18. Victorias y derrotas.

11.6K 1.1K 75
                                    

—¿Cómo sigue Dante? —inquirí, prestándole atención a la pelirroja. Vislumbré tristeza en su rostro por un segundo.

—Mañana vendrá a la escuela, según el doctor, son moretones que sanarán pronto y una leve irritación en el ojo —informó la francesa—. ¿Por qué? ¿Acaso lo extrañas? —preguntó pícara. Estábamos hablando un tema serio y decidió restarle tensión con ayuda de su faceta infantil. No cabe duda que son hermanos.

—No es eso, le debo un favor —expliqué y puse los ojos en blanco.

—Si tú lo dices —murmuró poco convencida. Me limité a suspirar.

Debato internamente si tendrá resultado preguntarle a An, probablemente tampoco conozca el pasado de Alexis. La única que podría hacerlo sería Coraline. Tal vez ella me lo contaría, hemos iniciado una amistad.

—Oye —An volteó—. ¿Tienes idea en qué secundaria estudió Alexis?

—No lo sé. Quizás Coraline te pueda responder, ¿por qué? —interrogó y levantó una ceja.

—Verás —Me causaba conflicto decirle la verdad, no obstante, me había prometido confiar en ella—. Alexis dice que me conoce desde antes, estoy segura de ello. Al parecer, hay algo importante que olvidé y eso nos concierne tanto a él como a mí. El problema es que no quiere decirme qué es.

—¿No tienes idea de qué podría ser?

—No, solamente que es algo muy importante —murmuré, mirándola con intensidad. An comprendió la importancia del asunto para mí.

—Si logro enterarme de algo, te lo diré. Por el momento, pregúntale a Coraline. No te preocupes, no revelaré nada. No divulgo cosas de este estilo —dijo con honestidad, luego me ofreció una sonrisa que correspondí. No me equivoqué al contárselo. Mañana le preguntaré a Coraline, ojalá ella sepa algo.

(...)

No pude esperar hasta la reunión del club. En el receso del día siguiente, me dirigí a las aulas de los estudiantes de primer año. Entré a la sala y comencé a buscarla con la mirada.

—Preciosa, ¿buscas a alguien en especial? —cuestionó un chico de su clase, impidiéndome avanzar.

—Como si te importara lo que busco, idiota —espeté y lo aparté de un empujón. Sus amigos se burlaron de él, avergonzándolo y provocándole. Me sostuvo por el brazo con fuerza, rechiné los dientes e intenté liberarme.

—¿Qué haces? No debes tratarla así —rugió Coraline, apareciendo repentinamente.

El chico me soltó a regañadientes. Se disculpó en un susurro y se retiró aguantando las carcajadas de sus amigos.

—¿Por qué te tiene miedo? —pregunté, desconcertada.

—El primer día de clases me hizo algo parecido, me enojé lo suficiente para pegarle un puñetazo y a partir de entonces acata mis órdenes.

—¿También eres cinta negra en karate como An? —ella rio y negó con la cabeza.

—Mi hermano mayor me enseñó a defenderme. Él sabe boxeo y me dijo que cualquiera debería saber cómo dar un buen puñetazo —rio de nuevo—. ¿Querías hablar conmigo?

—Sí —analicé el salón de clases. Por suerte, Alexis no estaba ahí—. De casualidad, ¿sabes en qué secundaria estudió Alexis?

—No sé si me lo ha dicho alguna vez. Casi no habla sobre su pasado y no me gusta presionarlo. Eso me molesta porque somos amigos, pero así son las cosas, no lo obligaré —explicó ella—. ¿Es muy importante? Le puedo preguntar.

—No, está bien. Gracias —Me fui antes de que quisiera saber el motivo detrás de mi pregunta.

(...)

Durante el resto del día, estuve bastante distraída. Tenía que conseguir un rato a solas en el que pudiera convencer a Alexis. El final de la reunión del club era una oportunidad valiosa.

—Bien, es todo por hoy —anunció la presidenta mientras se levantaba. An, Nick y Dante le siguieron y depositaron sus libros en los estantes. Posteriormente los cuatro salieron. Afortunadamente era mi turno de cerrar el salón con llave después de arreglar un poco las estanterías. Por el rabillo del ojo, vi como Alexis acomodaba un ancho libro de cubierta roja en el librero correspondiente. A continuación, se acomodó la mochila y estuvo a punto de salir cuando lo tomé de la manga del uniforme.

—Eres muy insistente —dijo con tranquilidad, contemplándome con un semblante disgustado.

—Necesito que me digas, por favor. Fuimos a la misma secundaria, ¿no es así? —cuestioné, tratando que mis ojos azules lo persuadieran.

—Eres muy insistente —repitió y me apartó. Se volvió hacia la salida y dio un paso.

No, no puedo permitir que se vaya. Mi curiosidad de resolver el misterio hizo que lo tomara de la mano y lo empujara hacia una pared libre de estanterías. Puse mis brazos a lado de sus costados con intención de que no se escapara. Sus ojos estaban abiertos como platos, desapareciendo su actitud tajante. Él se mordió el labio con nerviosismo, ruborizándose y asemejándose al cabello de An. Tardé en percatarme que mi cuerpo estaba demasiado cerca del suyo. Mi cara estaba prácticamente pegada a su clavícula. Mis mejillas comenzaron a calentarse y la vergüenza se mezclaba con arrepentimiento, pero no había tiempo para dudar porque estaba en la palma de mi mano. Al menos, eso creo. Es el momento.

—Responde. ¿Fuiste a mi secundaria? —percibí agitación en su respiración. No obstante, se resistió a contestarme. Me estiré, quedando a su altura. Aunque yo también estaba alterada, no me importó que nuestras caras se distanciaran por unos centímetros—. Vamos, no me iré hasta que me digas.

—Sí, eso es lo que querías saber, ¿verdad? Estuvimos en la misma secundaria. Ahí te conocí aunque eres un año mayor que yo —confesó en un susurro. Su expresión era de desesperación pura. La mía era de triunfo, la cual se esfumó con el rechinido de la puerta. Dante estaba detrás de ella, contemplando la escena y malinterpretándola.

—Vine a ver si estabas bien, Sophie. Vaya, veo que lo estás —Acto seguido, cerró la puerta de un portazo. La victoria que había conseguido ya no se sentía igual de bien después de esto.

FIN CAPÍTULO 18.














Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now