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¡Por fin lunes! 

Nunca pensé que algún día, me alegraría por ese hecho. Es más, nunca pensé estar todo un fin de semana, deseando que llegara la rutina de los lunes. Y menos aún, creía llegar a sentir una ansiedad tan grande como la que sentía mientras conducía el auto hacia aquí, volviendo el camino prácticamente eterno. He pasado las últimas 48 horas deseando volver al trabajo, estar en este lugar, sintiendo como mi corazón se acelera con el simple pensamiento de saber que de un momento a otro, la encontraré a ella frente a mí.

Escucho sus pasos y sonrío incluso antes de que aparezca. Definitivamente, mis días comienzan de una forma muy distinta cuando ella es una de las primeras cosas que veo. Me hace sentir como si no importara lo que sucediera las próximas horas. Nada iba a conseguir que esta sensación de bienestar me abandonara.

Segundos más tarde, aparece doblando la esquina del ya conocido pasillo de la primera planta y queda ante mi vista, consiguiendo que todas las sensaciones de hace unos minutos, se multipliquen desmesuradamente. Camina en mi dirección, sin dejarme ver ninguna expresión aparente en su rostro. Yo también continúo caminando, mientras trato de disimular esa ansiedad por verla que llevo días sintiendo.

Ambas nos detenemos al llegar a la misma altura. Una frente a la otra. La observo fijamente, tratando de decirle con la mirada, cuanto la extrañé. Y ella me mira con esa intensidad que caracterizan sus ojos. Permanecemos en silencio y entonces siento que no hace falta que mis labios pronuncien cuánto la eché de menos, así como tampoco hace falta que ella me lo diga. En este momento, simplemente lo sabe y yo lo sé.

─Buenos días. ─sonrío por fin.

Me estoy dando cuenta de que sonreír, es lo que más hago cuando la tengo enfrente.

─Buenos días. ¿Qué tal resultó tu fin de semana?

─Uhm bueno... ¿Me creerías si te digo que ya quería volver?

─Te creería. ─confirmó, produciendo un silencio después.

─Por cierto, te traje algo ─observé su cara de confusión al ver como introduje mi mano en una bolsa y saqué de ella tres libros. ─Ten. Así tendrás historias nuevas con las que entretenerte.

─¿Son para mí? ─Preguntó sorprendía mientras los recibía entre sus manos y ojeaba las portadas, para a continuación volver a mirarme ─Pero no tenías por qué...

─Hace mucho tiempo que los leí. Y los tenía en mi casa llenándose de polvo. Un final un poco triste para tres de mis libros favoritos. Así que, lo mejor es que alguien más pueda disfrutarlos. Y estoy segura de que te gustarán mucho.

─Gracias... ─susurró mirándome fijamente ─Muchas gracias.

─Hay algo más.

─¿Más regalos?

─Algo así ─sonreí con misterio mientras encontraba lo que parecía ser una especie de pelota muy pequeña, roja, y de goma espuma.

─¿Eso qué es? ─Preguntó extrañada.

Mi respuesta, llegó con un alzamiento de cejas, que acompañó a una sonrisa llena de picardía, tras la cual, coloqué el objeto en mi propia nariz y al ver su cara de incredulidad, agarré su mano dispuesta a dirigirla al jardín.

─¡Espera, espera! ─exclamó presionando mi mano para que me detuviera. Al voltear, me encontré con esos ojos azules, completamente abiertos, siendo bañados por un brillo que no había visto en ellos hasta este momento. ─Estás loca.

La Luz De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora