REFORMAS

133K 7.3K 448
                                    

CAPÍTULO EDITADO

-Chss –sentí un susurro a mis espaldas. Lo ignoré y seguí escribiendo en mi examen -. ¡Psss!

-¿Se siente bien, joven Brian? –preguntó la profesora. Escuché un murmuro -. ¿Qué dijo?

Disimuladamente, intenté observar a Brian, quien asintió en respuesta a la pregunta de la profesora. Al terminar el examen, Brian se acerca a mí y me da un golpe en la cabeza, observándome con ojos confundidos.

-Me ignoraste, ¿o acaso es idea mía? –Frunció el ceño - ¡Si hubieras visto cómo me miró esa... -miró a su alrededor y colocó ambas manos a los lados de su boca para continuar su frase en voz baja –, esa adulante de ejercicios imposibles de hacer en dos horas y miradas que penetran hasta atacar el hígado!

-¿Qué? –Pregunté, reprimiendo una carcajada –. ¿Acaso es peor que todo lo que tomaste el año pasado en Halloween?

Brian ni lo pensó. Sabía que no era para tanto comparado con esa noche. ¡Y qué noche que si dio susto! Brian vestido de zombi, caminando borracho y vomitando las paredes.

-De todas formas, ¿qué pensabas preguntarme en medio de un examen? Teníamos propuestas diferentes –colgué mi mochila en el hombro derecho y me aproximé a la salida del instituto en compañía de Brian.

-¿Harás la fiesta?

-Tus padres debieron aplicar medidas más drásticas contigo en la infancia –me lamenté en forma irónica.

-Conseguí las luces.

-Y un sábado caluroso por la tarde es perfecto para una fiesta en piscina, ¿no crees? –accedí, siguiendo la salsa de la conversación.

Brian chasqueó los dedos y levantó los brazos, celebrando su victoria, la cual decidió continuar con una porrista que parecía observarlo de lejos. El día que este chico cambie será un verdadero milagro que pagaría por ver.

Mientras realizo el recorrido para buscar a mi hermanita de sus clases de ballet, pienso en cómo podría organizar la casa para la fiesta. Me pregunto cómo reaccionarán mis padres ante la idea y, extrañamente, deseo que tengan una reunión "duradera e importante" como suelen decir ellos como excusa para no asistir a mis partidos.

Estaciono con cuidado y salgo del automóvil para que Lucy me vea en cuanto salga. Distintos grupos mixtos de bailarines lucen diferentes atuendos y otros simplemente visten en forma casual. Miro el reloj. Lucy debería estaría saliendo en este instante. Me decido por caminar un poco hasta la entrada de la academia hasta que paro en seco.

Aquella mirada.

Era ella. Con el mismo aspecto delicado de la vez anterior y más relajado, de hecho. Llevaba un moño bastante despeinado que la hacía lucir sus pálidos hombros en un vestido amarillo que la hacía verse preciosa, y unas botas que jamás pensé que podrían gustarme vérselas a una mujer.

Caigo a tierra. Parezco un psicópata. Me decido por desviar la mirada, pero deseaba verla. Otra vez.

Y allí está, mirándome a lo lejos. Casi parece que me sonríe, pero nunca podré saberlo porque Lucy vuelve a cinchar mi pantalón.

-Te ves muy concentrado –dice –Es mi amiga.

Se había dado cuenta.

-¿Cómo te ha ido? –le pregunté, abriéndole la puerta del automóvil e ignorar el hecho de que había actuado como un real acosador y que, mi hermana acababa de presenciarlo. Dios, este ser es el hermano mayor.

-Bastante bien –afirmó –. Quiero ir ya a casa, mamá me dijo que hoy pondrían mi espejo en la pared.

Vaya, que rápido.

Luego de un par de minutos, llegamos a casa. Lucy, aun en su emoción intacta, abre la puerta y corre hacia la cocina, donde se encuentra mamá.

