20. Confío en ti.

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Entré en pánico porque el lugar estaba oscuro, apresurándome a golpear a mi captor para que soltara mi brazo. Sentí como mi pie chocaba contra una de sus piernas. Sonreí, An me había enseñado técnicas básicas de defensa. Ella no quería que algo como lo de Dilery se repitiera.

Una vez liberada, encendí la luz. Me encontraba en la bodega de limpieza, bastante pequeña, aunque ordenada. Dante Moretti estaba en el piso retorciéndose y sujetándose la entrepierna con una mueca de dolor. Cuando se incorporó, me lanzó una mirada fulminante.

—¿Qué pretendes? ¿Quieres dejarme estéril? —espetó.

—¿Y tú qué pretendes al traerme aquí de esa manera? ¡Discúlpame por creer que querías hacerme algo malo! —exclamé, inyectándole sarcasmo a mis palabras.

—Yo solo quería hablar contigo, pero no sabía cómo dirigirme a ti...

—Quisiste obligarme a hablarte, ¿no? —interrumpí, rodando los ojos—. Como sea, ¿qué querías decirme, Dante?

—Quiero saber lo que está pasando con Alexis. Sé que dirás que no es mi problema, sin embargo, yo creo que lo es. Tú eres alguien importante para mí y me frustra no ayudarte con lo que te está molestando —explicó sin apartar sus ojos de mí. Estaba siendo completamente honesto.

—Es un asunto complicado. Y, en efecto, no es tu problema.

—Los amigos traen problemas, es normal. Si te consideras un buen amigo, debes apoyarlos en sus conflictos. Lamento decirte dos cosas: Tú eres mi amiga y yo soy el amigo que cualquiera quisiera tener —me sonrió—. No me moveré de aquí hasta que me digas, Sophie —declaró con firmeza.

—Tú eres el único que me da muchos problemas —suspiré, cansina—. En fin, mi propósito ahora es confiar en las personas. Te daré oportunidad, espero que no me decepciones.

Dante asintió, mirándome con seriedad. Pediré un deseo porque seguramente esto no se repetirá.

—Alexis y yo nos conocemos desde la secundaria, sinceramente no lo recordaba.

—Qué raro de tu parte, ¿no? —comentó, reprimiendo la risa.

—Este es el motivo por el que es malo contarte las cosas —resoplé. Él me pidió disculpas y prometió no interrumpirme otra vez. Decidí continuar—. Él actuaba bastante raro desde que nos conocimos por lo que comencé a sospechar que había algo importante detrás —me detuve para verlo. Él me escuchaba con atención, manteniendo un semblante inexpresivo—. De hecho, por eso te pedí que me dejaras a solas con él. No quería involucrar al resto. Hoy por fin me lo dijo y francamente hubiera sido mejor no haberme enterado —agaché la mirada hacia mis zapatos, sintiéndome estúpida.

—Soy estúpido, ¿verdad? —preguntó repentinamente, levanté mi vista en ese instante.

—Claro que no, ¿por qué piensas eso?

—Malinterpreté las cosas. Ni siquiera te pregunté, simplemente juzgué y pensé que los dos estaban juntos o algo así. Lo siento, no debí hacerlo y mucho menos debí haber dejado de hablarte. Me comporté de manera infantil, discúlpame de nuevo —rogó, observándome directamente, develando arrepentimiento en cada una de las facciones de su rostro.

—Eso no es importante ahora, Dante. Y, si lo fuera, ambos tendríamos la culpa. Quise ocultártelo porque no he querido aceptar que siempre estarás involucrado en mi vida —le sonreí y él me sonrió de vuelta.

—Está bien entonces. Ahora dime —Dante retomó su seriedad—. ¿Qué pasó entre Alexis y tú cuando ambos asistían a la secundaria?

—Él y yo nos besamos —confesé, fingiendo indiferencia. En cambio, Dante reaccionó como si acabara de arrojarle una bomba.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cómo pudiste olvidar eso?

Dios, cuánta furia desprendía ahora mismo y cuánta impaciencia estaba sintiendo en respuesta.

—¡No bromeo, idiota! —exclamé ofendida—. ¿Cómo diría eso tan a la ligera? —murmuré para mí misma.

—¡Entonces explícate!

—Fue un par de días antes de que yo me graduara —carraspeé—. Alexis estaba en segundo año. Según me contó, se enamoró de mí a primera vista. Como yo estaba en último año y no faltaba mucho para que me fuera, quiso confesarme su amor. Me citó en un lugar apartado después de las clases, yo acepté y me reuní con él. Me dijo que le gustaba y me pidió que fuera su novia, lo rechacé. En ese entonces, Alexis era molestado por sus compañeros, así que cuando se enteraron que iba a declararse, lo siguieron y salieron a burlarse de él. No podía permitirlo y no se me ocurrió algo mejor para callarles la boca.

—¿Besarlo delante de ellos?

—Exacto. Creo que fue lo correcto en ese momento, ahora no lo sé. ¿Crees que me equivoqué?

—En absoluto —expresó con franqueza—. Yo hubiera hecho lo mismo. Oye, me siento extraño. No, olvídalo, no es nada —ladeé la cabeza. En el momento que le preguntaría lo que sucedía, Dante miró a su alrededor y se sentó, aferrándose a sus piernas. Estaba pálido, transpirando y a punto de entrar en pánico. Me incliné y agarré sus mejillas, obligándolo a mirarme.

—¿Qué pasa, Dante? —cuestioné con preocupación.

—Tengo miedo, tengo miedo —repitió una y otra vez, abrazando sus piernas con fuerza. Sus ojos se centraban en mí, aun así, no me estaba prestando atención realmente. Observé el cuarto, era demasiado pequeño y llegaba a ser asfixiante. Espera, ¡él es claustrofóbico!

—¡Dante! ¡Mírame! ¡Todo estará bien! —me dirigí a la puerta e intenté abrirla. Ni siquiera giró, estaba trabada. Ahora yo entraría en pánico. Él intentaba reaccionar, levantándose con los ojos cerrados y luchando por controlar su respiración.

—Tenemos que salir, quizás por ahí —dijo cuando logró abrir los ojos. Señaló un punto arriba de la puerta en el que había una especie de ventana. Si podíamos abrirla, probablemente yo sería capaz de atravesarla.

—Dante, ¿podrías cargarme en tus hombros para que lo alcance? —él asintió y lo hizo. Mis piernas se encontraban a ambos lados de su cabeza. Acerqué mis manos a esa estúpida ventana, empujándola con ímpetu. Sabía que debía apurarme porque Dante no podría aguantarme por mucho tiempo en ese estado. Estaba a punto de conseguirlo cuando los dos nos desplomamos al suelo. No sentí casi nada. Dante sufrió las mayores consecuencias debido a que su pecho amortiguó mi caída y sus brazos protegieron mi cabeza. Aunque estuviéramos en el suelo, me encontrara encima de él y ni siquiera supiera si me estaba escuchando, le dije algo al oído.

Un par de minutos que me parecieron eternos transcurrieron para que el conserje del instituto nos hallara, regañara y llevara a la enfermería. Tuvimos mucha suerte que la enfermera no se hubiera retirado a pesar que su turno había terminado. Si continuaba así, le debería muchos favores al italiano. Siempre que él estuviera bien, no me molestaba.

«Ahora sé que puedo confiar en ti. Me alegro de tenerte a mi lado, Dante» —le había dicho.

FIN CAPÍTULO 20.














Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now