Capítulo 62: "¿Ángel?"

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Canción Tee Shirt, Birdy.

Me despierto al notar que Pablo se mueve a mi lado, veo como intenta levantarse sin intentar despertarme, pero yo soy de esas personas que se despiertan con el mínimo ruido.
-¿Qué pasa?- le pregunto frotándome los ojos intentando que el maquillaje no se corra, aunque en realidad no importa. Sí, llevaba maquillaje a un funeral porque era lo único que me hacia sentirme como yo misma.
-Iba a ir al baño - se levanta del sofá ahora tranquilamente y yo me incorporo ya que ya no tengo mucho sueño- Vuelve a dormir- besa mi frente y sé que se siente culpable por haberme despertado, él es así de considerado. Niego con la cabeza, normalmente cuando me despierto no puedo volver a dormir, y estoy segura de que ya es tarde, asi que me levanto del sofá alisando mi vestido y aprovecho a abrocharme los zapatos.
-Te acompaño arriba- él asiente sin rechistar y subimos las escaleras, él detrás de mi. Una vez en el pasillo miro al reloj de madera que cuelga de la pared, la aguja pequeña marca las tres de la tarde.
-¿Queréis comer algo?- pregunta una vocecilla y casi pego un bote del susto. Me giro para ver a Elena acercándose a donde estamos, su aspecto no está mejor que cuando la vi antes, sus ojos siguen rojos e hinchados, me atrevería a decir que no ha dormido nada en estos días, y la entiendo.
-Yo me voy a casa para cambiarme, volveré en un rato.- ella asiente y Pablo me mira con ojos tristes haciendo que se me parta el alma, odio dejarle solo, pero realmente tengo que ducharme.- Y tú tienes que comer- demando.
-No, no tengo hambre- se niega y no recuerdo haberle visto comer mucho desde el hospital, incluso se le nota mas delgado, como si hubiera dado un cambio radical en estos días. Pero no le puedo culpar por ello.
-¿Nos podrías dejar un momento solos?- pregunto suavemente a Elena, ella asiente y me abraza susurrándome un "Gracias" y a continuación da media vuelta y se va. Elena, desde que empecé a salir con Pablo ha sido como una segunda madre para mi, al igual que toda su familia, asi que intento hacer todo lo posible por ellos. Me acerco a él, entrelaza nuestras manos y empieza a acariciar mis dedos con los suyos, como siempre hace, algo que me reconforta y a la vez me da seguridad.
-Voy a irme solo un rato, a ducharme y a hacer unas cosas, ¿vale?- digo cuando sé lo que me iba a preguntar, él finalmente asiente.- Y tú vas a comer algo.
-No tengo hambre, en serio...
-Ya Pablo, para- le corto molesta, como horas antes, sé que no debería estar de mal humor cuando él lo está pasando mal, pero esto es un tema serio- Es por tu salud.
-Mi salud no me importa en estos momentos- suelta y siento como si me hubiera apuñalado directamente en el corazón, mis ojos empiezan a picar y parpadeo rápido para que las lágrimas no salgan, lo último que quiero es que me vea llorar. -Mierda ángel, no llores...
-No me creo que hayas dicho eso, estamos hablando de tu salud, Pablo. Entiendo que lo estes pasando mal, diría que sé todo el dolor que estás pasando, pero es que no lo sé, así que no soy nadie para decirte como tienes que sentirte. Pero esto es serio, no tienes que descuidarte, tienes que comer, tienes que seguir adelante. Y no quiero que lo hagas por mi o por cualquier otra persona, quiero que lo hagas por ti. Porque eres demasiado importante para todos, y no me puedo imaginar...- no me deja terminar la frase ya que me abraza fuertemente, siempre he amado sus abrazos,  aprovecho a limpiarme las lágrimas y a dejarme llevar por su cariño.
