Capítulo 19.

17K 974 35
                                    

Han pasado dos días desde que me lancé a besar sus labios. A partir de aquella tarde, he estado llorando día y noche sin cesar. Por las noches me viene a la mente el momento en que nos quedábamos quietos y yo me lancé sobre él, pero siempre acabo pensando por qué me afecta algo tan insignificante que es para él.

Me pongo en pie y me dirijo al baño, observo cada una de las facciones de mi cara y suspiro. A pesar de que casi no duermo, las ojeras a penas se me notan. Tomo el eyerliner y me pinto los ojos, después aplico rímel, y por último, brillo de labios.

Después de vestirme y desayunar voy a pie hacia mi instituto. Sí, ya no cojo el autobús porque tengo miedo. Tengo miedo a encontrármelo y que no sepa reaccionar. Tengo miedo a que las lágrimas se me escapen o simplemente parezca una niñata. Y no soy así, yo soy fuerte.

Las primeras tres horas de clase las he pasado bien, no he llegado a pensar en él, pero la próxima hora tengo su asignatura, y eso me aterra.

Nos contramos en la hora de descanso, como siempre estamos las tres. Cristina ha superado gran parte del engaño de Alfonso, Nuria sigue en su faceta de usar a los hombres como un clínex, y yo... bueno, yo soy la más perdedora. Soy la chica de la cual todos ven más frágil e inocente aunque no lo soy en gran parte.

-Juguemos a un juego -propone animadamente Cristina.

-¿Como las crías de cinco año? No - niega Nuria.

-Por mí sí -acepto.

- Dos a uno - sonríe triunfante Cristina.- Consistirá en contar nuestra primera vez: lugar, chico, manera, tiempo y como tenía el pene.

-¡Entonces me apunto!- asiente frenéticamente Nuria.

Cristina y yo reímos.

-Lucía, te toca.

Suspiro.

-Mi primera vez fue cuando tenía dieciséis años. Sucedió cuando salía con Alan, aquel chico que conocí en el campamento de verano - aclaro.- Llevábamos once meses juntos y por fin me decidí. Lo hicimos en su casa; en su habitación. Fue muy dulce y delicado. Mi primera vez es digna de recordar.

Sonrío.

-¿¡Pero como tenía el pene!?- exclama Nuria intrigada.

-No me acuerdo - río.- Decente, seguro.

-Cristina te toca.

Cristina y Nuria narran su primera vez. Ambas lo cuentan con emoción y con ganas de volver a repetir aquella experiencia.

Cuando nos damos cuenta, ya ha pasado la media hora de recreo, así que nos levantamos y empezamos a caminar para ir hacia nuestra aula. Antes de entrar, nos dirigimos las tres a las taquillas y cogemos los respectivos libros que tenemos que usar para las siguientes clases.

Cuando las yemas de mis dedos tocan el libro de matemáticas, un escalofrío me recorre toda la espina dorsal.

-Ahora verás a tu amado - susurra Nuria en mi oreja.

Yo tan solo me limito a asentir y forzar una sonrisa, lo que menos me apetece es verle. Entramos a clase y nos sentamos en la esquina del fondo. Apoyo mi cabeza en mi mano mientras que con los dedos de la otra recorro las esquinas del libro de matemáticas.

Al entrar, su voz retumba en toda la sala, así provocando que todos se callen mientras yo me dedico a estar cabizbaja y fijar mi vista en el color verde de mi pupitre.

La clase transcurre normal, si eso puedo decir yo. Alcé la vista varias veces, tan solo para mirar la pizarra y anotar lo que escribía en ella. Fue duro que nada fuese como hacía una semana, donde suspiraba cuando impartía clase y se movía tranquilamente por todo el aula. Donde yo me sentía bien con él...


***


El resto de las clases pasan lentamente, dándome tiempo para tranquilizarme después de haberle visto de nuevo tras aquello. Cuando cada vez que pasa más tiempo, me voy dando cuenta que aquello fue un error aunque en el momento que sucedió no lo pensase.

Fue un error besarle.

Fue un error ilusionarme.

Fue un error todo.

Recojo mis cosas y las dejo en la taquilla, pero antes de irme decido volver a subir al patio de la última vez, donde lloré durante una hora. Subo los peldaños que me llevan hacia allí, y cuando llego, me siento en el mismo banco y vuelvo a mirar la misma vista que la otra vez. Y como no, las lágrimas vuelven a salir mientras me vienen flashbacks de la tarde de hace dos días, donde me han desilusionado sin haber dicho nada.





Miro el reloj y ha ya pasado una hora desde que estaba allí, no tenía dinero para el autobús así que se me ocurre llamar a Eric.

-Hola, Lucía.¿Estás bien?

-Sí, tranquilo.¿Podrías pasarme a buscar?

-Claro, ¿en tu instituto?

-Sí.

-En cinco minutos voy. Adiós, Lucía.

-Adiós, Eric.

Cuelgo el teléfono y me quedo mirando la pantalla recién bloqueada, suspiro y me incorporo.

Bajo los tres pisos hasta llegar a la entrada del colegio. Me apoyo en la fría pared mientras espero a Eric.

Profesores y algunos alumnos salen todavía del colegio, mi sexto sentido me dice que Federicco saldrá por aquella puerta pero yo ignoro aquello. No quiero pensar en él.

Un claxon me saca de mis pensamientos. Desvío la vista hacia dónde proviene aquel sonido, es Eric. Sonrío y voy corriendo hacia la parte del copiloto.

-¿Mucha prisa?- pregunta con una sonrisa al ver mi reacción.

-Solo quiero irme de aquí.

Asiente y pone en marcha el coche.










***











Ha pasado ya una semana desde el beso. Sí, cuento los días. Pero cuando no tengo nada que hacer, viene a mi mente aquel encuentro, provocándome las ganas de llorar y no haberle amado.

Es miércoles por la tarde. Los miércoles finalizamos las clases a las dos del mediodía, así que me estoy pasando gran parte de la tarde hablando por Skype con mis amigas.

Cristina: Y lo peor es que ayer me lo encontré, ¡y tiene la cara de pedirme si volvemos!

Nuria: Me parece muy fuerte, en serio.

Yo: Estoy con Nuria. Es un cabrón.

Nuria: Lucía, hoy quería hablar contigo pero has estado rara, así que lo he dejado para ahora.

Yo: ¿De qué hay que hablar?

Cristina: Nuria, no. Ha estado ausente hoy y toda una semana.

Nuria: Video llamada. Ya.

Las tres aceptamos la petición de webcam proveniente de Nuria. Cristina y ella me observan en silencio mientras les relato todo el sucedido aquella tarde. Los ojos de Cristina estan a punto de salirse de sus órbitas, en cambio Nuria tan solo me pone cara de compasión al ver cómo me ponía a llorar delante de ellas.

En cierta parte es verdad que me he desahogado con ellas. Dejo salir la espinita que tengo dentro y acepto sus consejos, pero aun así sigue doliendo.

Necesito tiempo.

Quiéreme, profesor.Where stories live. Discover now