II

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No sé cuánto tiempo estuve observando a través de la ventana, mientras recreaba en mi mente esa frase de la doctora: "Anahí no es trabajadora del centro, es una paciente".

La verdad, no sé por qué me sorprendí tanto. En cierta manera, eso explica la actitud que tuvo cuando nos encontramos; fría y ausente. Pero ahora me encuentro preguntándome; ¿Cuál será su problema? ¿Qué la habrá traído a este lugar?

─¿Te gustaría conocer las instalaciones? ─interrumpió la voz de mi acompañante, recordándome al instante su presencia.

Dirigí mi mirada hacia ella, que esperaba con su habitual sonrisa y respondí de igual manera.

─Claro, me encantaría.

La doctora se dirigió amablemente hacia la salida del despacho, esperando que la siguiera. Cerramos la puerta a nuestro paso y continuamos andando por aquel largo pasillo, donde unos pocos metros más adelante, desaparecían las numerosas puertas y encontrábamos el famoso ascensor que me trajo a este lugar.

─Cómo ves, aquí termina la zona de oficinas del equipo ─me explicó ─Si sigues por este pasillo, un poco más adelante encuentras las salas de rehabilitación física. Digamos que esta planta es, la habilitada para dedicar a la salud de los pacientes, tanto mental como físicamente.

Con un ligero asentimiento, continúo observando todo a mí alrededor, cuando el sonido del elevador anuncia su llegada. La doctora me cedió el paso una vez más y juntas nos adentramos en el mismo.

─El edificio consta de tres plantas ─prosiguió explicándome, al mismo tiempo que señalaba los botones del ascensor, que efectivamente, indicaba 3 pisos ─La tercera, está dedicada a las habitaciones de los residentes y en la primera, tenemos dos divisiones, por un lado está la recepción; salida y entrada del centro, a la cual sólo puedes llegar introduciendo esta llave ─me mostró una llave muy pequeña ─en esa ranura. Solamente tienes que girarla a la derecha para que se encienda una pequeña luz roja y automáticamente el ascensor bajará a la primera planta. Pero en vez de ésta ─señaló la puerta por la que acabamos de entrar ─se abrirá esa puerta que está detrás de ti.

Me giré ligeramente y en el momento en el que la vi, recordé que, efectivamente, antes había entrado por una puerta y salido por otra. Me volví hacia Marta Andoni, sorprendiéndome al encontrarla estrechando la pequeña llave frente a mis narices.

─¿Para mí? ─le pregunté agarrándola como si en vez de una llave fuera un artefacto explosivo.

─Si no tienes una de estas, me temo que deberás usar el sofá de tu despacho como cama a partir de ahora. Y la verdad es que no te lo recomiendo... Es cómodo, pero bastante limitado en cuanto a posturas se refiere. ─mis ojos se abrieron enormemente y creo que hasta me sonrojé por un momento. Sin embargo, ella sonrió con picardía ─Al principio pasaba tantas horas aquí, que en algún momento tenía que dormir. Puedes volver a respirar y eliminar de tu mente cualquier imagen perversa que se te haya creado.

─Lo haces a propósito ¿verdad? ─una mezcla entre risa nerviosa y alivio, acompañaron mi pregunta y aumentaron su sonrisa.

─Si te hubieras visto la cara, tú también lo habrías hecho.

─¿Eres así con todas tus alumnas en prácticas?

─¿Así de simpática y poco autoritaria? ─asentí sonriendo y ella se encogió de hombros ─Eres mi primera alumna en prácticas. Así que, aquí vamos a aprender la una de la otra. ─me guiñó el ojo y seguidamente pulsó el botón del número uno ­─En el mismo piso pero tras la puerta contraria, está la zona de ocio. Creo que ya debiste verlo antes, pero es en esta planta desde dónde se puede acceder al jardín. En él, es donde las y los usuarias y usuarios pasan la mayor parte del tiempo cuando el clima lo permite. Cuando no es así, disponemos de salas interiores, donde pueden ver la televisión, hay una pequeña biblioteca, una sala de juegos... ¿Voy demasiado rápido?

La Luz De Tu MiradaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon