27. Una fuerza malvada.

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An me miraba, sus ojos azules estaban entrecerrados. Empezaba a preocuparme, ¿acaso dije algo malo?

—¡Dante y tú son geniales! —exclamó, extendiendo una sonrisa triunfante—. Dios mío, superaron mis expectativas. Lograron que Alexis y Coraline se acercaran mucho más y ella le dio un beso en la mejilla ¡Es un gran progreso! Son tan lindos.

—Cierto. Me alegro de haber contribuido en un futuro romance —le guiñé un ojo y sonreí.

—¿No sientes celos? —preguntó ella, levantando la ceja.

—¿De qué sentiría celos? No te entiendo —ladeé la cabeza como un perrito.

—De Alexis —rodó los ojos—. Ya sabes, él fue tu primer beso, sé que no te gustaba, pero tu primer beso debió evocarte algún sentimiento. ¿No te afecta?

—Pues no. Ni siquiera lo besé por más de cinco segundos. Además no sentía nada por él, pero ya que Alexis estaba enamorado de mí, atesoro el beso con cariño. Fue un buen primer beso, supongo. No quiero a Alexis como novio ni nada por el estilo, de hecho, me gustaría que fuera correspondido esta vez. Se lo merece —Estaba siendo honesta, como lo era siempre.

—Comprendo —An asintió con la cabeza—. Espero que ellos terminen juntos. En caso que no funcione su relación, les deseo lo mejor con alguien con quien resulte.

—Sí, lo merecen. Lo merecen más que nadie.

—Tú también lo mereces —declaró ella.

—¿Amor? ¿Yo? Creo que aun no estoy lista, apenas empiezo a confiar en las personas. No podría, simplemente, no podría. El amor se basa en la confianza y mi confianza es casi nula.

—Odio eso de ti —suspiró An y volteó hacia el frente. En ese momento la maestra entró e inmediatamente ordenó que abriéramos nuestros libros.

—¿Qué es lo que odias? —le susurré al oído.

—Nunca te arriesgas, siempre vas por lo seguro. ¿Cómo confiar plenamente en la gente? Simplemente haciéndolo, no te preocupes por lo que ocurrirá. Existe gente que no vale la pena, sin embargo, otras personas lo valen todo. ¿Cómo los conocerás si te empeñas por alejarlos? —contemplé su espalda e intenté reflexionar sus palabras. Quiero confiar en las personas, en serio. Sin presionarme, me conozco a mí misma, y sé que si lo hago, no podré lograrlo. Espero ese momento en el que lo más profundo de mi ser me diga que no hay necesidad de barreras y que no requiero escudos. Si sigo este camino, llegará. Estoy segura.

—¿Se encuentra la señorita Angelette Boissieu? —inquirió una mujer joven y bella que interrumpió la clase, estaba cerca de la puerta y buscaba entre los rostros de las chicas de la clase. Sus ojos se iluminaron cuando encontró a la pelirroja.

—¿Para que la necesita, entrenadora Sanders? —dijo nuestra profesora con molestia. Era una de las maestras más malhumoradas de todo el instituto y le irritaba especialmente que otra persona interviniera en sus lecciones.

—Tiene relación con el equipo de porristas —respondió, observando a mi amiga. La profesora frunció el ceño—. Es urgente —insistió la entrenadora.

—Acompañe a la señorita Sanders y no se atreva a tardarse —ordenó la profesora. An asintió y miró a la entrenadora con incredulidad, sin embargo, salió del aula con ella.

(...)

—La profesora de historia echó de su salón a más de diez personas que platicaban sobre ti. Parecían muy interesados en lo que ocurrió —le comenté a An durante la salida, ambas esperábamos que Dante y Nick terminaran de guardar sus cosas en la mochila.

—¿Por qué les importa? No es como si les afectara —gruñó An, tenía el ceño y los labios fruncidos.

—¿Qué es lo que te dijo la entrenadora? —pregunté directamente. Si era una chismosa, bueno, lo sería de frente.

—Quiere que le ayude con el equipo de porristas—confesó An, ella jugaba con uno de sus mechones—. La capitana actual, Olivia Williams, se lesionó ayer. Ella no cree que su subcapitana sea idónea para reemplazarla.

—¿Y tú qué tienes que ver con eso? —levanté una ceja. An seguía absorta en su cabello.

—Fui subcapitana el año pasado. Era la mano derecha de Olivia y resulta que ella le dijo a la entrenadora que solamente me quería a mí como suplente.

—¿Subcapitana? No me sorprende, es común que los populares se vuelvan populares por realizar actividades de gente popular, ya sabes, equipo de porristas o clubes de deporte.

—Lamento no salirme de lo típico —ella rio—. Mi familia quería que hiciera ejercicio y participara en una actividad del colegio, prácticamente me obligaron a unirme al equipo. Me gustaba y era buena en ello. Me volví subcapitana cuatro meses después de entrar, en teoría, algo raro para una chica de primero. Luego de un año me aburrí. Olivia me pidió que no me fuera, no le hice caso y salí. Ella no me ha dirigido la palabra desde entonces, realmente me intriga que ahora quiera mi ayuda.

—Ya veo. ¿Quién es la subcapitana actual?

—Alyssa Harries.

Abrí los ojos como platos.

—Hay algo que nos relaciona a esas tres, ¿no?

—Una fuerza malvada.

—¿Durante cuánto tiempo tienes que ayudar? —inquirí, mirándola fijamente.

—Debo organizar una coreografía con ayuda del equipo y presentarla en el partido de lacrosse, el cual es dentro de dos semanas.

—Será duro para ti —me encogí de hombros.

—Para nosotras, de hecho.

—¿Qué? —exclamé.

—Le dije a la entrenadora que mis amigas Sophie Adams y Coraline Collins me ayudarían. Ella respondió que debían hacerlo o sufrirían un par de represalias.

—¿Cómo cuáles? —cuestioné, cautelosa.

—No sé... reprobar educación física, quizás.

—No me afectaría mucho, esa materia ni siquiera es importante —resoplé.

—Reprobar cualquier materia significa curso de verano.

—¿En qué decías que debía ayudarte?

La diabólica pelirroja sonrió.

FIN CAPÍTULO 27.


Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now