar.

Me dirijo hacia la barra y empiezo a atender a clientes y hacer sus pedidos. Lo más gracioso de este trabajo es el simple hecho de escribir los nombres de clientes en sus vasos. Es original.

Mientras atiendo a los clientes noto una mirada en mí. Al principio llego a suponer que son los clientes enfadados por ser la nueva, pero lo descarto al instante en el que me doy cuenta de que me dan propina. Entonces, desvío mi mirada hacia la puerta donde se entra a la zona de trabajadores y veo a Samuel mirándome. Sin embargo, de forma instantánea cambia por completo la dirección de su vista y la fija en mi compañero de al lado. Se acerca a él lentamente y comienza a indicarle cómo se usa una de las máquinas.

-¿Nuevo?- le pregunto al chico.

-Sí - ríe nerviosamente.

-No eres el único.

-¿Tú también? - pregunta asombrado.

Asiento.

-Lucía. Encantada - le tiendo la mano.

-Rodrigo. Igualmente.

Sonrío.

Horas más tarde, hemos acabado nuestro trabajo y estoy exhausta por mi primer día. Me dirijo al baño a cambiarme, me miro en el espejo y deshago mi coleta para peinarme el pelo con las manos. Gruño al ver el estropicio que queda y salgo del baño.

Mientras en la calle nos vamos despidiendo todos los compañeros, diviso entre ellos a Samuel que se acerca hacia nosotros. Mira a Rodrigo y después a mí, nos sonríe y asiente.

-Muy buen primer día.

-Muchas gracias - suspira cansado Rodrigo.

Samuel le mira y achina los ojos al sonreír, cosa que me hace reír. Desvía su mirada hacia mí y le sonrío alegremente.

-Hasta mañana, chicos.

-Adiós, jefe.

-Adiós, Samuel - me despido.

Volteamos y yo me dirijo hacia mi coche sintiendo una mirada en mí. No me giro por el simple hecho de que sea una sensación como cualquier otra.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora