TRISTES REALIDADES

83.6K 4.6K 718
                                    

Capítulo 11

Olivia

Esa noche, por más que deseara quedarme y acompañar a Stephanie en su peor momento, decidí marcharme puesto que sabía que no era conveniente para mí. Allí tenía mi trabajo, era mi fuente de ingresos. Me había comprometido con la señora Pierson de ser una gran profesora pero, a su vez, una gran amiga y compañera de Lucy. Pasar la noche allí sería acompañar a su hijo, Drake, y no quería que hubiera interpretaciones innecesarias por parte de la familia Pierson. De modo que, en la madrugada tomé el rumbo hacia la casa de mi primo Oliver, quien me recibió un poco extrañado ante la repentina visita pero aun así con los brazos abiertos. Después de todo, éramos familia. 

Cuando me dirigía para allá sabía que debía dar algún tipo de explicación, porque ni en mi sano juicio caminaría sola a algún lugar a esas alturas de la madrugada por nada. Y Oliver lo sabía.

 Al principio, mientras me acomodaba sobre un colchón inflable que mi primo había preparado para mí, me costó tomar la iniciativa de contarle sobre lo sucedido. Evité detalles innecesarios. Estaba exhausta y necesitaba silencio para descansar. De forma que, luego de relatar la historia omitiendo algunas partes, tuve un profundo sueño que me costó conciliar debido a mis pensamientos. No paraba de recordar la actitud de Dylan, como jamás en mi vida había presenciado una acción violenta de su parte...hasta ahora. Por un segundo, sentí que la persona que tenía a mi lado, no era quien yo realmente pensaba. Quizá lo hubiera idealizado...o quizá simplemente nunca conocemos verdaderamente a las personas, hasta que vemos cómo actúan y se enfrentan a determinados contextos o bajo presión.

 ¿Pero acaso Dylan estaba actuando bajo presión? ¿John lo habría amenazado?, no..., no tenía las agallas. Y, si lo pensaba un poco mejor, afirmaría que Dylan no actuó bajo presión. Tomó una decisión. Y como cada decisión tomada, atrae una consecuencia. Me preguntaba qué consecuencias atraería de mi parte...

Horas después me encontraba frente a la puerta de mi apartamento. El sudor corría debajo de mi remera a patadas y no sabía qué decir. Es irónico. No debería ser yo quien se sintiera así. Bajo esa afirmación, tomé mis llaves y abrí la puerta.

El silencio era mortal.

Di unas pisadas por nuestra sala y eché un vistazo a las paredes...los muebles...todo lo que formaba parte de nuestra relación. Me convencí que podíamos arreglarlo, que aún había tiempo. Si hablábamos y me daba una explicación del porqué de lo sucedido, quizá y solo así podría entenderlo y darle un consejo.

Habíamos superado muchas cosas como para tirarlo todo por la borda. Las inseguridades que cargaba por todas las chicas con las que había estado y aun lo buscaban sabiendo que tenía novia...todas las malas decisiones que nos hicieron enfrentarnos a gritos.

Mis pensamientos sobre que podríamos superarlo escalaban una cima, cada vez más alta y fuerte. Sin embargo, al cabo de unos segundos, se derrumbó por completo. Algo estaba ocurriendo, y yo lo sabía. Mi intuición no me fallaba.

Había un par de cervezas abiertas que habían manchado la alfombra de la cocina, y los abrigos tirados en el sillón...diablos, no sé cómo no los vi en cuanto entré. Estaba cegada pensando en que pronto estaríamos mejor. Sin embargo, mi corazón pega un vuelco y pierdo la noción del espacio-tiempo en cuanto encuentro mi valija abierta, llena de mis pertenencias. Mis zapatillas de ballet parecían la cereza que decoraba el pastel. Y estaban arruinadas, cubiertas de comida y de un perfume que desconocía.

Dejando de lado las zapatillas de ballet, tomé uno de los vinos más caros que habíamos comprado a principio de mes y lo guardé entre mis cosas. Luego, cerré la valija. Estaba dispuesta a marcharme. Pero no sin antes una conversación madura.

LA BAILARINAWhere stories live. Discover now