Capítulo 13

13.7K 1.1K 89
                                    

CAMILA
**

Aspen era un lugar mágico para perderse entre la nieve, para quedarse todo el día en el bungalow frente a la chimenea, lo que los italianos llamaban dolce far niente, ah, el dulce placer de no hacer nada. Pero con todo el tumulto de gente en la casa y las constantes pisadas acompañadas de voces, no había podido hacer eso. De hecho, evitaba salir de mi habitación y solo me unía a los demás a la hora de la cena.

Al tercer día de estar en aquel lugar, ya había terminado los tres libros que llevé conmigo para no aburrirme y me di cuenta de que no tenía nada más que hacer. No tenía mi laptop para distraerme y mi teléfono me parecía aburrido en ese momento. Así que me cambié mi pijama por verdadera ropa de invierno que me ayudara a soportar el frío de la nieve y salí hasta la estación de esquí.

Daba pasos firmes y decididos en la nieve, como si supiese lo que hacía, pero la verdad es que no tenía ni la más remota idea de lo que se necesitaba para esquiar. Llegué hasta una pequeña cabaña, donde proporcionaban el equipo de esquí a los huéspedes de los bungalows, que consistía en lentes, el esquí y unos bastones. El encargado también me dio un casco, coderas y rodilleras. Pero su bondad llegó hasta ahí.

Cuando le pregunté qué podía hacer si era principiante me dijo que él no era instructor y que no podía dejar la tienda sola. Así que salí de ahí para intentar descifrar como hacer esto sin morir en el intento. La mayoría de las personas iban hasta una especie de pequeña colina en donde unas sillitas los subían hasta lo más alto de la montaña, por donde se deslizaban cuesta abajo, pero como yo no sabía nada, no me atrevía a atentar contra mi vida de esa manera.

Pensé que lo principal sería colocar mis pies sobre el esquí y tratar de impulsarme en un terreno plano con ayuda de los bastones. Pero fue todo un fracaso y terminé con la cara enterrada en la nieve. Un chico que pasaba cerca me dijo que era más fácil si lo hacía en un terrero inclinado, porque me movería por inercia y los bastones se desplazarían de manera más fácil.

Encontré una pequeña colina que no estaba muy alta ni muy inclinada y me preparé para descender de ella. Apenas estuve en la punta, comencé a bajar en picada y unos dos metros más abajo, mis piernas se habían levantado haciéndome caer al suelo sobre mi trasero. Frustrada y cansada, después de casi dos horas intentando lograr algo, decidí regresar a mi cómoda cama.

— Es más fácil si flexionas un poco tu cuerpo y no estás tan rígida. — Rió levemente y se quitó los lentes de esquí, que aun con ellos yo ya sabía quién era.

— Soy un caso perdido— le dije a Lauren, quitándome los lentes y los guantes, que me habían empezado a sofocar.

— Vamos, te voy a enseñar a esquiar. — Tomó mi mano izquierda y la entrelazó con su derecha que estaba bastante fría por no llevar guantes. Lauren comenzó a caminar hasta que llegamos a las sillitas donde las personas que sabían esquiar subían.

— Ni lo pienses, claro que no. — Solté su mano y me alejé de ella. Estaba loca si pensaba que yo iba a subir con ella para después deslizarme por una montaña a-quien-sabe-cuantos-metros-de-altura.

— Necesitamos subir para poder enseñarte a esquiar.

— Podemos hacerlo aquí abajo, es más fácil y más seguro— repuse, tratando de convencerla, pero ella negó—. No voy a subir a esa cosa.

— Muy bien, adiós.

Lauren empezó a caminar hasta donde iniciaba la corta fila de personas esperando para subir, y después de pensarlo bastante, la llamé para que me esperara. Ella se volteó sonriendo, como diciendo 'te lo dije', pero seguía de buen humor y con un aire más bromista que de costumbre.

— ¿Te dolió? — Preguntó, cuando estábamos a mitad del recorrido que hacían las sillitas. Tengo que dejar de llamar a esto sillitas, debería preguntarle luego a Lauren como se llaman, pensé.

