El chico orgullo de sus logros

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Los pequeños placeres pueden ser grandes, dependiendo de la magnitud que provoca en cada uno.

Magnus Bane estaba orgulloso de sí mismo, y todos lo sabían.

Estaba orgulloso de lo atractivo que era, después de todo poseía una belleza natural, pero esa belleza podía mejorarse, y por eso su ropa era tan ajustada; su rostro era muy bello, con esas fracciones orientales y su tono tostado.

También estaba orgulloso de salir con la chica más bella del instituto, pues no todos podían tirarse a Camille Belcourt y presumir de ello.

Su independencia también era un buen motivo, tenía tan solo 19 años y ya tenía su propio apartamento, un auto, un trabajo estable, una beca universitaria y sobre todo un gato.

Si, su gato era un gran motivo de orgullo.

Estaba orgulloso de tener tan buenos amigos, porque aunque Catarina y Ragnor eran insoportables a veces, era muy leales a él, y sobre todo aguantaban sus estupideces.

¿Por qué? Porque sencillamente era Magnus Bane, y también estaba orgulloso de sus tonterías.

Pero de lo que más estaba orgulloso, era sin duda alguna, haber logrado algo que ningún otro estudiante de secundaria podría haber hecho, y eso, ni siquiera lo había presumido porque quería que solo fuese un orgullo de él.

Solamente de ellos.

Estaba orgulloso de haber escuchado la voz de un Lightwood.

De Alexander Lightwood.

Como no estarlo, si ni siquiera un profesor lograba eso, tendrían que darle una medalla, aunque solo fueron cuatro palabras, pero sin duda, eran de lo mejor.

Aunque había sido hace un año, aun recordaba perfectamente las matices de su voz, sueva pero bastante masculina, algo ronca por lo que se supone que es no hablar todo un día.

Dios, esa voz se había quedado grabada con fuego en su mente; incluso, había llegado a masturbarse pensando en esa voz.

Porque si, Magnus Bane también estaba orgulloso de eso.

No, no de masturbarse con una voz que escucho solo una vez hace un año. Si no de ser bisexual.

Es que de solo recordarlo volvía a estar duro, eso no podía ser normal; definitivamente era culpa de Alexander y su voz tan sensual.

***

Magnus había estado cansado por haber asistido a una fiesta la noche anterior, bueno, por haber organizado una fiesta la noche anterior.

El daba buenas fiestas (lo cual era tan bien un buen motivo de orgullo)

El caso es, como había dormido tan poco, tenía notables ojeras, nada que no se pudiese arreglar, pero comenzaban a notarse y no quería que nadie lo viese así.

Así que se dio una escapadita y aprovecho para tomar una siesta para quitarse esas nada glamurosas ojeras.

Comenzaba a dormirse, recostado en el césped donde sabía que nadie lo vería cuando lo vio.

Era Alec Lightwood.

Su rostro no parecía tener mucha expresión, aun cuando hablaba por teléfono (Y no, no fue ahí cuando lo escucho hablar, porque estaba demasiado lejos)

Fue después, cuando el chico se percató de su presencia.

Lo miro un rato, y como Magnus sabia, no iba a decirle nada.

-¿Qué tal?- saludo sentándose-. Soy Magnus, Magnus Bane- extendió su mano.

El chico no cambio su expresión pero parecía algo indeciso en si tomar o no su mano, aunque al final solo asintió con la cabeza.

-Eres Alec Lightwood, ¿verdad?- no era como si no lo supiese, ¿Quién no lo sabría? Pero no quería parecer muy ansioso o interesado.

El chico solo volvió a asentir.

-Tú y tus hermanos no hablan mucho- comento más para si-. Bueno, si quieres hacerme compañía adelante, no me importa, y si te estoy retrasando aprovecha para perder clase.

Alec tenía unos ojos espectaculares, siempre le habían gustado los ojos azules y el cabello negro, era su combinación favorita. Así que cuando Alec lo miro tan centrado, no pudo evitar quedarse un poco atontado con esa mirada.

-Bonitos ojos- murmuro.

Okey, eso no había sido consiente, y rezo (aunque no fuera del todo creyente) porque Alec no le hubiese escuchando.

El chico volteo, y Magnus se regañó mentalmente, eso le pasaba por no pensar antes de hablar.

-Alexander- dijo una voz suave, levanto la vista, y se fijó en que había salido de Alec, la sorpresa hizo que su cerebro dejara de funcionar que lo único que dijo fue:

-¿Qué?

-Mi nombre es Alexander- esas palabras sonaron tan claras, aunque Alexander estaba de espaladas a él, no pudo ver su expresión ni nada de eso, pero con la voz ya le bastaba.

Alec ya se había ido cuando su cerebro volvió a funcionar, lo único que hizo en ese momento fue volver a acostarse y preguntarse como por veinte veces si había soñado.

***

Solo habían sido cuatro palabras (si, cuatro, porque había dicho dos veces Alexander y él no contaba eso), pero eran uno de los más grandes logros de Magnus.

Sonrío cuando vio a los hermanos Lightwood, siempre tan serios, tan rectos.

Se fijó en los ojos azules de Alexander, siempre calculadores y cuando se aseguró de que estaban fijos en él, le guiño un ojo. Alec volteo la cara, diciéndole algo a su hermano, pero le provocó una gran satisfacción.

-¿Qué estás haciendo?- le pregunto Camille que había aparecido a su lado.

-Nada interesante, ¿Por qué?- despego sus ojos de Alexander para fijarse en su novia, Camille en verdad era atractiva y él estaba totalmente enamorado de ella desde que la vio, así que no le importaba soportar sus caprichos, ni aguantar su mal humor, ni siquiera darle regalos carísimos como el colgante rojo que está en su cuello.

-Llevo esperándote un buen rato- gruño ella.

-Lo siento, estaba pensando- mintió-. ¿Te invito a comer?

-Claro.

Tomo la mano de su novia y la acaricio, la piel de Camille era tan blanca y fría, pero aun así no le importaba.

Se fijó una vez más en Alexander y le sorprendió la mirada en su rostro, había algo más detrás de la frialdad de sus ojos. Como una llamada de auxilio.

Alexander rompió el contacto y Magnus se preguntó, no por primera vez, si alguna vez podría comprender al chico serio de deslumbrantes ojos azules.


Nota de autora:

Tercer capitulo arriba, espero que les haya gustado, en lo personal amo escribir de Magnus, de Alec y de Malec.


Secretos a voces (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora