Capítulo Veinticinco

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Este capítulo tendrá contenido explícito, así que si eres sensible o no gustas de ello, te recomiendo que simplemente no leas este capítulo.

Narra Samuel.

Descansaba sobre un sofá de cuero negro que había junto a la cama. Estaba empezando a cabecear del sueño pero me negaba a quedarme dormido teniendo al pequeño Guillermo ante mi de aquella manera.

Con sus rodillas pegadas a su pecho, tapado con una gruesa manta de pelo hasta la barbilla, y jugando con el borde de esta con sus temblorosas manos. Por sus mejillas seguían rodando lágrimas silenciosas, me atrevería a decir que incluso involuntarias, y sus ojos se encontraban rojizos.

Aún desde aquí podía sentir los ligeros temblores de su cuerpo, y comenzaba a desesperarse por no poder estar a su lado. Pero hasta un sólo roce lo hacia estremecerse del miedo, y había decidido dejarlo sólo cuando había notado como su corazón iba más lento en el momento en el que yo, o cualquiera -y por cualquiera me refiero a Martín, que se había acercado a preguntar que tal estaba después de que Michael escapara, y por Violeta, una mujer que se encargaba de limpiar todos los días la casa-, se alejaba de él y le dejaba su espacio.

No se si fue por el cansancio -puesto que eran las once y media de la noche y llevábamos aquí desde las doce de la mañana-, o porque estaba absorto en mis pensamientos cuando la puerta se abrió bruscamente y me hizo levantarme.

Carlos entró amenazante, dispuesto a dirigirse a Guillermo, el cual gritó del susto y se cubrió su cabeza con la manta. El latido de su corazón inundó mi cabeza y sin siquiera pensarlo me lancé a la cama, interponiendo mi cuerpo entre el de Carlos y el de Guillermo.

-¿Que haces? - dijo Carlos intentando acercarse, tuve que empujarle.

-Alejate, Carlos - le dije lentamente.

-Samuel, me he recorrido medio país en cuanto he visto todo lo que a ocurrido en mi mente, deja de joder y déjame ver a mi hijo. - dijo intentándose acercar nuevamente, y yo le grité.

-¡No ves que no quiere! - vociferé, y sentí el cuerpo de de Guillermo temblar. - Aléjate de él - demandé, señalando la puerta.

Carlos se quedó completamente estático en su sitio y yo en el mio hasta que la voz de mi pequeño resonó bajo las mantas.

-¿S-samu? - preguntó inocente, su voz amortiguada.

Me bajé de la cama y me acerqué por el lateral de esta para arrodillarme a su lado. Suavemente fui retirando la manta para al menos descubrir su rostro y le mostré una pequeña sonrisa, intentando trasmitirle algo de tranquilidad.

-¿Si?

-Dile que se valla, por favor - susurró, aunque yo sabía que Carlos lo había oído.

Lo miré y vi que su rostro se encontraba confundido y decaído, pero se dispuso a irse, sin embargo antes de que cerrara la puerta hablé.

-En caso de que Sara te llame, Carlos, Guillermo y yo estamos viendo películas, pasará aquí la noche.

El sólo asintió antes de cerrar la puerta, y pude notar su desesperación desde aquí, al igual que podía sentir el miedo y pánico de Guillermo. Acaricié su mejilla y el cerró los ojos, tembloroso.

-¿Crees que pueda dormir contigo, pequeño? - pregunté inocente.

-¿No me harás...nada?

-¿Que clase de pregunta es esa, Guillermo? Sabes que yo nunca te haría daño, sólo quiero abrazarte y protegerte. - el pequeño dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y se levantó de la cama, dispuesto a abrirla y meterse bajo las sabanas. - ¿Quieres algo de ropa más cómoda?

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now