Capítulo 8.

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El timbre de mi casa suena, dándome a entender que Nuria y Cristina han llegado. Salgo de mi habitación y corro hacia la puerta, abriéndola y encontrándolas con muchísimas maletas. 

-Pero qué locas. Ni que nos fuéramos a la otra punta del mundo —me hago a un lado y las dejo pasar.

-Mejor prevenir —dice Cristina.

Nos adentramos en mi casa y, mientras subimos las escaleras, Nuria nos comenta:

-Imagínate tú que cuando te vas a probar el vestido que quieres no te conjunta o no te queda bien, lo más lógico es que te lleves otras mudas. Porque pongamos el caso hipotético de que te llevas unos tacones que crees que conjuntan con el vestido, pero cuando te los pruebas no te quedan bien, o que te llevas la bisutería que te queda mal.

-Pues no te pones la bisutería.

-¡Ala! —grita— Tenemos que llevarla a un psicólogo, Cristina. O se va bien vestida a una fiesta, o no se va. No hay más.

Y en ese momento, damos por finalizada la conversación. Al llegar a mi habitación, cada una empieza a sacar todo lo que llevan en las maletas y yo del armario.

Colocamos en lugar los vestidos, en otro los shorts y las camisetas y, por último, los monos de fiesta.

Empezamos a probarnos ropa hasta que las tres nos decidimos por un conjunto. Yo llevaría un vestido negro junto con unos tacones de su mismo color y, por último, un collar dorado que me ha pedido hasta de rodillas Nuria que me lo ponga.

-No sé para qué te cambias tanto —se queja Cristina—. Al final te quitarán la ropa en los baños de la discoteca.

Río.

Cristina y yo, al estar en el baño maquillándonos, escuchábamos las queja de Nuria al no encontrar su look adecuado.

-Qué bonito de parte tuya —refunfuña—. Nunca se sabe si irás bien.

Cristian y yo acabamos de maquillarnos para después sentarnos en mi cama mientras observamos a Nuria mirarse al espejo y posar como una modelo. Ambas nos empezamos a reír de las locuras de nuestra amiga.

Transcurridos diez minutos, mientras Cristina y yo hablamos, sale Nuria del probador con un conjunto que le encanta.

-Tengo la sensación de que me lo voy a encontrar —le susurro a Cristina.

-¿A quién? ¿A Federico?

Asiento.

-Vi que ayer estuvo detrás de ti en el examen —me dice mientras se mira el maquillaje en el espejo de mi habitación—. Fue raro, nunca lo ha hecho en sus exámenes.

-Y que lo digas.

-En todo caso, si lo ves pasa de él. Si te quiere te buscará, ¿no crees?

Medito unos segundos su pregunta, pero es imposible. Seguro que tiene novia.

-Es que son gilipolleces, Cristina —le digo—. Miradas y ya.

Me cuesta hablar de este tema, es abrir mis sentimientos y casi nunca suelo hablar de ellos.

Noto como los ojos se me empañan, así que dirijo mi mirada hacia el techo y pestañeo reiteradas veces para hacer desaparecer las lágrimas que quieren salir.

-Tranquila...- me consuela.- Hoy le olvidarás.

- Tal vez esté en la discoteca - comenta Nuria mientras sale del baño.- En esa discoteca suelen ir gente que ronda los cuarenta.

Peina su pelo y se coloca la chaqueta, Cristina y yo nos levantamos, nos ponemos los abrigos, para después irnos las tres a bajar las escaleras. Nos despedimos de mis padres y, como siempre, Nuria nos da tres preservativos a cada una por si las moscas.

***



Llegamos a la discoteca, entregamos los abrigos y vamos directas a la pista a bailar. El ritmo de la música empieza a entrar por mis oídos y nos empezamos a mover.

Nuria comenta sobre que le gustaría tener una sola noche con el chico que nos guardó los abrigos mientras que Cristina y yo negamos con la cabeza ante lo salida que está nuestra amiga.

-¿Vamos a por bebida?- me grita Cristina.

Asiento.

-Nuria, ¿qué quieres para beber?- le digo al oído.

-Daiquiri, vodka con algo... ¡No lo sé! ¡Lo importante es el sexo!- grita.- ¡Hoy pillamos!

Me voy riendo ante el comentario de mi amiga mientras nos dirigimos a la barra. Y, tras pensarlo varias veces, acabamos pidiendo gin tonic para las tres.

Mientras esperamos las bebidas, me dedico a observar el lugar. A lo lejos, puedo ver algún que otro profesor de primaria en la discoteca. Cristina y yo reímos ante tal cambio de vestimenta que hacen del colegio a este lugar.

-Déjame el pintalabios, tía - le pido a Cristina.

Ríe y me lo entrega.

Mientras me aplico el pintalabios, veo a la persona que menos quiero ver en ese momento, a mi profesor.

Mi corazón empieza a removerse al igual que las mariposas de mi estómago. Mis mejillas se tornan rojas, pero gracias a la oscuridad del lugar, no se puede ver.

No aparto la mirada de él, noto como, otra vez, la fuerza magnética nos atrae. Su pelo castaño se encuentra igual de peinado como en el instituto, pero lo único que cambia es que no lleva gafas.

Doy por asentado que están en una despedida de soltero, ya que uno de aquel grupo va vestido de enfermera sexy en plena discoteca.

-Mira quien está allí - le digo mientras le pego un codazo a Cristina.

Ella mira y se ahoga ante la sorpresa.

-Qué mala suerte llegas a tener, hija mía - dice.- Pero esta vez no te vas a esconder, vamos a darle esto a Nuria y vamos al baño.

Nos dirigimos hasta la pista de baile y buscamos a Nuria, pero no vemos rastro de ella hasta que nos dirigimos al baño y la vemos enrollándose con el chico de los abrigos.

-¿Qué hago con este vaso? Ya está bebiendo las babas, no tendrá sed - bromeo.

-Tengo una idea.

Me lleva cerca de donde se encuentra el grupo de mi profesor y grita: "¡Botellón!" como una posesa.

La gente se acerca, incluyendo a mi profesor, y yo doy gracias a la oscuridad de la discoteca que disimula el rubor de mis mejillas.

Me inclino de tal manera que Cristina me tira la bebida para que acabe en mi boca mientras todos gritan: "¡Más, más, más!". Creo que incluso he podido ver a los amigos de Federicco animándome y él riendo, pero repito, creo que he visto eso, ya que a causa del alcohol no recuerdo a penas nada.






















Tras acabar los seis vasos que me hace tragar Cristina, ya que compró tres más, me siento mareada y achispada por el alcohol.

Tomo asiento en un taburete de la barra mientras río sin sentido alguno con Cristina, ya que ella también ha bebido.

Un hombre esbelto se nos acerca y empieza a tontear conmigo, después, llega otro para mi amiga por el camino. Nos dirigimos a la pista de baile, y luego de eso, supongo que podréis imaginar que les dimos uso a los preservativos de mi amiga.

Y, por una vez, quería olvidarme de Federicco aunque estuviese en el mismo lugar que yo, y decirle en toda la cara que podría vivir sin él, aunque desconociese mis sentimientos.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora