Capítulo 25.

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Acabo de maquillar mi ojo y me miro en el espejo desde distintos puntos de vista. Y sonrío. Sí, sonrío por el simple hecho de que soy feliz al fin.

Bajo las escaleras y salgo de casa escuchando la música que entra por mis oídos. Espero en la parada del bus con ansias de verle, y cuando viene, sonrío. Está allí. Camino lo más normal posible hacia su lugar y él me guiña un ojo junto una sonrisa que promete.

Tomo siento dándole la espalda y suspiro al notar de nuevo la fuerza que me atrae a él.

-Buenos días, amor - me dice sin girarse para verme.

-Buenos días.

Sonrío.

Dirijo mi mano hasta su brazo y rozo la fina tela de su chaqueta, él me corresponde uniendo nuestras manos, a pesar de uno estar de espaldas al otro. Fuerzo más nuestro apretón y noto lo cálida que está su mano.

-Estás caliente - comento.

-Contigo no tengo frío.

Río.

Llegamos al instituto hablando mientras yo parezco la típica chica vergonzosa y enamorada de su profesor. Es cierto, lo soy, pero no tan vergonzosa. Cuando voy a ir hacia mi taquilla, él se despide guiñándome un ojo y yo le miro cómplice.

Al fin soy feliz.

-No nos llamaste ayer, nena - escucho.

Cierro la puerta de mi taquilla y volteo para ver de quién se trata. Son Nuria y Cristina. Me río y niego con la cabeza para continuar caminando hacia mi aula.

-¿Estás aquí?- pregunta Cristina mientras pasa su mano repetidamente sobre mi rostro.

Río.

-Sí, estoy bien -respondo finalmente.

-¿Y bien?

-¿Y bien, qué?

-¿Dónde estuviste anoche?

Río nerviosamente.

-Con él. Estuve con Federicco.

-¿Qué?- preguntan al unísono.

-¿Os acostasteis?

-Sí - sonrío.- Fue...tan bonito.

En ese momento, llega Ernesto con su típica sonrisa matutina y sus gafas de ver en la cabeza, nos mira y espera a que entremos.

Al entrar, repasa la clase con su mirada esperando a que todos tomasen lugar, me ve y sonríe, a lo que yo le correspondo.










El resto de las clases pasan rápidas y productivas, nunca he visto pasar el tiempo así. Supongo que es el estar perdidamente enamorada.

Ahora estoy en mi última clase del día, matemáticas.

Me encuentro relatando los sucesos de la noche anterior a Nuria y Cristina cuando entra Federicco en el aula. Pequeños flashbacks vienen a mí de la tarde anterior con tan solo verle.

El corazón empieza a latirme apresuradamente y el rubor en mis mejillas cobra vida mientras observo como observa a la clase.

-Saquen todos los apuntes. Voy a revisarlos.

La clase murmura mientras él sube a la tarima y se dirige hacia su mesa, deja allí su maletín y se pone las gafas para ir revisando cada cuaderno.



Tan solo quedan tres personas para que me vea y pase algo. El corazón me late más rápido y tengo ganas de que me mire. Al fin llega y ni me observa, tan solo centra su vista en el cuaderno. Marca un visto en la hoja, me mira y me guiña un ojo.

-Muy bien, Lucía - me dijo.

Sonrío como una tonta y me sonrojo más, bajo la vista y cuando la subo, miro a mi izquierda y allí está Cristina mirándome pícaramente.

-¿Qué?

-Nada, nada.

Ríe.

Cuando acaba la clase, la cual transcurre rápidamente, no le quito ojo de encima a cada uno de sus movimientos. Sin embargo, él no me ha mirado, pero me da igual. Sé que quiere mirarme.

El timbre suena, la gente se levanta en un nanosegundo y sale corriendo del aula. Yo me dedico a recoger las cosas lentamente para hablar con él, mi pareja.

Nuria y Cristina me miran desde la puerta y ambas me guiñan un ojo con picardía. Me acerco con el cuaderno sujeto por mi brazo derecho a su pupitre, lo dejo caer en la fría madera haciendo que suene. Federicco se voltea y frunce el ceño extrañado, aunque cuando hablo, su rostro se relaja.

-Profesor, no entiendo esto -hago un mohín.

Ríe y se acerca a mí hasta posicionarse a mi lado de tal manera que me viene el olor de su colonia. Inspiro todo lo que puedo aquel aroma mientras escucho, de lejos, cómo me explica aquello que le he pedido.

-¿Pero no te das cuenta que tan solo era una excusa?- pregunto.

-¿Cómo?

-Solo quería estar cerca de ti.

Me pongo enfrente suya y agarro su corbata desde la mitad, la enrollo en mi mano y le acerco a mí. Nuestros rostros están a escasos centímetros, cada uno puede observar hasta los poros del otro. Pero no nos da tiempo ya que sus labios están sobre los míos moviéndose al mismo son.

Sus manos se posan sobre mi cadera para masajearla, provocando así que un gemido salga de mi boca y un gruñido de la suya. Rodeo su cuello con mis brazos y profundizo más el beso haciendo más rápido el movimiento de mi lengua. La temperatura empieza a subir en aquella aula la misma que apenas hace minutos, se hallaba repleta de adolescentes.

Me hace sentarme en una de las esquinas de su escritorio, me abre las piernas y se posiciona entre ellas. Seguimos besándonos y haciendo que la temperatura subiese más, más y más, provocando que nuestros sexos se tensen.

A los pocos minutos empieza a embestirme con la ropa puesta, dándome en el punto de mi placer. Gemidos roncos salen de mi boca junto los suyos. Sus embestidas cada vez son mayores, nos callamos los gemidos uniendo nuestras bocas o posicionando mi boca en su cuello y mordiéndolo levemente, así haciendo que se excite más y gima.

-Oh, Lucía.

Sujeta fuertemente con sus manos mis caderas y pone su cabeza apoyada en mi hombro para seguir haciendo fricción sin pudor. Apreto los dientes intentando no gemir o hacer algún ruido extraño al igual que él.

-Joder, Federicco.

-Hagámoslo ya, Lucía.

No respondo, sino que gimo fuertemente mientras araño su espalda y él me besa el cuello. Noto, mediante transcurre el tiempo, como su erección se tensa más y más, sabiendo así que le falta poco.

-Quiéreme, profesor.

Quiéreme, profesor.Where stories live. Discover now