Capítulo quince

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Si mis cálculos no fallaban -y realmente no lo hacían, había estado contando incluso los minutos-, habían pasado ya tres semanas desde que tuve aquel pequeño -y digo pequeño porque estaba intentando mentalizarme de que realmente había sido un pequeño descuido por su parte- altercado, y solo había hablado con Samuel una sola vez, y casi había tenido que salir corriendo al borde de las lágrimas. ¿Tan cursi o débil me había vuelto en estas semanas? Pues si, pero me importaba más bien poco ser así, lo que realmente me preocupaba era el hecho de que era así por culpa de Samuel. O eso es lo que mi mente quería pensar, porque necesitaba echarle las culpas a alguien de el porqué me sentía así. Hace dos semanas, cuando hable con Samuel por última vez, me regalo un pequeño no, si no diminuto perro recién nacido. Con sus ojitos cerrados y su carita adorable. Había venido pidiendo perdón pero las palabras solo se habían quedado atoradas en mi garganta mientras mis ojos comenzaron a escocer, así que simplemente regresé a mi casa lo mas rápido que pude con esa pequeña ratita negra entre mis brazos, y una vez que ya estuve en la soledad de mi habitación, y con el perro durmiendo sobre mi pecho, me largué nuevamente a llorar, como llevaba haciendo los últimos días. Y desde entonces de verdad que le había intentado evitar, pero hoy ya no podría. Mi madre había invitado a mi padre y a Samuel a comer hoy, y ya había intentado la escusa de la fiebre, del dolor de estomago, de la gastroenteritis, resfriado, e incluso había intentado echarle cuento al dolor del pie, pero nada había colado, puesto que mi madre estaba enterada de mi mala etapa con Samuel.

¿Porqué digo mala etapa? Ni que hubiéramos tenido muchas entre nosotros.

Noté como mi corazón se paró de golpe cuando el timbre de la casa sonó. Y no volvió a latir hasta que en la lejanía pude escuchar la voz de Samuel saludando a mi madre y a mi hermana. Mis piernas temblaron ligeramente cuando me levante de la cama, y es que los nervios por verlo ya eran muchos, sin sumarle el hecho de que yo mismo sabía de que él ahora mismo estaba escuchando el muy, muy apresurado latir de mi corazón. Apreté ligeramente al perro entre mis brazos mientras bajaba las escaleras, y casi entré corriendo en la cocina para evitar que su mirada se posara en mi. Pero en ese pequeño momento en el que crucé la pequeña distancia entre las escaleras y la puerta de la cocina, por el rabillo del ojo pude verle mirándome atentamente, con sus ojos casi perforándome la piel debido a la tan intensa manera con la que miraba. Cuando me paré frente al frigorífico, con la escusa de coger agua, ya podía sentir como mi corazón rompía mis costillas muy lentamente. Y el hecho de que Rubén me mirara con cara acusadora desde la puerta en verdad no ayudaba.

Ahora mi querido mejor amigo se pasaba las horas muertas con ese noviecito suyo, y yo en verdad no le culpaba, quizás si me dieran celos, pero en el fondo me alegraba por él. El problema era que mientras yo no tenía a nadie a quien contarle mis problemas, Samuel se los contaba a Mangel, seguramente con la intención de que como amigo suyo le diera consejo -cosa que entiendo-, pero luego Mangel se lo contaba a Rubén y este venía a mi a reclamarme por no querer hablar con Samuel.

A ti nunca estuvo a punto de morderte o matarte un vampiro, imbecilo.

¿De donde había sacado esa estúpida palabra? ¿Imbecilo? No lo sé, ya me estaba empezando a afectar seriamente todo esto. Salí de la cocina todo nervioso y casi sudoroso y salí al patio, donde estaban ya todos. Hacia un bonito día soleado, algo raro ya en octubre, por lo que mi madre había decidido comer fuera. Solo levante la cabeza para saludar a mi padre y lanzar un casi inaudible <Hola> a Samuel.

Me senté entre mi padre -que encabezaba la mesa en uno de sus extremos, y Rubén. Deje al perro sobre mis piernas, poco dispuesto a alejarme de él, y esperé a que mi madre me sirviera mi comida.

-¿Piensas comer con el perro ahí? - pregunto mi madre.

-Quizás deberías dejarlo en el suelo - secundó mi padre por otro lado.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora