5. No lo entiendo.

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Comía un sándwich al momento en que contemplaba el cielo despejado. El clima era ideal para aprovechar el receso, simplemente sentarte en el césped y almorzar. En mis oídos resonaba música proveniente de los audífonos conectados a mi móvil. Mis gustos musicales solían inclinarse al rock clásico, elementos como instrumentales fuera de lo común y letras que contuvieran un mensaje eran lo único que una canción requería para gustarme. Su popularidad, su idioma, su género, no tenía ninguna relevancia.

El comienzo del tema «Highway to hell» hacía que mi cabeza se inclinará a ambos lados. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Estaba a punto de tararear cuando una bola de papel golpeó mi frente. Se la arrojé a Dante en el abdomen, pero él la atrapo centímetros antes de que le diera.

—Tengo que proteger mi tarea de álgebra —dijo mientras la desenvolvía y hacía un intento por dejarla sin ninguna arruga. Cuando la hoja se vio decente, la introdujo en una carpeta que posteriormente metió en su mochila.

—Vaya que la protegiste —comento sarcásticamente—. ¿Qué haces aquí? Pensé que los populares comían en las gradas del campo deportivo.

—Nunca he comido ahí —replicó—. Acostumbro a comer debajo de un roble detrás del edificio de los clubes.

El colegio constaba de cinco edificios que se conectaban entre sí: El central donde se encontraba la oficina del director, la zona administrativa y los despachos de orientadores o prefectos. Continúo al primer edificio, estaban las aulas y el edificio dedicado al deporte en el que residían las oficinas de entrenadores, los vestidores y las duchas. En cambio, en el lado izquierdo, se ubicaban los clubes extraescolares y el edificio dirigido a las actividades artísticas, culturales y académicas, lamentablemente no era tan importante como el deportivo. El club de baloncesto recibía el doble de fondos que el club de danza. Era decepcionante.

—Oh, ya veo. ¿En qué club estas? —interrogué indiferente. Estoy segura de que ya lo había mencionado antes, pero no lo recuerdo. Aunque podría apostar que está en alguno deportivo.

—En el club de literatura —respondió, sorprendiéndome. No me lo imagino leyendo un libro.

—Aunque como no tengo tiempo para ir al club, lo he abandonado temporalmente —comentó, visiblemente triste.

—Arreglaremos eso —prometí, mirándolo fijamente.

—Lo sé, demostraste ser buena enseñando ayer.

—Tengo experiencia, le explico a Suri todo lo que no entiende.

—Tu hermana es muy linda, al igual que tu madre —Dante sonreía.

—Gracias —susurré, sonriéndole también.

—¿Te saltaste los genes lindos? Hay miles de palabras para describirte y linda no se asemeja a ninguna.

Dante, el chico que arruina momentos románticos clichés desde 1234.

—Lo mismo podría decirse de ti —gruñí con molestia.

—Sabes que no es cierto —respondió divertido.

—No te soporto.

—Es una lástima. Me gustaría que te unieras al club de literatura cuando termine la tutoría —extendió una última sonrisa y se fue, dejándome con palabras atoradas en mi garganta.

Estoy confundida, no puedo asimilar cambios tan drásticos en Dante. En un momento sonríe y es amable, pero en el siguiente, suelta un comentario fuera de lugar y su representativa sonrisa se transforma en una mueca y sus ojos se iluminan de diversión, cosa que no ocurre cuando está en modo amigable. Primero me dice que no soy linda y después me invita a su club. No lo entiendo y creo que él tampoco se comprende a sí mismo.

FIN CAPÍTULO 5.








Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now