XXIX

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No sé cuánto tiempo ha transcurrido. Cuántos minutos o segundos llevo mirándola sin mediar palabra. Ni siquiera siento el paso del oxígeno o algún sonido que me haga comprobar que estoy respirando. Lo único que puedo hacer, es clavar mis dedos en la barandilla que tengo a mi espalda, para que la fuerza de mis manos me haga confirmar que sigo viva, que estoy despierta y que esto no es un sueño. Que ella no es un sueño.

Porque perfectamente podría serlo, ¿no? Podría haberme quedado dormida en cualquier momento, mientras contemplaba los árboles y podría estar soñando con lo único que deseaba que pasara esta noche y lo único que he deseado cada noche y cada día del último año.

Aunque bueno, de ser así, creo que ya me hubiera roto la cabeza por haberme quedado dormida de pie. Es impresionante la cantidad de estupideces que podemos llegar a pensar los seres humanos cuando estamos nerviosos, paralizados, petrificados. Cuando le ordeno a mi cuerpo que haga algo, y él simplemente puede observar a la persona que tiene en frente. Esa ligera sonrisa que dibujan sus labios desde que apareció. Esos ojos tan llenos de brillo, que siguen teniendo el poder de humedecer los míos.

Comienza a acercarse sin pronunciar una palabra, consiguiendo que con cada paso suyo, mi corazón aumente el ritmo de sus latidos. Y yo, el único movimiento que puedo hacer, es el de girar ligeramente mi rostro para observarla detenerse a mi lado, mirando al frente. Permanece contemplando el bosque que hace tan sólo unos minutos yo observaba con tanto interés y gracias a eso, me permite apreciar su perfil.

¡Está hermosa, por dios!

Hasta este momento, ni siquiera me había percatado de ello. Mi mirada no había podido dirigirse a otro lugar que no fueran sus ojos o su pequeña sonrisa. Pero ahora, desde esta posición, recuperando un poco el control de mi cuerpo, me doy cuenta de que su cabello luce de un castaño ligeramente más oscuro, aunque continúa con unos reflejos claros, como si el sol hubiera mechado su pelo de manera natural. Está muy lejos de ser el cabello descuidado que solía tener antes, recogido despreocupadamente, con apariencia débil y apagada. Al contrario, puedo ver que ha crecido considerablemente, formando unas ondas naturales. Y lo más importante, desprende brillo, fortaleza y vitalidad.

La piel de su rostro también parece más oscura, o más dorada, mejor dicho. Cómo si llevara un año en las playas del caribe y no en un centro de rehabilitación. Además, el hueso de sus pómulos no se ve tan pronunciado como antes, ni su piel escamada, ojerosa o apagada. Tiene los ojos ligeramente maquillados y desde esta posición, puedo apreciar perfectamente, la pequeña luz que la luna irradia sobre ellos, volviéndolos más brillantes.

Continúa mirando al frente, sin decir una sola palabra y provocando que tenga que seguir con mi análisis. Porque sinceramente, no encuentro otra cosa mejor para hacer en este momento, que mirarla. Ni siquiera estoy segura de poder hacer algo más, si en algún momento me lo propusiera. Ni siquiera respirar me parece necesario ahora mismo.

El curioso y elegante "mono" negro con el que decidió vestirse esta noche, deja sus brazos al descubierto, permitiéndome ver una ligera marca en sus bíceps. Tiene un brazo igual de fino que siempre, pero a comparación con hace tan sólo un año, ahora no se ve delicado, frágil y fácilmente rompible. Se ve fuerte. Al igual que su abdomen, que si bien es cierto que siempre estuvo un poco marcado, indicándome su afición por el deporte, la primera vez que la vi desnuda, sus costillas se encontraban muy pronunciadas y además, nunca la vi lucir este tipo de ropa. En la cascada, siempre vestía con prendas holgadas o de deporte, que no permitiera apreciar la realidad de su cuerpo. Sin embargo ahora, puedo ver perfectamente su abdomen al descubierto, su cintura rebosando salud y no la apariencia de romperse en cualquier momento.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now