Capítulo siete

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-Venga Rubén, pon un poquito de tu parte. - le pedí, era imposible sacarle los pantalones.

-Creo que me he enamorado, Willy - dijo éste, intentando levantar su culo para que yo le pudiese quitar los pantalones.

-¿Sí? Que bien, me alegro. - ahora tiré de su camisa para poder incorporarle y quitarle esta misma.

Era increíble que no hubiese vomitado en toda la fiesta con todo el movimiento y el alcohol recién tomado, y si lo hiciera subiendo las escaleras de mi casa. Cuando por fin estuvo en ropa interior le llevé hacia el baño y le metí en la ducha bajo el agua fría, y el gritó.

-¿Crees en el amor a primera vista? - preguntó abrazándose las rodillas a la vez que tiritaba.

-Todo es posible - dije, y con más razón que nunca.

Y entre frases estúpidas y empujones tuve que llevarle a la cama y secarle con una toalla. Incluso tuve que deshacerme yo de sus boxers mojados porque el imbécil estaba tan borracho que ni siquiera podía hacer una sola acción coherente. Le arropé con las sabanas y salí dando un fuerte portazo, eschuchándole gritar molesto por su dolor de cabeza.

-Te lo merecías, por borracho - susurré para mi mismo.

Antes de bajar las escaleras me asomé a la habitación de mi hermana, pero esta ya dormía plácidamente. Me alegraba tanto de que estuvieran bien... Si los hubiese pasado algo no me lo habría perdonado... posiblemente nunca. Bajé las escaleras abrazándome a mi mismo, puesto que hacía algo de frío. Mangel estaba concentrado en una estantería en la que mi madre tenía todos sus búhos de madera, mientras que Samuel estaba mirando las fotos que había colgadas a uno de los lados del salón, en las que salíamos solamente yo y Sandra -en algunas mi madre también-, a diferentes edades.

-Ya están dormidos ambos - informé, y ambos se giraron a verme.

-Entonces yo ya no tengo nada que hacer aquí - dijo Mangel, acercándose a mi y extendiendo su mano. - Miguel Ángel, Mangel para los amigos.

-Guillermo - contesté estrechando su mano. - ¿Necesitas que... te lleve a tu casa?

Me ofrecí por el simple hecho de que gracias a él Rubén y Sandra estaban a salvo, por no hablar de Gorka, al que habíamos dejado en su casa segundos después de que despertara. También porque todos habíamos regresado en el coche de mamá y el tendría que regresar a su casa de alguna manera, ¿no?

-Oh, no hace falta. Me gusta correr.

Le observé salir del salón, y segundos después pude escuchar el sonido de la puerta de mi casa cerrarse. Miré a Samuel, que con los brazos cruzados miraba al suelo. Sus manos ya estaban normales, pero de mi mente ya no salía la imagen de esas cosas que le crecieron.

-¿No piensas decir nada? - exigí.

Me importaba más bien poco el echo de que fuera una especie de criatura rara y aterradora. Estaba enfadado, no se muy bien porque, pero lo estaba. Era ilógico, lo sé, y me culpé por ello, pero a pesar de que gracias a él tanto yo como Gorka estábamos vivos, yo sentía un enorme enfado.

-¿Que quieres que diga, Guillermo? Uno no anda contando cosas así a menudo - contestó, mirándome con el ceño fruncido. - ¿Que no es obvio nada de esto?

-¡No! ¡Claro que no! Hace una hora tenía a un psicópata sobre mi que había intentado matar a mi amigo y después me quería matar a mi, y tanto él, como tú, como Mangel habéis echo eso con las manos - dije, imitando el gesto de sacudir las manos- y os han crecido esas cosas, ¿y a ti solo se te ocurre decirme que todo esto es obvio?

-No me grites - dijo, descruzando sus brazos y dando un par de pasos hasta mi. - Puedo oírte perfectamente sin que grites.

Aunque tragué o saliva levemente aterrorizado, conseguí mantener una expresión seria en mi rostro. Quería respuestas, bueno, en realidad no las quería, quería olvidar todo lo que había ocurrido, pero mi mente necesitaba desesperadamente explicaciones, saber que era toda la mierda que había ocurrido allí en el bosque.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now