XX

2.1K 92 15
                                    



Hay muchas formas en las que dos personas pueden hacer el amor. Hasta hoy, siempre había pensado que se trataba de sexo, de entregar tu cuerpo a alguien que amas con el fin de sentir placer. El placer de las caricias, de los besos o incluso de las miradas. Sin embargo, llevo horas con el rostro de una mujer a la que conozco hace apenas tres meses, apoyado sobre mi pecho, ascendiendo y descendiendo al ritmo de mi respiración, sintiendo la calidez de su aliento golpeando mi piel, acariciando su pelo. Y no hay una sola persona en el mundo, capaz de asegurarme, que esto no es hacer el amor.

Lo último que pretendo es parecer una chica cursi, que toda su vida ha soñado con cuentos de hadas y finales felices, que cree encontrar al amor de su vida en la primera persona que produce mariposas en su estómago.

Alguna vez, mientras estudiaba en la universidad, me explicaron que esas famosas mariposas, existen; se trata de una alta producción de adrenalina, a causa de un estado de nerviosismo, que provoca en tu cuerpo ese hormigueo momentáneo al que llamamos "mariposas revoloteadoras". También me aseguraron, que esa sensación física, dura apenas unos meses cuando comienzas una relación o cuando conoces a alguien que te gusta. Estoy completamente convencida de la veracidad de esa teoría. Tanto, como lo estoy de que hay algo más allá de esas mariposas. Hay una sensación, que está lejos de poder ser explicada por médicos o psicólogos. Y es la que siento en este momento. No siento que tengo entre mis brazos a mi media naranja, mi alma gemela, aquella persona de la que me separaron en alguna otra vida, y en algún momento debíamos volver a reunirnos para que mi vida se sintiera completa. Yo soy una persona absolutamente completa, que en este momento, tiene entre sus brazos, a otra mujer igual de completa. No me siento la mitad de nada. Me siento parte de algo. Un "algo" hermoso, verdadero, sano, intenso y fuerte. Tan fuerte como nada que haya sentido antes.

─Me gustaría escuchar tus pensamientos, de la misma forma en que puedo escuchar a tu corazón.

El susurro inesperado de su voz, hizo que el mismo mencionado, se acelerara de un momento a otro.

─¿Cuánto tiempo llevas despierta? ─le pregunté, dejando un tierno beso en su cabello.

Alzó ligeramente su rostro, apartándolo de mi pecho y recostándolo a la altura del hombro, de forma que pudiéramos quedar cara a cara. Entonces, me encontré con sus ojos una vez más, y toda la lógica que debe poseer una estudiante de psicología, fue olvidada al instante.

─No creo que ninguna de los dos hayamos dormido más de una hora esta noche. ─aseguró ofreciéndome una tierna sonrisa.

─¿Cómo estás tan segura de que no he dormido?

─Porque el sonido de tu corazón disminuye cuando lo haces, al igual que tu respiración se vuelve más pausada. Y sé perfectamente que llevas toda la noche despierta. Pero parecías tener mucho en lo que pensar, así que no quise interrumpirte.

─La mitad de la noche la he pasado disfrutando de la sensación que me produce tenerte entre mis brazos. Y la otra mitad, pensando y analizando dicha sensación.

Llevó una de sus manos a mi rostro y acarició el borde de mis ojos, mientras permaneció observándome fijamente un instante.

─No puedes evitar buscarle la lógica a todo, ¿verdad?

─¿Es así como me ves? ─le pregunté con intriga.

─No. Creo que vives en un conflicto continuo, entre lo racional que te han enseñado y lo irracional que tu corazón te enseña.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now