Capítulo 54.

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Los meses pasan hasta que llega el mes de junio. Tras aquello que sucedió meses atrás, todo ha cambiado. Mi estado de ánimo no es el mismo que antes, y por las noches, llego a notar como sus labios me besan.

Los labios de Federicco albergan mi mente.

Todavía me sigo planteando la opción de coger una baja en el trabajo a causa de todo lo que llevo encima. Cuando a veces no duermo, mi mente divaga hasta quedarse donde le grité que le quería, y me sigo preguntándome por qué lo hice.



***





Anoto el pedido en un papel y se lo entrego a Marina, que ahora mismo se encarga de hacer los pedidos. Observo la gente que se encuentra a mí alrededor y miro sus expresiones, e incluso lo que hacen.

Muchos leen, otros hablan, pero a lo lejos veo una chica llorando. Su pelo castaño cae en cascada por su rostro, así tapándolo. También observo como su mano aprieta levemente el vaso de cartón, y entonces me percato, ella es como yo.

Mi interior, en estos instantes, se encuentra destrozado; arrasado. Desvío la vista hasta que me topo con mi reflejo. Mis ojeras dan a entender el cansancio que llevo encima, mi pelo color castaño claro se encuentra en un moño desaliñado, y mi maquillaje gastado a causa de las horas de trabajo.

Sigo atendiendo, a medida que transcurre el tiempo, a los clientes. Sonrisas y más sonrisas falsas aparecen en mi cara para dar los "Buenos días" a los clientes y anotar su pedido. Miro mi muñeca de reloj y veo que es la hora de mi descanso, atiendo a mi último cliente y le cedo el puesto a Rodrigo.

-¿Vas a fumar?- pregunta.

-Lo necesito.

Me muestra una de sus peculiares sonrisas y yo me marcho hacia la parte trasera del local. Al llegar, saco del paquete un cigarro, y a continuación, le prendo fuego para posicionármelo entre los labios y aspirar.

A veces, cuando menos deseo, me deleito por cómo el humo llega a mis pulmones, así contaminándolo. Lo atrapo entre mi dedo índice y corazón para sacarlo de entre mis labios. Expulso el aire y observo como el humo asciende hasta hacerse ilocalizable en el aire.

-¿Fumas?

Me volteo y veo a Samuel con el ceño fruncido, le sonrío y lanzo el cigarro al suelo, lo piso levemente para después acercarme a él.

-Cuando el estrés me puede, sí.

Se aleja de mí.

-No me gusta que fumes. Déjalo.

-Es algo que me sale sin más. Entiéndelo.

-Hazlo por mí-me dice agarrándome por la cintura.- Por nosotros.

Hago un mohín.

-Lo intentaré.

Niega con la cabeza.

-No. Lo intentarás, no. Lo dejarás.

-Lo dejaré.

Juntamos nuestras frentes y ambos sonreímos, rodeo su cuello con mis brazos para después lanzarme a por sus labios. Sus dulces y blanditos labios me acompañan al compás de los míos.

Introduce su lengua en mi boca y viceversa. Sus manos viajan a mi trasero, lo aprieta causando que de mi boca salga un gemido y que su erección crezca.

-Samuel... para -le digo rompiendo el beso.

Gruñe, se distancia y justo en ese momento, se escucha como cierran la puerta de la parte de atrás de golpe. ¿Qué coño? Ambos desviamos la mirada hacia la puerta, pero nadie ha salido de ella.

-Pensé que nos habían descubierto - murmuro.

-Joder, que susto.

Nos miramos, reímos y minutos después nos dirigimos a trabajar.

Mi mente durante las horas que trabajo, vuela hacia cuándo Samuel y yo nos besábamos.

¿Quién habrá cerrado la puerta?

La corriente no podría haber sido, ya que en aquel callejón no hacia viento.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal al pensar en que nos hayan podido descubrir.

¿Por qué siempre me gusta lo prohibido?

***


Al acabar mi jornada laboral, acabo de recoger todo lo que se ha ido dejando la gente por las mesas y me dirijo hacia la zona de trabajadores.

Nada más entrar, escucho los gritos de la discusión de Marina y Rodrigo. Me acerco sigilosamente a ellos y río a carcajadas cuando les escucho.

-¡Pero es que el chándal es lo más cómodo del mundo!- exclama Marina exasperada.

-¡Y dale! ¡Menuda cabezota!

Suspira de exasperado.

-¡Ya basta, chicos!

Marina me mira, pone los ojos en blanco y le pega un codazo a Rodrigo para luego irse al baño. Me acerco a él, pero está mirando la puerta del baño.

-¿A qué venía todo aquello?

-Esta niña, me tiene loco -me dice.- Me pone histérico.

-¿O simplemente te pone?

Me mira, abre los ojos de par en par y niega repetidas veces con la cabeza.

-No. Ugh, por Dios.

Río.

-Los que se pelean se desean...

Me dirijo hacia mi bolsa, saco mi ropa y miro a Rodrigo en su estado pensativo. Segundos después sale de su trance, me mira y niega con la cabeza.

-Ni loco - dice.- Además, tengo novia.

-Ya, bueno. Todo puede cambiar.

Marina sale del baño, deja su uniforme en la bolsa y nos mira frunciendo el ceño.

-¿De qué habláis?

-Rodrigo, explícaselo.

Río y me dirijo hacia el aseo. Tras cambiarme de ropa, me miro en el espejo y observo mi reflejo para después suspirar. Me he adelgazado bastante desde la última vez que me vi.

Necesito desaparecer.

Esta vez si que lo necesito. Me visto con la ropa que llevaba por la mañana y salgo del aseo. Al salir, Marina y Rodrigo no se encuentran ya allí.

-Se habrán ido ya...- murmuro para mí misma.

Me dirijo hacia mi bolsa, meto la ropa en su interior y después voy hacia el despacho de mi novio. Nada más entrar al lugar, alza la vista y una sonrisa se forma en su rostro.

-Hola, cielo.

-Hola.

-¿Qué sucede?

Suspiro, desvío la mirada a la pared y luego a él.

-Voy a pedir unas vacaciones, o tal vez una baja.

Deja los papeles que estaba leyendo de lado y me mira con el ceño fruncido.

-¿Qué sucede, Lucía?

-No me encuentro bien desde hace tiempo. No me reconozco -suspiro.- Necesito desaparecer. Ya tengo el billete.

-¿Y yo?

Me quedo paralizada al no haber pensado en él. ¿Qué digo? ¿Cómo reacciono?

-No había pensado en eso...- murmuro.- Pensé que trabajarías y...

-¿Te vas para dejarme?

-¿Qué? - pregunto incrédula.

-Eso, Lucía. ¿Me das todas estas excusas para dejarme?

-¿Pero qué dices?

Se frota los ojos cerrados, murmura cosas inaudibles y me mira.

-Esto se ha acabado.

Quiéreme, profesor.Where stories live. Discover now