Capítulo veintiocho

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Mis pies chapoteaban en los charcos que la lluvia había formado en mi desastrosa carrera a través de las viejas calles del pueblo. Había salido de casa de Rubén pensando que me daría tiempo a llegar a casa antes de que comenzara a llover. Grave error. A lo lejos divisé el viejo porche del pequeño bar del pueblo y con un último esfuerzo corrí hasta finalmente resguardarme bajo el de la lluvia.

Entonces esa pequeña molestia apareció en mi pecho. Uno de los miles de malos presentimientos en los que últimamente se basaba mi vida. Solo habían pasado tres meses, y todo había empeorado de una manera considerable. Un día discutía con Samuel, al otro mi hermana sufría una recaída y estaba al borde de la muerte, y al otro Rubén se enteraba de la aterradora verdad sobre su novio y enloquecía.

Todavía recordaba el día en el que Rubén se enteró de que Mangel era un vampiro como si hubiera sido ayer y no hace casi dos meses.

*Flashback*

Casi me precipité a golpear la puerta de la casa de Rubén cuando finalmente llegué. No sabía que pensar, lo único que me había dicho Mangel era que Rubén estaba teniendo un ataque de pánico y yo ya había salido corriendo de mi casa.

Un Mangel con un rostro preocupado y los ojos hinchado me abrió la puerta. Debo admitir que me preocupe muchísimo al ver que su barbilla y su camisa estaban ligeramente manchadas.

-De verdad lo siento mucho - se lamentó, quitándose las gafas a la vez que se podía apreciar perfectamente dos gotas cristalinas rodar por sus mejillas -. Pero él... Él... No se a donde quería llegar con eso, Guillermo. Empezó a cortarse frente a mi, llevaba unas semanas sin comer y no soy precisamente la persona con más autocontrol del mundo. Yo...

Mi corazón llevaba sin palpitar unos diez segundos fácilmente.

-Tu.. ¿le has matado? - dije con un hilo de voz mientras agarraba mi propia camisa con los puños.

-¡No, por Dios! - dijo tirando de mi hacia el interior de la casa y cerrando de un portazo. - Le he mordido, pero te juro que no sabía que hacía, y según me he dado cuenta le he soltado.

Para este momento estaba dando vueltas alrededor de mi, intentando encontrar las palabras más adecuadas para describirme lo sucedido. Mangel era un hombre tan calmado y tranquilo que casi conseguía alterarme a mi el hecho de verlo tan preocupado y nervioso. Paró sus pasos y se quedó frente a mi, agarrando mi camisa y acercándome un poco a él.

- Cuando le he soltado a subido corriendo al baño de arriba y no sale, y siento que si entro solo voy a conseguir asustarle más, pero tengo miedo de que se desangre - dijo al borde de un ataque cardíaco, aturdiendo incluso mis propios pensamientos. - Por favor, Guille, ve a verle.

Cuando me soltó y conseguí despejar mi mente subí las escaleras a paso ligero, parándome temeroso ante la puerta del baño, dando apenas unos ligeros toques antes de que unos sollozos se escucharan al otro lado de la puerta.

-Rubén, abreme, soy yo - dije.

-¿Guille?¿Guillermo? - preguntó con voz débil.

-Claro tonto, venga, ábreme, necesito ver que estás bien - le contesté, apremiándole.

Se escuchó el cerrojo de la puerta, y segundos después comenzó a abrirse lentamente. Por el rabillo del ojo pude ver a Mangel levemente asomado al final de las escaleras, como si pretendiera asegurarse de que todo estaba bien. Los ojitos de Rubén me miraron rojizos y aguados a través de una rendija, y yo abrí mis brazos, ofreciéndole un abrazo.

Abrió la puerta y se tiró rápidamente a mis brazos, apretando hasta casi sacarme todo el aire acumulado en mis pulmones. Le arrastré nuevamente hacia el interior del baño y cerré la puerta tras de nosotros. Notaba una extraña y cálida humedad en mi hombro, y alarmado le hice apartarse de mi, y le saqué la camiseta a tirones y entre protestas.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now