-Cariño, ¿Cómo estuvo tu día? Están poniendo el espejo en la habitación que dijiste, puedes ir a ver –comentó dándole un beso en la frente, y quitando la mochila sobre sus hombros. Como un rayo, Lucy se apresura a subir las escaleras.

-Este sábado haré una fiesta –le anuncié a mamá.

-Es posible que con tu padre estemos complicados ese día, ¿crees poder manejarlo? –vaya, fue mejor de lo que esperaba como respuesta. Asentí y aquella se recogió el pelo en una coleta alta –. De todas formas, debes pensar qué hacer con tu hermana.

-Podrían contratar a una niñera –agregué.

Mi madre titubeó, pero pareció acceder ante la idea.

Mientras me sirvo un vaso de agua con cuidado, reviso los mensajes en el móvil intentando no cometer un error que me pueda arrepentir, como estropear el móvil. Es así como, por medio de un mensaje de mi padre, me entero que las máquinas de deporte están prontas en la habitación que había pensado asignar para el gimnasio. Emocionado, me dirijo hacia arriba y, pasando por la aparente habitación de ensayos de Lucy, encuentro mi gimnasio, luciendo las reformas que me había prometido mi padre en la noche.

Luego de estudiar un par de horas para un examen que tendría la siguiente semana, decidí tomar un tiempo de descanso dándole un toque personalizado a mi nuevo lugar de entrenamiento. Mientras escuchaba música con mis auriculares inalámbricos, coloqué en las paredes algunos posters viejos que coleccionaba hacía bastante tiempo y ordené las mancuernas según su peso. Mudé mi parlante de mi habitación hasta allí y cambié la caminadora de lugar. En medio de tanto movimiento, hice un poco de entrenamiento para estrenarlo. Únicamente para ello, porque el cansancio comenzaba a ganarme y me sentía exhausto. Mientras me dirijo al baño para tomar una ducha rápida, escucho unas voces provenientes del comedor, en el piso de abajo.

Y como lo curioso que soy ni dude en echar un vistazo.

En el sillón se encontraba mi madre, hablando entretenidamente con alguien y escuchándolo con atención, mientras mi hermana solo bostezaba en medio de la conversación. Me preguntaba quién sería, pero entre la curiosidad y tener pereza hay un límite que no estaba dispuesto a romper.

De modo que, seguí mi camino hacia el baño para tomarme una ducha.

...

-¿Quién había venido hace rato? –pregunté mirando la televisión.

-Estoy teniendo un par de entrevistas –respondió concentrada, estaba trabajando en la computadora –. Al parecer, la academia está en quiebra y no puede pagarles a los profesores. Así que..., hasta que no encontremos una buena academia que Lucy pretenda ir, tendrá clases aquí.

A Lucy parecían caerle baldes de agua fría constantemente por la situación con nuestros padres. La academia era el único lugar en el mundo que tenía para refugiarse. Realmente es una pena que el instituto piense cerrar.

-¿Y qué tal han ido las entrevistas? –pregunté.

-Aún estoy indecisa, porque hay bailarines jóvenes bastante calificados –comentó –. Lucy merece lo mejor que le podamos dar, y de momento, a pesar de tantas entrevistas, no he visto nada que me sorprendiera realmente –hizo una mueca –. Aun así, hoy conocí un par de personas que, en cuanto llegue tu padre, haremos una reducida selección de posibles profesores para que Lucy pueda comenzar cuanto antes.

Apago el televisor y mamá se acerca para abrazarme.

-Te quiero, ¿lo sabes, verdad?

Silencio.

-Claro que lo sé, mamá –cerré los ojos –. Y también sé que tienen que hacer lo correcto con Lucy.

Mamá derramó un par de lágrimas en mi camisa. Me dio un par de palmadas en los hombros y, antes de irse a dormir, depositó un beso en mi cabeza.

Ella sabía que tenía razón. 

LA BAILARINAWhere stories live. Discover now