7. Comenzaba a cambiar.

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Angelette Boissieu. Dieciséis años. Hemos sido compañeras durante todo este tiempo.

Desde que regresé de su casa y me instalé en mi cama, traté desesperadamente de evocar recuerdos. Hay cosas que tengo claro acerca de ella: La primera es que su popularidad equivale a la de su hermano. Eso era obvio, ¿quién no querría a una modelo como amiga o novia? Y ahora que toqué el tema de los novios, estoy casi segura de que tiene uno, pero al olvidar caras y nombres, no tenía oportunidad de saber de quien se trataba.

¿He hablado con ella antes? No lo creo, ¿qué hablaría ella con una solitaria?

El recuerdo que contradecía lo anterior llegó a mí como cualquier bola de papel arrojada por Dante.

(...)

Pocos días después de entrar a la preparatoria, en los cuales me había decidido a evitar a todos, An me dirigió la palabra.

—Eres Sophie, ¿verdad? —preguntó. Su rostro no había cambiado en este último año y mantenía su clásico peinado en el que su cabello anaranjado era sujeto por un moño en la parte superior de la cabeza. El peinado marcó tendencia, logrando que la mayoría de nuestras compañeras se arreglaran el pelo de esa manera.

En el recuerdo, me limité asentir. Quería irme para almorzar en mi lugar secreto como hacía cada día.

—Bueno, eh, ¿quisieras comer con nosotras?

Las amigas de An chasquearon la lengua al oírla. Era obvio que chicas «a la moda» no me querrían a su lado. No éramos una buena combinación porque no soy buena imitando mientras que ellas se desempeñaban como profesionales.

—No, gracias. Me parece que tus amigas no están de acuerdo —dije con una gran sonrisa, antes de irme, volteé a ver al grupo de chicas y les grité—. Por cierto, aunque se coloquen moños de distinto color, no dejan de ser una copia barata de An. Apréndalo bien.

Pude ver rostros furiosos y moría por reírme, en su lugar, me contuve y pensé que simplemente dije la verdad.

(...)

Regresé al presente donde me encontraba nuevamente en el césped debajo de un árbol. Este sitio es mi lugar secreto. Era perfecto, no había nadie por los alrededores y la tranquilidad resultaba cotidiana. La música seguía endulzando mis oídos, esta vez escuchaba algo más tranquilo. Quería cerrar los ojos, pero últimamente Dante viene a molestarme y no quería estar desprevenida. Como era costumbre últimamente, sentí como alguien jaló mi cabello desde atrás. Aun adolorida, tomé al supuesto Dante por la mano y se la estrujé.

—Me rindo, me rindo —jadeó la chica. An fue la persona que osó hacerme esa broma.

Solté su extremidad y me disculpé.

—No hay problema, fue mi culpa. No sabía acerca de tu rudeza —dijo entre risas—. Oh, cierto, seguramente pensaste que era Dante, ¿no es así?

—Exactamente, tu hermano es insoportable.

—Creo que solamente contigo. En la escuela es amable y en casa es un tanto reservado. Ha cambiado mucho desde la secundaria —comentó sumida en sus recuerdos.

Me quedé observándola, parecía preocupada por su hermano. No cabía duda de que se querían.

—Vine aquí porque Dante está intentando estudiar —explicó—. No quiere la ayuda de nadie, pero estoy segura de que aceptará la tuya.

An me tomó de la mano y me guío hasta la parte trasera del edificio de los clubes, oculto por la sombra de un roble, reposaba Dante, el cual mostraba un semblante derrotado mientras leía el libro de química. A su lado, habían dos personas que jamás había visto. La primera era una chica que escribía frenéticamente en su cuaderno sin prestarle atención a nadie más. Era diferente a An, pero eso no la hacía menos bella. Poseía un cabello castaño sujeto en una trenza y sus ojos miel se mantenían absortos en lo que realizaba. Junto a la hermosa chica, estaba un chico bastante guapo que también se aislaba en algo, en este caso, en un libro. Su cabello negro cubría una parte de su cara, y a pesar de usar lentes, sus brillantes ojos marrones destacaban por sí solos. Él me llamó la atención al instante.

Delante de ellos un chico rubio se dedicaba a hacer trucos con un balón de fútbol y sus ojos azules estaban inmersos en lo que hacía por lo que no notó mi presencia. Todos ahí bien podrían ser modelos, incluyendo a An. Me sentía un poco fuera de lugar.

—¡Dante, traje a tu tutora, vino a rescatarte! —exclamó la pelirroja con una sonrisa.

—No necesito ayuda, casi lo logro —lo dijo sin perder una expresión confundida.

—Como digas —suspiró An—. Sophie, supongo que además de mí y mi hermanito, no conoces a nadie, ¿verdad?

Asentí y después levanté la mirada. Los desconocidos dejaron sus actividades para observarme fijamente.

—Chicos, ella es Sophie Adams. Va a nuestra clase.

—También pueden llamarle Limón —interrumpió Dante.

—Cállate —gruñó An. Aquella simple palabra provocó que Dante volviera a sumirse en su lectura—. La chica a lado del tipo más tonto del mundo se llama Coraline Collins. Es la presidenta del club de literatura, todos pertenecemos al club. También le decimos «generala».

—Prefiero Coraline. Un placer, Sophie —dijo ella, extendiendo una sonrisa.

«Que linda» —Fue lo único que pensé.

—El lector nato de allá, es Alexis Hale, el vicepresidente. Coraline y él son de primer año, pero ya que fundaron el club hace unas semanas llevan ese cargo.

—Su apodo es «gafotas» —bromeó Coraline.

—Hola —pronunció Alexis tímidamente. Me miró por un segundo y apartó la mirada, podría jurar que se ruborizó. Al notar eso también me puse roja. Suerte que nadie se percató.

—El futbolista rubio es Nick Parker, mi novio —informó ella. Acto seguido, dejó que Nick la abrazara por la espalda.

—Si quieres, llámalos Barbie y Ken, prácticamente son iguales —rio Dante.

—Por favor. ¿Ken? Por lo menos Max Steel. Ese sí es todo un macho —refunfuñó Nick.

—Si tú lo dices...

—Olvidé mencionar que el apodo de Dante es...

—¡No lo digas, Nick! —advirtió el chico, fulminándolo con la mirada.

—Didi se ofende rápido.

—¿Didi? —interrogué divertida.

Dante escondió la cara entre las piernas.

—Significa «Diva Diamante» le decimos así por el personaje Dawn de Pokemon. Él ama con locura ese programa y el apodo le quedaba como anillo al dedo.

—Ya sabía de su obsesión. Su perro se llama Charmander —dije irónica.

—Tuvo tres hámsteres. Los llamo Pichu, Pikachu y Raichu —reveló An, uniéndose a la burla conjunta contra el pobre chico.

—No me digas, después serán Charmander, Charmeleon y Charizard, ¿no?

—Y así será hasta que atrape a todos los pokemones.

Todos estallaron en carcajadas, hasta Coraline y Alexis, que no parecían interesados en la conversación. Dante permaneció enojado el resto del receso aunque no le di demasiada importancia. Estaba concentrada en lo mucho que me divertí durante mis interacciones con el resto del club de literatura y el hecho de que algo tan trivial como eso me pareciera divertido me advertía que mi mundo comenzaba a cambiar. Tan lento que apenas me daba cuenta.

FIN CAPÍTULO 7.





Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now