XXVIII

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Por fin llegó la hora.

El momento que durante más de un año he estado aplazando. Por inseguridad, por incapacidad, por temor, quién sabe. No es fácil enfrentarte a algo que te cambió tanto. A algo que, teniendo que ser simplemente un trabajo universitario, se convirtió en la primera de todas las decisiones que tomé dentro de un camino. Un camino, que marcó un antes y un después en mi vida. Un camino que hoy termina.

Y quizás ese, haya sido mi temor hasta hace muy poco. Quizás no me atrevía a escribir la palabra "FIN" en esta historia. Pero lo cierto, es que el fin, no implica el olvido. Normalmente, cuando lees una gran historia, un libro que por uno u otro motivo, llega a tu corazón de manera diferente, no importa que lo acabes. No importa que leas el último capítulo, la última hoja, que cierres las páginas y lo coloques al fondo de un mueble de madera, con cientos de libros más. No importa que nunca más vuelvas a abrirlo para sumergirte en sus páginas. Porque con que lo hayas hecho una vez, es más que suficiente. Todo lo que tuviste que aprender de él, ya lo hiciste. Esas lágrimas que derramaste, las sonrisas que dibujaste, las veces que te emocionaste y aquellas que gritaste, todo, está dentro de ti. Cada lección aprendida, cada personaje conocido y cada experiencia adquirida. Todo, lo llevarás contigo para siempre. Porque no eres la misma persona antes y después de leer un libro. Al igual, que no eres la misma persona, antes y después de vivir una historia. Y esta historia real, sin duda, ha sido la más maravillosa que a mí me ha tocado vivir. Así que, aunque en este momento esté a punto de cerrar mi libro. Todo, absolutamente todo, lo llevaré dentro de mí, para siempre.

Pero ahora es el momento de compartirlo con el mundo. De mostrarlo sobre ese atril, que iluminado apenas por un tenue foco, espera mi llegada para contarle a estos conocidos y desconocidos invitados, una historia que probablemente, poco tenga que ver con lo que vinieron a escuchar.

Camino con paso decidido, escuchando únicamente el ruido de mis zapatos al golpear el parqué del pequeño escenario de actos, sintiendo nervios y temblor por todo mi interior. Nunca se me ha dado bien hablar en público y tener la certeza de que todos los invitados y examinadores, esperan algo muy distinto a lo que voy a exponer, aumenta mi estado de nervios y ansiedad.

Una vez llego a mi lugar, coloco el proyecto impreso sobre el atril y me detengo unos segundos para tomar aire. Respiro hondo, cuento hasta tres y aunque podría haber contado hasta cien, sin sentirme preparada, decido enfrentar la situación de una vez por todas.

Alzo ligeramente la vista al frente y aunque mis ojos se irritan por la luz del único foco que alumbra en mi dirección, soy capaz de distinguir rostros conocidos en primera línea de público; algunos de mis profesores de universidad, esperan expectantes. Mis padres, me observan con una mezcla de emoción y orgullo. Daniel, sonríe comprensivo, cómo siempre y asiente con la cabeza, como si en silencio me estuviera diciendo "Tú puedes". A su lado, se encuentra Marta, que cuando nuestros ojos se cruzan, con un gesto trata de indicarme que mire hacia sus manos. Lo hago y mis ojos se iluminan en cuanto descubro que está mostrándome una foto de White. No puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mis labios y una sensación de tranquilidad me inunde. Cuando vuelvo la vista hacia su mirada, ella también sonríe y me guiña un ojo. Daniel niega ligeramente con la cabeza mientras se ríe y yo trato de expresarle un infinito y silencioso agradecimiento a Marta, porque eso, era exactamente lo que necesitaba para adquirir la fuerza necesaria.

─Buenas noches ─comienzo, agradeciendo que mi voz no se haya quedado atascada en algún lugar de mis cuerda vocales ─En primer lugar, me gustaría agradecer a cada uno de ustedes, su presencia hoy aquí. Su asistencia, a la que seguramente sea, una de las noches más importantes de mi carrera. Estoy casi segura, de que todos ustedes, llegaron hasta aquí esperando escuchar una gran presentación sobre un proyecto de psicología, realizado por una de las tantas alumnas de la universidad en la que trabajan. Efectivamente, en unos minutos comenzaré a mostrarles el proyecto que desarrollé hace poco más de un año en el Centro de Salud Mental La Cascada. Pero antes de hacerlo, me gustaría aclarar, que éste, está muy lejos de ser un proyecto típico de psicología, en el que se analizará la conducta de un paciente y se intentará modificar la misma, a través de terapias, durante un periodo de tiempo limitado. Éste, no es más que un proyecto de vida, de aprendizaje, de búsqueda. Pero sobre todo, es un proyecto de amor.

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