Capítulo diecisiete

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-¿Porque?

*Flashback*

Intenté tranquilizarme, pero si ni siquiera sabía porque estaba nervioso exactamente, ¿como iba a hacerlo? Intentaba convencerme de que era porque lo que iba a hacer era pecado, pero en lo más fondo de mi, yo mismo sabía que realmente estaba nervioso solo por el hecho de saber lo que iba a ocurrir exactamente esa noche.

Donde me encontraba todo estaba completamente a oscuras, bajo la sombra de los hermosos robles del bosque, pero el prado que se encontraba delante de mi se encontraba levemente iluminado por la luz de la luna llena. Sentía mi estomago temblar exageradamente, debido a las mariposas que lo ocupaban.

En un principio había despertado dispuesto a encontrar una manera de decirle que no quería que eso ocurriera sin terminar con medio cuello arrancado, pero el miedo -y también la curiosidad de descubrir que se sentía-, habían sido más que suficientes para que dejara esa idea de lado y comenzara a concenciarme de que no había escapatoria.

Lo que iba a ocurrir esta noche había sido escrito por el destino en tinta, y no había manera de borrarlo.

Estaba nervioso pensando que en casa podrían descubrir que no me encontraba en mi cama, pero estaba seguro de que Santiago haría todo lo posible en caso de que alguien requiriera de mi presencia exactamente a las dos de la madrugada. Que eran prácticamente cero.

El ruido de una rama romperse me sobresaltó, y después de un grito poco varonil, una carcajada se escucho a apenas cinco metros de mi. Suspiré aliviado y me llevé una mano al pecho, mientras observaba como de entre las sombras salía Michael. Le observé durante unos segundos. Creo que lo que en un principio llamó mi atención de aquella manera, fue el contraste de su morena piel con su cabellera rubia y larga. Sus ojos verdes te dejaban hipnotizado, pero cuando estos se volvían negros ya podrías pensar lo que fuera, que de todas maneras terminarías haciendo lo que el dijera o quisiera. Sonreía de medio lado, provocando en mi una sonrisa completamente estúpida de enamorado.

Aún no me creía el poder decir aquella palabra sin sentirme sucio, asqueado, e incluso de repudiarme a mi mismo, como había ocurrido los primeros días. Tampoco hacía tanto tiempo que le había conocido, dos o tres semanas en realidad. Pero había sido suficiente para enamorarme, y excesivamente suficiente para hacerme temblar del miedo cuando enfadaba.

Se acercó a mi lo suficiente para agacharse y tirar de mi camisa hasta que estuve de pie. Hizo que su rostro quedase a apenas uno milímetros de mi, sabiendo la desesperación que eso generaba en mi. Puso sus manos sobre mi cintura, y cuidadosamente dirigí las mías hacia su pecho. Pude sentir lo duro de este, pero el latir de su corazón, el cual me hubiera gustado sentir, era inexistente. Pero no importaba, en ese momento el mío latía por dos, o cuatro... quizás por mil, no estaba completamente seguro de eso.

Acaricié su pecho sin apartar la vista de este. Temía que reaccionara mal si le miraba directamente a los ojos, o si tocaba alguna parte que él no quería que le tocara, pero con él era siempre así. Aunque todo quedaba callado por el latido de mi corazón y las sensaciones que me hacía sentir.

-He encontrado un sitio perfecto. - susurró en mi oído.

Una corriente recorrió mi columna cuando sentí como con sus manos apretaba mis nalgas y me pegaba a su cuerpo. Cerré los ojos y aguanté la respiración mientras me rodeaba con sus brazos, y unos segundos después ya no estábamos en medio del bosque.

Era una casita pequeña, con unas gruesas mantas de pelo tiradas frente a una chimenea que se notaba estaba casi recién encendida. Michael se acercó a una pequeña mesa donde había una botella de vino y un par de copas. Las llenó y me indico que me acercara a él, para después hacer que me sentara sobre sus piernas. La escena debería verse mal.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now