Capítulo dieciseis

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Narra Samuel.

Levanté la mirada, para poder observar sus ya de por si achinados ojos, más entrecerrados, causando que fueran una finísima linea. Me miraba atentamente, como si fuera un enigma o yo que se qué, y sinceramente, y estando fuera de mi entendimiento el motivo, lo único que estaba consiguiendo era ponerme más nervioso de lo que ya lo estaba. ¿No iba a decir nada?¿Así de simple? Me miraba con los labios formando una fina linea, y pude observar como sus mejillas se tornaron levemente rojas, a pesar de la oscuridad de la habitación.

-Eso ha sonado realmente cursi y acosador.

Entonces ambos reímos. No pude evitar colocar una amplia sonrisa en mi rostro mientras le observaba reir, cerando ya por completo sus ojos. Apoyé mi hombro derecho en la pared que había a mi lado, riendo ante la risa de Guillermo, tan contagiosa y rara como siempre.

-¿Que miras? - dijo tratando de calmarse, cuando se dio cuenta de que le observaba - ¿A que viene esa sonrisa tonta?

-Te ves adorable con los ojos así - contesté, acercándome a la cama, para dejarme caer a su lado -, además que tu risa de verdad es rara.

Sonrió, a la vez que dejaba caerse hacia atrás, tumbándose en el colchón, y yo hice exactamente lo mismo.

Quizás ya era hora de pedir disculpas. Me sentía realmente fatal por lo que había ocurrido semanas atrás. Podía escuchar su corazón latir fuertemente, sentía yo mismo el miedo que su cuerpo desprendía, y la preocupación que tenía Mangel en aquel momento. Pero todo aquello quedaba simplemente acallado por el sonoro "bum bum" que hacía su corazón, inundando mis oídos y haciendo que su sangre corriera de manera apresurada por sus venas. En aquel momento perdí el control, y me arrepentía de ello como de mi existencia. Si era necesario ponerme de rodillas y suplicarle perdón, lo haría.

Yo, un vampiro con mas de seis siglos de antigüedad, fuerte, grande, me doblegaría ante un adolescente humano de dieciocho años con unos ojos extremadamente achinados, y todo sería únicamente por la sensación que ocupaba mi pecho cada vez que él se encontraba en mi mente, o junto a mi, que era prácticamente todo el día.

Giré mi cabeza, para quedar observándole. Con los ojos cerrados, y una expresión de tranquilidad, pude notar como empezó casi a temblar, en el momento en el que comencé a rozar nuestras manos, para finalmente entrelazarlas.

-Perdóname - dije, mirando de nuevo hacia el techo, y notando como era él esta vez el que me miraba a mi. - No se que ocurrió exactamente. Solo... perdí el control.

Llevé lentamente la mano por la cual le tenía cogido, hasta cerca de mi rostro, y con las yemas de los dedos acaricié lentamente las heridas ya casi cerradas que se hizo al romper el cristal de mi coche. Se soltó de mi agarre, seguramente por miedo a que volviera a reaccionar de manera equivocada.

-No tienes ni idea de lo que daría por que nada de eso hubiera pasado. De verdad lo siento, y me arrepiento profundamente de lo que ocurrió, pero no volverá a pasar, lo prometo.

El silencio se hacía presente en la habitación. Me miraba inexpresivo, sin una sola gota de miedo, o rencor en su cara. En un impulso, y de un movimiento rápido, me coloqué sobre él, apoyando sobre mis codos -a ambos lados de su cabeza-, y sobre las rodillas, todo mi peso. Se relamió los labios, para seguidamente morderselos, nervioso.

-Perdóname, por favor. - dije, rozando su nariz con la mía. - Haré lo que sea para que me perdones.

Puso sus manos sobre mi pecho, y cuando pensaba que lo que iba a hacer era apartarme, lo que hizo fue agarrarse fuertemente a mi camisa, apretando los puños. Apartó su mirada, y soltó un fuerte suspiro antes de volver a mirarme.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now