32. Tregua.

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Unos minutos antes del medio tiempo del partido de lacrosse, decidí entrar a los vestidores de nuestra escuela. Afuera del edificio deportivo se encontraba el campo donde se realizaba el partido, podía escuchar los vítores de la gran multitud que había asistido. Alexis, Nick y Dante estaban entre ellos para demostrarnos apoyo moral, o reírse de nuestra desgracia, para ellos era lo mismo.

—Todo saldrá bien —dije, notando el nerviosismo de las chicas.

—Sophie tiene razón. Su esfuerzo dará frutos y la presentación terminará siendo un éxito —An quiso apoyarme un poco. La mirada de las miembros adquirió un poco de valentía, la cual no tardó en esfumarse cuando escucharon la cantidad de gente que apoyaba a los jugadores.

—Escúchenme, ¿quieren probarle a las demás de lo que son capaces?

Me miraron sin decir ni una sola palabra, comenzaba a desesperarme.

—Son capaces, ¿no?

Asintieron levemente.

—¿Están seguras o solamente lo dicen para que me calle?

Rieron por unos segundos y luego recobraron la compostura.

—Perfecto, es bueno que rían —observé la entrada por encima del hombro. El público guardaba silencio mientras el presentador anunciaba a las porristas de la otra escuela—. Es hora de que nos vayamos.

Coraline me dedicó una sonrisa forzada, podía afirmar que era la chica más nerviosa. Le di una palmadita en el hombro a lo que ella rodó los ojos y profirió un leve suspiro. Cerré la puerta al percatarme que el resto había salido. 

(...)

El sonido de aplausos, frases de aliento y silbidos acompañaron la aparición del equipo rival en el momento en que se acomodaban para iniciar su coreografía.

La capitana, una chica de cabello negro y despiadados ojos verdes, levantó el pulgar para anunciar que estaban listas. Vaya que lo estaban. Bailaban y hacían piruetas como si hubieran nacido para ello al ritmo de la fatídica canción que Ashley insistió que eligiéramos durante nuestro primer encuentro. Movían las caderas y sonreían con picardía, cautivando a sus jugadores, los nuestros e incluso al público general.

Alcé la vista para encontrarme con la mirada de Dante desde las gradas, él me guiñó un ojo y no despegó sus ojos de mí, aun teniendo la opción de admirar la belleza de las porristas. Quería simular ser un buen chico o también existía la posibilidad de que le interesaran los hombres, no tengo idea.

Devolví mi atención a las porristas, la capitana me miraba con sus hermosos ojos, me preguntaba la razón por la que había preferido enfocarse mí. En su lugar, habría retado a la preciosa pelirroja a mi lado.

—¡Qué buen comienzo! ¡Felicidades a las porristas del equipo visitante! —exclamó un estudiante que cursaba su último año, él normalmente conducía los partidos—. Aunque estoy seguro de que nuestro equipo también hará un buen trabajo, ¡con ustedes, el equipo de porristas liderado por Angelette Boissieu!

An sonrió y empujó a Coraline para que avanzara. Contuve una risa y avancé con el resto de las chicas. El nerviosismo tuvo el atrevimiento de invadirme cuando sentí que varios pares de ojos estaban prestándome atención, le dije a An que no quería estar en el centro, pero me ignoró.

—Hagan su mejor esfuerzo —dijo, aplaudiendo con fuerza.

Resoplé intentando bajar las comisuras de la falda del uniforme, sin embargo, no bajó ni un centímetro. Me encogí de hombros al mismo tiempo que la música resonaba. El recibimiento del público fue abrumador. Ensayamos las piruetas, el baile y la coordinación durante dos semanas bajo el excesivo control de la francesa por lo que era obvio que lo haríamos bien. Probablemente también les tomó por sorpresa nuestra elección de canción. Era asiática, no tan conocida y hecha para una presentación de animadoras: «Oh!» del grupo coreano «Girls Generation».

Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now