Capítulo ventidos

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Desperté con un horrible dolor de espalda, y a pesar de desear lanzar a Sandra lejos y quitármela de encima, la aparte con cuidado y posteriormente la arropé con la manta, que en algún momento de nuestra siesta había terminado en el suelo.

Hacía rato que Samuel me había llamado preguntándome la dirección del tal Mich, y no podía evitar preocuparme por lo que podría haber hecho. Caminé hacia la cocina y escuché como la puerta principal de la casa se abría. Los tacones de mi madre se hicieron escuchar por la entrada de la casa y segundos después ingresó en la cocina con una sonrisa cansada en su rostro. Besó mi mejilla y se quitó los zapatos antes de dejarse caer en una de las banquetas que había junto a la encimera de la cocina.

-¿Como te encuentras, pequeño Willy?
Últimamente se me hacía extraño el hecho de que mi madre volviera a llamarme por ese nombre, pero no podía evitar sonreír ante los recuerdos. Apenas tenía trece años cuando dejo de llamarme así cuando le grité que me llamara Guillermo en una discusión algo estúpida.

-Bien mamá. Sandra y yo hemos dormido durante casi todo el día en el sillón. - respondí mientras ponía un par de rebanadas en la tostadora, me apetecían tostadas con mantequilla.

-¿Juntos? - le dediqué una mirada extrañada y al instante comenzó a corregirse. - No me mal interpretes cielo. Desde que nos mudamos estáis más cariñosos de lo normal. No me desagrada, solo me parece extraño.

-Supongo que últimamente nos apoyamos mucho entre nosotros, ya que nuestra madre no nos dedica ni cinco minutos - esto último lo dije en broma y ella rió.

-Oh Guillermo, vamos. Si sois vosotros los que queréis volar ya fuera del nido. - entonces fue la carcajada de Sandra la que se escuchó en la cocina.

-Yo creo que me quedare en el nido unos cuando años más. - contestó frotándose los ojos y bostezando como un oso.

-Suena muy tentadora esa idea - comenté yo llevándome una tostada a la boca.

-No piensen que los mantendré hasta los treinta - dijo haciéndose la horrorizada, haciendo que todos estallásemos en carcajadas. - Oye, ¿tenéis planes para esta noche?

Sandra y yo nos miramos, para luego mirar a mi madre negando ambos.

-¿Que les parece una de esas viejas noches de sofá? Pizzas, pelis, podremos hablar de cualquier cosa.

Sandra saltó con los brazos en alto y comenzó a bailar por la cocina, provocando la risa de mi madre.

-¿De que clase de pizzas estamos hablando? - pregunté haciéndome el duro.

-No verás nada de piña, y habrá mucho queso. - contestó mi madre levantando el teléfono y marcando el numero de la pizzería, que colgaba de la nevera.

-Nos vamos entendiendo...

Sonreímos y luego cada uno fue a lo suyo. Mi madre subió a su habitación a ponerse un pijama, mientras que Sandra hizo hueco entre los sillones del salón y apartó la mesita central. Y entre empujones y gruñidos por mi parte traje un enorme colchón de matrimonio desde la habitación de invitados y le deje caer entre los sofás y el televisor.

Sandra y yo llevamos al salón unos vasos de plástico y unas bolsas de patatas fritas y los dejamos a un lado del colchón, vigilando que Thor no decidiese venir al ataque.

Miré el teléfono y decidí llamar a Samuel en el tiempo que tardaran en traer las pizzas, solo para asegurarme que no había cometido ninguna locura de la que pudiese arrepentirse más tarde.

Un pitido.

Dos pitidos.

Tres pitidos.

-Guille... - casi fue un susurro.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now