-Lo siento, lo siento ángel- susurra sin soltar su agarre dándome un beso en la frente, de esos besos que te hacen sentir la única persona en el mundo- Voy a comer, te lo prometo.- se separa un poco para mirarme a los ojos y yo asiento. -Pero aunque me hayas dicho que no lo haga, lo voy a hacer por ti, porque eres lo más importante que tengo, y  no quiero que estés mal.- me dedica una pequeña sonrisa que desaparece en seguida, pero que para mi significa mucho ya que puedo contar con los dedos de una mano las veces que le he visto sonreír en los últimos días.
-Siento haberme puesto así, ya lo estás pasando demasiado mal como para aguantarme a mi como un vieja cascarrabias. -comento y él suelta una carcajada haciéndome abrir los ojos sorprendida mientras disfruto de ese sonido, es la primera vez que ríe en días y me alegra ser la causante. Podría escuchar ese maravilloso sonido cada segundo de mi vida.
-Tienes razón ángel, siempre la tienes. - beso su mejilla suavemente ya que aun tiene heridas y moretones del accidente, aunque su cuello se ha curado perfectamente y ya no hay ningún collarín rodeándolo.
-¿Luego vengo, vale?- digo en forma de despedida, él asiente y también besa mi mejilla. Cuando estoya punto de abrir la puerta puedo oír un sollozo viniendo del salón que hace que todos mis pelos se pongan de punta. Noto que Pablo está igual y me mira suplicante antes de decir,
-¿Puedo ir contigo?- pregunta y le quiero sacar de aqui, porque en parte le entiendo, pero es su familia, asi que no creo que sea lo correcto.
- Creo que te tendrías que quedar con tu familia...
-Tú eres mi familia.- me contesta y le sonrío mientras paso mi dedo índice por su mandibula.
-Ya sabes a lo que me refiero.-supongo que Elena y Salvador van a necesitar tiempo a solas para asumir todo esto, yo siempre sufría en silencio, hasta que me di cuenta de que estar con Pablo me ayudaba muchísimo mas a estar sola, y estoy segura de que ellos también necesitan a su hijo.
-Tengo tiempo para estar con ellos. Ahora necesito evadirme de todo esto, de toda esta tristeza, necesito evadirme contigo. -
-Lo entiendo, pero a lo mejor evadirse de ellos no es lo correcto. Tus padres acaban...-no quiero mencionarlo pero no encuentro otras palabras para explicarme.- acaban de perder a su hijo, no pueden perder a otro más.
-No me van a perder, quiero estar unas horas contigo, al menos hasta que haya un poco menos de tristeza en esta casa.- responde y lo reflexiono unos segundos, no puedo decirle que no, es una decisión que tiene que tomar él, asi que asiento. Sube a su habitación a cambiarse de ropa y tras hablar con su madre salimos de la casa. No he visto ni a Salvador ni a Casilda desde por la mañana, no me quiero ni imaginar como lo están pasando, me dolía muchísimo a mi y eso que tuvimos nuestros Salva y yo tuvimos nuestros roces, pero él fue el que me dijo que le diera una oportunidad a Pablo.
Respiro fuertemente el aire de la calle, estar en esa casa me estaba matando, y a Pablo también. Era como estar en una caja que se iba cerrando cada minuto sin dejarte respirar, y que poco a poco te iba ahogando.
Cuando abro la puerta de mi casa mi madre viene rápidamente hacia nosotros, antes de que pueda decir  algo niego con la cabeza, no quiero que agobie a Pablo, ni que le recuerde que su hermano está muerto, ya le dio el pésame en el cementerio, no hay necesidad de volver a hacerlo. Pero nos abraza a los dos a la vez y habla, y tengo miedo de lo que vaya a decir.
-Me alegro tanto de que vosotros dos estéis juntos de nuevo.- estoy segura de que eso no era lo que quería decir, pero al ver mi mirada ha cambiado sus palabras, y se lo agradezco.
-Y yo.- susurra Pablo.