— ¿Cuándo me caí del cielo? — Bromeé haciendo que ella soltara una risa, tapándose la boca y arrugando la nariz de manera adorable.

— No, cuando te caíste de culo en la colina— respondió riendo. Sentí como mis mejillas se ponían rojas de la vergüenza.

*

El resto del día fue bastante divertido. Entre risas, burlas y caídas, había aprendido a esquiar. Sorpresivamente, Lauren fue paciente y amable conmigo durante todo el tiempo que estuvimos practicando y después de eso, cuando volvimos a casa, no se despegó de mí ni un segundo, y la verdad no me molestaba su compañía.

Y lo que iba del día de hoy, ya habíamos desayunado juntas y llevábamos gran parte de la tarde acostadas en la nieve hablando, conociéndonos un poco más, y mi odio hacia Lauren disminuyó considerablemente. Me di cuenta de que era una buena persona, inteligente y fácil para entablar una conversación.

— ¿Tienes alguna resolución para año nuevo? — Me preguntó, apoyándose de sus codos para mirarme mejor, ya que yo estaba acostada en la nieve con ella a mi lado.

— Estoy segura de que no voy a cumplir ninguna, así que ni lo intento, ¿qué hay de ti?

— Me pasa igual... Pero hay algo que me gustaría hacer en el futuro— respondió con una sonrisa igual que la de un niño en una juguetería.

— ¿Aprender a decir 'por favor' y 'gracias'? —Golpeó suavemente mi brazo y yo me quejé del dolor, haciéndola reír—cosa que en las últimas 24 horas había hecho mucho.

— No, tonta. —Volvió a acostarse en la nieve y se puso de lado para clavar su mirada en la mía—. Quiero tomarme un año entero para viajar por el mundo.

— ¿Crees que puedas incluirme en tus planes? Probablemente nuestros padres les presuman a todos sus amigos la fantástica luna de miel que nos prepararon— dije, burlándome por primera vez de nuestro ridículo contrato. Ella rió. Tal vez fingir estar enamorada de ella no sería tan terrible.

*

La fiesta de mis padres por año nuevo estaba en su mejor momento, aunque Lauren y yo no podíamos evitar sentirnos como intrusas por ser las únicas menores de treinta años y que no estaban consumiendo alcohol.

— Quedan cinco minutos para año nuevo— comentó Lauren, que estaba a mi lado con un vestido negro desmangado que le llegaba unos dedos por encima de las rodillas, con un ligero escote. Mientras que el mío también era negro y desmangado, pero con pequeños puntos blancos y la espalda descubierta, unos centímetros más corto que el de ella.

— No quiero estar aquí cuando sea año nuevo, ¿te imaginas a toda esta gente gritando y emocionados? — Tomé su mano y entrelacé nuestros dedos, así como ella lo había hecho el día anterior conmigo, para llevarla a un lugar del salón más apartada que casi no se veía.

Nos quedamos de pie, una frente a la otra, con nuestras piernas tocándose ligeramente, escuchando como los adultos ebrios comenzaban la cuenta regresiva para dejar el viejo año atrás y recibir uno nuevo.

— Estamos debajo de un muérdago— dijo, mirando hacia arriba y señalándolo con su dedo. Acercó lentamente su cuerpo al mío y buscó mi mirada que estaba fija en sus labios, inclinó su cabeza hacia adelante, para que nuestras frentes se tocaran y luego de lo que pareció una eternidad, juntó nuestros labios en un beso lento e inocente, haciéndome volver loca con el sabor a menta y fresas que tenía.

— ¡Feliz año nuevo! — Escuchamos a nuestro alrededor, devolviéndonos al presente y sacándonos de nuestro pequeño mundo.

Miré a Lauren y noté que estaba sonrojada, ella tocó mi mejilla suavemente, haciéndome saber que yo también lo estaba. Ambas teníamos una sonrisa cómplice y seguramente hasta nos brillaban los ojos.

** 

gone; camrenWhere stories live. Discover now