-Hacéis tan buena pareja, ni siquiera sé que hacías con Simon.- mi madre menciona su nombre y veo como Pablo frunce los labios en una fina línea, le odia incluso cuando debería odiarme a mi, y odia oir su nombre. Las cosas entre Simon y yo están igual que antes, es decir, antes de que empezaramos a salir, él aun siente algo por mi pero está  claro que esos sentimientos no pueden ser correspondidos, y que nunca volveran a serlos. Solo espero que con el tiempo él deje de sentirlos hacia mi, no quiero hacerle mas daño a nadie.
-Bueno mamá, esto es lo que va a haber siempre.- la digo entrelazando mi mano con la de Pablo y ella sonríe, contenta de mi elección.
-Tenéis que tener hambre, voy a prepararos algo de comer. -comenta dirigiéndose a la cocina, pero la paro.
-Mamá, no te molestes, quiero prepararle yo la comida a Pablo.- ella asiente y se va al salón. Pablo y yo entramos en la cocina y le hago sentarse en un taburete, recuerdo la vez que estuvimos aquí, yo curándole las heridas.
-No tienes por qué hacerme la comida.
-Quiero hacerlo, tú siempre me haces el desayuno. ¿Qué quieres para comer?- él encoje los hombros.
-Lo que tú quieras.
-Hago una pasta de muerte.
-Que sea pasta.- me dedica una pequeña sonrisa y se la devuelvo felizmente.
-Y te voy a hacer el mejor postre que hayas probado en la vida.- él no contesta, asi que saco una cacerola de los armarios superiores, la lleno de agua y la pongo en la vitro cerámica. Mientras espero a que se haga la pasta veo como Pablo tiene la mirada fija en la mesa de madera, parece que está en otro lugar. Arrastro el taburete de al lado y me siento en él, y me acerco mas a mi novio. Su perfil está serio, mejor dicho, triste, y tiene los ojos brillantes como si estuviera a punto de llorar. Paso mi mano por su pelo, acariciandole y pongo mi mano izquierda sobre la suya en la mesa.
-Me gustó mucho lo que le cantaste a Salva.- le digo en un tono suave, como si estuviera hablando con un niño, ya que no quiero herirle. Él centra su mirada en mis ojos antes de parpadear rápidamente, nunca le había visto tan triste, paso mi mano derecha por su ceja y la dejo sobre el lunar de al lado de su ojo, acariciandolo también. Le sonrío intentando que él tambien lo haga pero no lo consigo.
-Era más bien un poema. De pequeño escribía poemas que se volvieron canciones, y empecé a cantar por eso, porque necesitaba que alguien cantara lo que escribía.
-Se te da muy bien, escribir.
-Lo suelo hacer mucho, escribo para desahogarme.
-¿Y nunca has pensado en dedicarte a eso? ¿En ser escritor?
-No sé, nunca se me había pasado por la cabeza, siempre he querido dedicarme a la música.
-También se te da muy bien.- le sonrío y consigo que él también lo haga.
-¿Tú crees?- le doy un beso en la mejilla antes de susurrar,
-Por supuesto.- cuando la pasta está hecha la escurro, la echo en un plato, le echo muchisimo queso, tomate y orégano y la meto al microondas. Cuando la comida está lista la pongo en la mesa delante de él junto con un tenedor.- Puede que no sea lo mejor del mundo, pero algo es algo.- le digo volviéndome a sentar en la silla. La verdad es que soy horrible cocinando, por eso siempre es Pablo el que se encarga de ello.
-¿No comes ángel?- me pregunta y niego con la cabeza, pongo mi mano sobre la suya de nuevo.
-No tengo hambre, con verte a ti comer me vale.- veo como pincha con el tenedor la pasta y se la lleva a la boca, yo no quito mi mirada de sus movimientos.-Odio verte así, te quiero muchísimo...- en los últimos días me he dado cuenta de que lo que Pablo siente, de alguna forma, lo siento yo, y noto muchísimo su dolor.
-Yo también te quiero ángel.

El Buen Amor (Pablo Alborán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora